Reconocimiento a la perra Laika: Una mártir de la carrera espacial
Un personaje de la astronáutica recordado y celebrado por todos, es sin duda, el primer ser vivo que viajó al espacio. Me estoy refiriendo, claro está, a la noble perra Laika.
Al tiempo que en Moscú, será develado mañana, un monumento de bronce en el cuál, un cohete espacial se transforma en una mano humana sobre la cuál se posa un canino inconfundible para todos los que gustamos de la historia y por supuesto, de la astronomía, es que buscamos desde aquí, recordar y celebrar a Laika, de la forma en que lo merece.
El monumento estará emplazado en el lugar exacto donde hace más de medio siglo, se hicieron las pruebas y experimentos científicos que terminaron seleccionando a Laika, una perra callejera de 3 años de edad, entrenada especialmente para la realización de misiones al espacio, como la primera terrícola en abandonar el planeta.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, el mundo se vio inmerso en una vertiginosa carrera espacial que tenía por rivales a la URSS y a los Estados Unidos, las dos potencias de ideologías opuestas que buscaban ganar el predominio a nivel global.
En 1957, con motivo del 40 aniversario de la Revolución de Octubre, el máximo dirigente soviético, Nikita Jruschev, presionó a los científicos rusos para que pusieran en órbita el primer cohete tripulado.
Una improvisada nave fue construida y la tripulante fue seleccionada de entre un grupo de perros entrenados especialmente por el Instituto de Medicina Militar. Laika aparece en escena con sus 35 centímetros de altura y 6 kilos de peso.
Sin embargo, el apuro llevó a que el módulo no contara con un módulo de retorno. Laika estaba destinada a no regresar a la Tierra. Durante el ascenso, el 3 de noviembre de 1957, los signos vitales de la perra fueron normales. Sin embargo, el estrés sufrido y el sobrecalentamiento que se cree, fue ocasionado por un desperfecto del sistema de control térmico de la nave, causaron su muerte entre 5 y 7 horas después del lanzamiento.
Laika fue, sin lugar a dudas, una víctima de la carrera espacial, una mártir que entregó su vida para demostrarnos que los organismos pueden resistir (e incluso ladrar) en condiciones de microgravedad, abriendo el camino a los viajes espaciales tripulados por seres humanos.
Vía | Terra