
La resaca es tan vieja como el alcohol. Mira estas recetas de la Edad Media para el milenario mal. Quizá alguna te funcione.
Guiso

Uno de los remedios más viejos contra la cruda en el mundo oriental apareció en El Libro de los platos, un recetario de cocina árabe del siglo X, escrito por Ibn al-Warraq Sayyar. Hace más de mil años, el autor clasificó la resaca en varias intensidades, tal como lo haría hoy un bonaerense o un mexiqueño. El musulmán prescribía en primer lugar curarse en salud: ponerle algo de limonada y de té de arrayán a la bebida alcohólica.
Pero como las resacas son casi inevitables, cuando aparecía esa ligera puntada de cabeza al día siguiente, el hombre recomendaba respirar lenta y profundamente, tomando agua fría a sorbos.
Para las resacas de muerte lenta, nuestro consejero proponía un atracón de comida, un suculento guiso llamado Kishkiyya, preparado con carne de res, garbanzos, kishk, jengibre chino, hierbas y especias.
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Comer anguila y lavarse los testículos o los senos con vinagre
Una prueba más de que Oriente estaba científicamente mucho más adelantado que Occidente durante la Edad Media, eran las curas de la resaca en ambos lados del mundo.
Frente a los sensatos remedios anteriores que utilizaban los árabes, los europeos optaban por curas de lo más insólitas contra el perro negro, demonio azul, niebla de la mañana, dolor de botella y quebradero de cabeza, viejos nombres de la resaca en Europa.
Los ingleses, por ejemplo, comían anguilas crudas con almendras amargas, en la superstición de que el pescado absorbería el exceso de alcohol del organismo. «No estoy de humor para la anguila» era un comentario común en la época.
Otra cura utilizada por los caballeros ingleses era lavarse los testículos con sal y vinagre. Las damas debían asearse los senos con los mismos ingredientes. Si el método no funcionaba, había que comer col con azúcar.
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Comer genitales de toro
Los italianos del medioevo también creían en las virtudes de las pelotas contra la resaca, pero los sicilianos iban un paso adelante: consumían secos los testículos o el pene del toro, receta que los antepasados de Vito Corleone consideraban infalible contra el guayabo colombiano o el ratón venezolano.
Los rusos eran más juiciosos, aunque quizá no lo sabían. Troceaban carne de cordero en pequeños cubos y la preparaban con vinagre y jugo de pepinos encurtidos. La salmuera de los pepinos ayudaba a reponer los electrolitos y a reducir la deshidratación del cuerpo. El Gatorade de hace diez siglos.
Los irlandeses en cambio preferían enterrarse hasta el cuello en la arena mojada de sus heladas playas.
¿Y cuál es tu receta?
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