Arqueólogos encuentran una tumba que comprueba que ¡Santa Claus sí existió!
Más allá de ser un personaje mítico que ha alegrado la vida de miles de niños en el mundo, San Nicolás fue un hombre de carne y hueso. No se trata de un invento de la imaginación colectiva, este señor realmente existió y hay pruebas de ello.
Un grupo de arqueólogos localizó una tumba en el pequeño pueblo de Demre, al sur de Turquía, y aseguran que podría contener los restos óseas de quien también es conocido con el nombre de Nicolás de Bari. Dicha tumba fue encontrada gracias a diversos estudios electrónicos que detectaron la presencia de huecos debajo de la iglesia de Demre.
Hasta ahora se creía que los restos de San Nicolás habían sido llevados a Bari, al sur de Italia, en el año 1087 por un grupo de mercaderes cristianos. No obstante, todo parece indicar que se confundieron de osamenta y la de Santa Claus permanece en Demre (antes llamado Myra), lugar donde nació a finales del siglo III o principios del siglo IV.
Cemil Karabayram, jefe de la Autoridad de Monumentos de Antalya, aseguró para medios de comunicación la investigación y los trabajos de excavación continuarán: «Llegaremos hasta abajo y tal vez encontremos el cuerpo intacto de San Nicolás».
¿San Nicolás o Santa Claus?
Nicolás de Bari fue un hombre conocido por su gran generosidad, especialmente con los niños y los más desvalidos. Miembro de una familia con bastantes recursos económicos, los 19 años se ordenó como sacerdote y unos años más tarde fue nombrado obispo de Myra, luego de que su tío -quien ostentaba ese cargo- falleciera.
Se dice que en una ocasión se enteró de que un noble caballero había perdido toda su fortuna y se vería obligado a prostituir a sus tres hijas. Para impedirlo, San Nicolás arrojó varias monedas de oro por la chimenea, mismas que cayeron dentro de unas medias que se estaban secando con el fuego (de ahí surgió la costumbre de colocar una media o bota en la chimenea para recibir los regalos).
Además de obsequiar juguetes a los más pequeños, se dice que este obispo realizó varios milagros, entre ellos la sanación total de un grupo de niños que fueron heridos con un cuchillo. Este tipo de actos provocaron que su imagen fuera ampliamente venerada por los cristianos de aquella época.
Los holandeses conocieron a este personaje con el nombre de Sinterklaas y establecieron el 6 de diciembre como su día de fiesta. Durante el siglo XVII, cuando migraron a lo que ahora es Nueva York, en Estados Unidos, difundieron esta arraigada creencia.
Dos siglos más tarde, el escritor Washington Irving escribió una sátira en la que mencionaba a un hombre llamado Santa Claus (que en realidad es una forma muy burda de pronunciar ‘Sinterklaas’). Algunos años después, el poeta Clement Clarke Moore se basó en el personaje de Irving para publicar unos versos en los que describe a un hombre que regala juguetes a los más pequeños en la víspera de Navidad.
Para mediados del siglo XIX el personaje de Santa Claus también era conocido en países como Inglaterra y Francia. En 1863 el dibujante alemán Thomas Nast fue el encargado de otorgarle el aspecto con el que actualmente lo conocemos: barba blanca, un prominente estómago, traje rojo y una risa estruendosa y contagiosa.
Así que la próxima vez que un niño pequeño te pregunte si Santa Claus realmente existe, puedes responderle que sí (pero no le digas que murió hace varios siglos).
Seguro esto te interesa: