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Adiós a mi cabello

3 Oct 2014 – 01:19 PM EDT
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Siempre he sido fan de un cabello bonito y el mío lo era, castaño y un poco ondulado.

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A casi un mes de haberlo perdido por causa de la quimioterapia, puedo decir francamente que es de lo que más me ha costado y dolido en este proceso.

Uno aprende a acostumbrarse a los rasgos de su cuerpo y aunque sea la parte más chiquita, es importante, para una mujer lo es.

Es difícil perder algo tan femenino, es de los rasgos más atractivos y llamativos que poseemos, es el elemento visual de nuestro cuerpo, nuestra identidad, es un mensaje con raíces psicológicas y sociales, es una descripción de nuestra personalidad. Es el  CABELLO, pero no lo ves así hasta que lo pierdes.

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Según las culturas indígenas americanas, el cabello es la extensión física de nuestros pensamientos, nos brinda la dirección a lo largo de nuestra vida; cada uno de nuestros cabellos nos representa a nosotros mismos, son puntos de conexión fuertes tanto de nuestro cuerpo como de nuestro espíritu.

El estar pelona conlleva un poco de discriminación, te miran y te tratan diferente porque la sociedad estereotipa a los enfermos de cáncer, te obligan a ocultarlo. Es curioso, pero me he fijado que de las mujeres que acuden al hospital para recibir el mismo tratamiento que yo, ninguna anda sin peluca o turbante.

El primer día que me animé a no esconder mi cabeza sin cabello, unos niños en la calle se burlaron de mí y me gritaron: "¡Pelona, pelona!". No me sentí mal, eran unos pequeños, incluso me dio mucha risa, pero después sentí angustia de que ya no paso desapercibida.

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Pero como dicen por ahí, "lo que no te mata te hace más fuerte". Esto me hizo entender que tengo que entregarme a la enfermedad, no en el sentido de rendirme, sino entregarme desde el corazón, la mente, el cuerpo y el espíritu para no ponerle resistencia a algo que no puedo controlar, incluso aunque eso signifique perder mi cabello. 

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