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200 testigos en un parto: tus ganas de ser reina desaparecerán tras conocer cómo daban a luz

15 Abr 2019 – 10:24 AM EDT
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Próximos al nacimiento del bebé de Meghan Markle y el príncipe Harry, la duquesa de Sussex decidió que dará a luz en privado y que no se dará a conocer la ubicación (sea un hospital o su hogar), fecha y hora del nacimiento hasta que la pareja presente al bebé unos días después de nacido.

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Esto significa que no habrá sesión de fotos con el recién nacido en la puerta del hospital, algo que sí sucedió con los tres nacimientos de los hijos de Kate Middleton y el príncipe Guillermo.

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Chris Ship, reportero y experto en realeza, opinó sobre la decisión:

Quizá la pregunta más grande sea esta: ¿por qué deberíamos esperar que cualquier mujer, de la realeza o no, se ponga frente a las cámaras a horas ─o incluso días─ de haber dado a luz?

Aunque entonces no existieran las cámaras fotográficas ni la prensa de celebridades, estas comodidades no habrían sido posibles 500 años atrás para las reinas o princesas que daban a luz, por otras razones.

Cómo las reinas daban a luz en la antigüedad

De hecho, esto de dar a luz en hospitales es un fenómeno relativamente reciente. Incluso el nacimiento del príncipe Carlos sonaría arcaico comparado con los nacimientos de la realeza hoy en día. Carlos nació en el Palacio de Buckingham en el año 1948. (El nacimiento en hospitales ya era común en ese entonces.)

El primer heredero al trono que nació en un hospital fue el príncipe Guillermo, en 1982, menos de 40 años atrás. Más allá de que, antes de este hito, los príncipes y princesas nacieran en palacios, lo hacían en condiciones más que inadecuadas.

El Príncipe Carlos pero el primero de su familia en estudiar en la Universidad de Cambridge. El Príncipe Carlos (izquierda) hablando con el jardinero de la iglesia, después de un servicio conmemorativo del cumpleaños del príncipe fuera de la Iglesia de Great St Mary's, de la Universidad de Cambridge, 14 de noviembre de 1967.
Crédito: Getty Images

Una cámara sin aire ni luz

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El libro de la realeza, una guía de etiqueta en la corte, dictaba cómo debían llegar al mundo los niños en la realeza británica del siglo XVI, de acuerdo a The Loop. En ese entonces, los nacimientos debían estar precedidos por una ceremonia, una misa y una procesión real hacia el lugar del parto.

Cuando terminaba la procesión al lugar, la reina embarazada debía entrar en una cámara externa de una habitación del palacio que hubiera sido designado para ella. Debajo del baldaquino, un dosel hecho de tela de seda o damasco, la reina debía tomar vino antes de unirse a la procesión final hacia la cámara de parto interna.

Este lugar debía tener un techo falso, de tela, además de tapices y alfombras traídas especialmente por la llegada del bebé. Estos colgantes debían representar un lugar seguro y cómodo, y no debían tener imágenes de animales o personas, ya que se creía que podían alterar los pensamientos de la madre y derivar en deformaciones en el bebé.

La cámara era cerrada y oscura: el aire fresco y la luz estaban contraindicados en ese entonces. Tampoco se permitían hombres allí. En el lugar, debía haber dos camas, una más grande para que la reina durmiera y otra más pequeña para dar a luz.

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¿Y cuánto tiempo debía esperar la reina en este pequeño cuarto sin ventilación antes de dar a luz? Tanto como tomara. Se dice que Ana Bolena, la segunda esposa de Enrique VIII, dio a luz 12 días después de entrar en confinamiento.

200 o más testigos

Entre los siglos XVII y XVIII, corrían los rumores de niños cambiados. Se creía que los bebés hijos de hadas, xanas, troles, elfos o alguna otra criatura fantástica eran introducidos al mundo humano y dejados secretamente en el lugar de un niño robado. Se temía que el niño humano robado fuera usado como sirviente o como diversión por estas criaturas.

Los rumores de los niños cambiados corrían en el pueblo inglés de esta época y eran especialmente frecuentes para los nacimientos de la realeza. Para demostrar que el niño era el hijo legítimo de la reina, se invitaba a testigos a presenciar el parto. Cuando María de Módena dio a luz al futuro rey Jacobo III de Inglaterra, los oficiales cargaron el lugar del parto con 200 testigos. Los rumores de que era un niño cambiado circularon a pesar de eso.

También se esperaba que María Antonieta de Francia, como todas las reinas en ese país, diera a luz en público, por la misma razón: prevenir rumores que hablaran de un cambio de identidad del niño (ya sin el elemento fantástico). Hubo un montón de personas en su parto, muchas más que 200.

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La etiqueta permitía a todas las personas, indiscriminadamente, entrar a la habitación en el momento del parto. Cuando el obstetra gritó: «¡La reina va a dar a luz!», las personas que entraron a la cámara eran tan numerosas que la estampida casi mató a la reina, de acuerdo a un testigo que observó el nacimiento de su primera hija.

Nada de analgésicos

Era el año 1853 cuando la reina Victoria (bisabuela de Isabel II) había tenido suficiente dolor de parto, le pidió a su médico algo de cloroformo. Era su octavo parto.

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