Los prejuicios que tenemos contra los que percibimos como diferentes están tan arraigados desde la niñez que con frecuencia ni siquiera sabemos que existen. Dichas opiniones negativas pueden conducir a una discriminación abierta o sutil basada en raza, sexo, identidad de género, orientación sexual y religión. Pero, incluso si identificamos y renunciamos a nuestros prejuicios, estos son sumamente difíciles de arrancar de raíz.
Diez minutos de conversación pueden reducir la intolerancia
Según un nuevo estudio, un encuentro cara a cara, a pesar de su brevedad, puede derribar estereotipos.


No obstante, una conversación cara a cara de diez minutos puede cambiar nuestras opiniones dramáticamente, según halló un nuevo estudio publicado en la revista Science. Este efecto se da en particular cuando se le alienta a alguien a empatizar con el punto de vista de un individuo de un grupo contra el cual siente prejuicio.
A continuación, los autores del estudio — David Broockman de la Universidad Stanford y Joshua Kalla de la Universidad de California en Berkeley— explican la importancia de estos hallazgos:
A la luz de teorías influyentes que describen las actitudes prejuiciosas como sumamente duraderas y resistentes al cambio, resulta sorprendente que interacciones personales breves con extraños puedan reducir el prejuicio en un entorno de campo, de manera notable y duradera. Pocas veces se ha documentado en investigaciones de campo casos de intervenciones breves que hayan sido capaces de producir reducciones grandes y duraderas en el nivel de prejuicio, por lo que estos resultados representan desafían las teorías existentes.
En 2015 los autores reclutaron a 1,825 votantes inscritos en el condado Miami-Dade para que participaran en una encuesta en línea que medía sus actitudes básicas hacia la población transexual (los participantes no sabían que estas encuestas se relacionarían con la segunda parte del experimento, la cual se describe abajo).
Los participantes fueron asignados aleatoriamente a dos grupos, uno donde tendrían interacciones cara a cara y un grupo de control. Las casas en el primer grupo recibieron una vista no anunciada de miembros transexuales o cisgénero de organizaciones que abogan por los derechos de la comunidad LGBT (“cisgénero” es el término preciso para personas cuyo género se alinea con el sexo que les fue asignado al nacer). Se les invitó a los residentes que recibieron a los visitantes a conversaran por diez minutos. Ela interacción “se centraba en alentar a los sujetos a activamente empatizar con los puntos de vista de las personas transexuales”, explican los autores del estudio. Después de que terminaron estas conversaciones, los grupos realizaron cuatro encuestas más: la primera se realizó tres días después de la conversación y luego se tomaron otras encuestas tres semanas, seis semanas y tres meses después de la conversación.

La diferencia entre distintos casos fue dramática. Las personas que habían conversado con los activistas a favor de los derechos de la comunidad LGBT aparentemente mostraron mayor tolerancia hacia los transexuales que antes, y mucha más tolerancia que el grupo de control. Estos resultados se obtuvieron al analizar respuestas en las encuestas a preguntas sobre la moralidad y normalidad de la identidad transexual. Ambos grupos tenían actitudes similares al respecto antes de que tomaran lugar las conversaciones.
En promedio, las personas en el grupo experimental también dijeron apoyar a reglamento antidiscriminación que recientemente había sido aprobado por la ciudad. El término “transexual” fue definido claramente para el grupo experimental, pero no para el grupo de control. Los autores sospechan que las personas en el grupo de control pueden haber usado términos despectivos con connotaciones negativas. O sea, tendría peso la claridad del lenguaje empleado en cuanto a estos asuntos.
Sin duda, las implicaciones de estas investigaciones son significativas para activistas que están luchando contra leyes anti-LGBT alrededor del país. Pero el estudio publicado también ofrece una sencilla y eficaz solución potencial para abordar el tema de polarización política: darle una cara humana al asunto. Así lo expresan los autores:
A lo largo del siglo pasado, cada vez más campañas políticas han dependido de la comunicación masiva para llegar a los votantes. Sin embargo, al enfrentar dificultades para persuadir a un público polarizado con estas estrategias, las campañas cada vez más evitan dar argumentos a favor de sus posiciones y, en cambio, se centran en despertar el entusiasmo de votantes que ya están de acuerdo con ellos. Esto socava las aspiraciones básicas de sostener un diálogo democrático. No obstante, estos hallazgos sugieren que, a lo mejor, es más beneficioso para las campañas volver a enfatizar en un intercambio personal de puntos de vista de ideas que inicialmente pueden ser opuestas, incluso cuando se trata de asuntos polémicos que dividen a los partidos.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.









