Si pensabas que la humanidad es la única especie en el mundo que pone nombres horribles a sus hijos, piénsalo de nuevo.
Algunos animales reconocen los nombres que nosotros les ponemos, si le gritas «Manchitas» a tu perro seguramente saldrá corriendo a buscarte y a lo mejor tu gato también sabe qué nombre tiene, pero no le importa.
Tu perro reconoce que «Manchitas», ese nombre cliché que le pusiste, es el sonido que se asocia a él, pero no sabe cuál es el tuyo, solo sabe que eres el centro del universo. Y tu gato no sabe ni le interesa qué nombre tienes, solo que le des de comer y le frotes la panza.
Otras especies, en cambio, se presentan con sus nombres y aprenden los de los otros. Karl Berg, un científico norteamericano de la Universidad Cornell, se internó en el campo venezolano a investigar los curiosos hábitos de los loros y sus crías, descubriendo que, al igual que los humanos, estas aves le dan nombres únicos a sus hijos.
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«Hola, me llamo Pío»
Los loros son de las especies más inteligentes del mundo, pueden aprender a imitar miles de sonidos y aprender de los humanos. Como Alex, el más famoso de todos, algunas especies de loros pueden llegar a tener la capacidad de razonamiento de un niño de tres años.
Sin embargo, no se sabía mucho sobre cómo se mueven en la naturaleza, hasta ahora. Berg realizó un experimento para saber cómo los loros se comunican en estado salvaje y lo que descubrió es un sistema de comunicación que es de las más complejas en el mundo animal.
Para su investigación Berg intercambió los huevos de dos parejas de loros distintas para saber cómo estos animales consiguen sus nombres, ¿nacen con uno o son dados por sus padres?
En cuestión de semanas y con una cámara en cada nido, observó cómo las crías se iban acostumbrando a los nombres de sus padres adoptivos y aprenden los sonidos que los caracterizan. Para cuando están listos para dejar el nido, las aves ya tienen uno definido.
Berg tomó esos nombres y los comparó con los de los padres biológicos y adoptivos para saber de dónde provienen y descubrió que son más similares a los adoptivos.
Es la primera vez que los científicos descubren que los loros aprenden en la naturaleza y que son mucho más inteligentes de lo que pensábamos. Así que recuerda, la próxima vez que escuches el canto de un loro probablemente se esté presentando y ojalá que su nombre no sea Rufus.
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