
Si hay algo que es inevitable hacer durante cualquier viaje es llenar el bolso con souveniers, recuerdos de cada ciudad, parador, hotel, feria artesanal que pisemos. Es algo inevitable el hecho de comprar todo aquello que creemos en un futuro nos va a llenar de nostalgia cada vez que lo volvamos a ver. Además se convierte en el mejor regalo para familiares y amigos. Mi gran pregunta es: ¿para qué les servirá tener un cenicero artesanal con el nombre de la isla griega Ios, si nunca la pisaron ni la pisarán?
Pero es un mal necesario, y por ello abundan las tiendas para turistas en toda ciudad. Tenemos cierta necesidad por comprar algún objeto que por muy inútil que sea nos recuerde que alguna vez estuvimos en algún rincón perdido del mundo. Total si siempre cuestan tan poco.
A continuación les dejo algunos ejemplos de los souvenirs más típicos que ocupan mitad bolso de todo turista cuando regresa a su país.
No pueden faltar los más diversos imanes representativos de cada ciudad. Seguramente después de un viaje tu nevera haya perdido el color blanco que la caracteriza. Será tierra de nadie. Allí se amontonarán y lucharán por obtener un mejor lugar imanes provenientes de Roma, Sevilla, Tokio, Bruselas. Lucharán entre sí la Torre de Pisa con la Torre Eiffel.

Artesanías de todo tipo. Ceniceros, adornos sin utilidad, conchas de mar barnizadas, cajitas diminutas, floreros, platos de cerámica. Todos serán típicos de cada región donde los hayas comprado, con su nombre inscripto y sus colores característicos. Lo que seguro convertirá tu hermoso living en una tienda multicolor.
Pins y figuritas. No puede faltar en un viaje a Galicia la típica brujita de la buena suerte, o el toro español. Ni que hablar de la muñequita vestida de tirolesa o la pequeña gaita. Otra de las típicas son las reproducciones de los famosos monumentos, como el Coliseo romano, la Catedral de Santiago de Compostela o el Taj Mahal. Y ni hablemos de todos los pins y camisetas con el típico I (corazón) NY.
Si se llevara la cuenta del dinero que se destina a estos souvenirs, seguramente quedaríamos asombrados. De todas maneras como lo dije en el comienzo, es algo inevitable. Genera cierta satisfacción que es imposible de controlar, o al menos así lo vivo yo que tengo mi nevera llena de imanes.