La pluma es más poderosa que la espada, y el pincel tiene más fuerza que la cámara de fotos. Al menos, las redes sociales lo ven así. La cultura visual, fomentada por la televisión e Internet ahora, ha encontrado en las ilustraciones la herramienta ideal para expresar el dolor, interpretar la tragedia y denunciar las injusticias, centradas hoy en la crisis de los refugiados.
Cuando una foto no es suficiente: el arte como arma contra la tragedia
La imagen del pequeño Omran ha inspirado a los ilustradores, igual que sucedió con Aylan y con la mayoría de las injusticias recientes, desde la violencia de Ciudad Juárez hasta la masacre de Orlando. ¿Por qué nos conmueven tanto estos dibujos?


El caso de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años que falleció en el mar y apareció sin vida en la costa de Turquía en 2015, marcó un antes y un después en la representación de los refugiados. La dureza de la imagen llegó al corazón del mundo entero y provocó la reacción de muchos políticos que hasta entonces se habían mantenido al margen, aunque se quedaron en las palabras.
Los artistas se volcaron en la causa, poniendo el grito en el cielo por la devastadora muerte de Aylan. Rafat Alkhateeb, de Jordania y uno de los ilustradores que participaron en el movimiento, esperaba que los dibujos y las fotografías fueran "un shock o una llamada de atención, para que así empecemos a pensar en soluciones prácticas, ideas y proyectos de éxito que de verdad puedan ayudar".
Con las imágenes de Omran Daqneesh, el pequeño sirio de cinco años que acababa de ser rescatado de un edificio en Alepo, la lucha de los refugiados vuelve a tener un símbolo mediático. De nuevo, ilustradores e internautas están interpretando las instantáneas publicadas esta semana para mostrar su indignación y solidaridad.
La comparación con el otro pequeño, Aylan, ha sido un motivo común entre muchas de las obras, denunciando que la crisis sigue igual. Otra vez, la figura de un niño, que llega más directamente a las personas. La mayoría de las fotografías de refugiados muestran a niños, aunque son adultos varones los que más están intentando escapar de la guerra.
Khalid Albaih, un sudanés activista por los derechos humanos, firma la ilustración más compartida sobre Omran. Junto a la imagen, ha publicado un enlace donde hay varias maneras de pasar a la acción y ayudar a los afectados por la guerra de Siria. El pasado año también le dedicó una a Aylan.
La abundancia de este tipo de duras fotografías causa la "fatiga de la compasión", diagnosticada por primera vez en enfermeras hace más de 50 años. El público, expuesto continuamente a la tragedia, acaba por anestesiar sus sentimientos y se hace inmune al dolor que transmiten las imágenes. En este sentido, las ilustraciones sirven para evitar el efecto y aportar una visión más dirigida del drama, apelando a un sentimiento específico de la audiencia. Al fin y al cabo, nuestro sentido de la narración se formó a través del dibujo con las ilustraciones de los cuentos infantiles.

Cada nueva tragedia, al menos las más mediáticas ( desafortunadamente existe una jerarquía), inspira a los ilustradores para homenajear a las víctimas o denunciar el ataque. Los corazones, los lazos, la paloma de la paz y las manos son típicos.
Algunos ejemplos:

La mayoría de estos casos acaba en el olvido de la audiencia, ya pendiente del nuevo accidente, la siguiente sensación viral, o el próximo tweet inteligente. Una excepción es el proyecto por los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, México, en 2014. Los 43 jóvenes en paradero desconocido han motivado la campaña Ilustradores con Ayotzinapa, un Tumblr donde cada uno de los desaparecidos es reivindicado con un retrato acompañado de una frase como "Yo, Luciana Gallegos, quiero saber dónde está Lorenzo Hernández Muñoz". Valeria Gallo, una de las ilustradoras, dijo: "Cuando uno pinta el retrato de alguien deja de ser un desconocido. Él tiene un nombre, un rostro. Se convierte en una persona". Más de 200 artistas mexicanos han colaborado en la campaña, convirtiéndola en un proyecto colectivo en constante crecimiento.

Black Lives Matter, uno de los principales movimientos de la actualidad, usa el arte como instrumento político para empoderar y también para denunciar los abusos. Una gran parte de las publicaciones en Instagram de este grupo son dibujos o collages fotográficos, con una riqueza creativa destacable. Muchos utilizan símbolos conocidos como el puño en alto y referencias a culturas africanas para reivindicar sus raíces.
El uso de las ilustraciones como denuncia tiene raíz siglos atrás con el desarrollo de la prensa en Europa e incluso antes en el siglo XVI. Aún no existía la fotografía y el lápiz era la única herramienta para contar la verdad. Con las viñetas, muchos dibujantes criticaban a la clase dominante –los políticos, la nobleza– a través de caricaturas y comentarios satíricos. Desde Goya y su serie Los Desastres de la Guerra, donde ponía en evidencia la violencia de los conflictos bélicos en España en el siglo XIX; el icónico cuadro El Guernica de Picasso; hasta los pósters de los 70 por el movimiento de los derechos civiles. Muchas de las fotografías tomadas hoy siguen los cánones marcados por el arte, como por ejemplo, la imagen de la Piedad de las representaciones religiosas.

Hoy en día los dibujantes de viñetas políticas siguen siendo claves en el periodismo y cuentan con su propia categoría en el premio Pulitzer. Hay muchos de estos dibujantes que trabajan en países con poca o nula libertad de expresión, jugándose la vida por incomodar a los poderosos.
Vivimos en una cultura visual donde la imagen cobra una importancia superior, haciendo que la mayor parte de la información que recibe la audiencia sea a través de la imagen. Esto, indican algunos académicos, tiene el peligro de simplificar la realidad, pues una imagen no contiene todos los matices de un análisis exhaustivo.
Los efectos que producen estas ilustraciones son conflictivos, por un lado buscan despertar la empatía y conseguir que se actúe para conseguir una solución, y por otro lado, también tienen el efecto de absolver de responsabilidad al receptor: Me indigno, hago un retuit, y con eso basta. Esto tiene su nombre: slacktivism o 'activismo de sillón', creer que con un share en Facebook se solucionan las cosas en lugar de actuar.
¿Es más fácil compartir un dibujo estilizado que publicar la fotografía y afrontar la realidad? La imagen de Aylan Kurdi en la orilla encoge el corazón cada vez que la vemos. Es demasiado desgarradora. Demasiado real. Una ilustración, en cambio, puede ser dura y poderosa, pero es "menos verdad". Al fin y al cabo, es una creación, hay una persona que la ha fabricado. Porque hoy, el mundo es demasiado doloroso como para mirarlo a la cara.







