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La poliandria, ¿escrita en nuestros genes?

¿Qué pasa hoy con la sexualidad femenina en una sociedad dominada por hombres?

En las sociedades gobernadas por hombres, la sexualidad femenina no era vista como contraparte de la masculina sino tenía dos destinos: o se le subestimaba o se le exageraba. ¿Qué pasa hoy?
En las sociedades gobernadas por hombres, la sexualidad femenina no era vista como contraparte de la masculina sino tenía dos destinos: o se le subestimaba o se le exageraba. ¿Qué pasa hoy?
Imagen iStock

Pues no. La monogamia no es natural. Pero tampoco lo es la monoandria. El biólogo evolucionista, escritor y profesor de sicología de la Universidad de Washington, David P. Barash, sustenta en su libro más reciente, Fuera del Edén: las sorprendentes consecuencias de la poligamia , el hecho de que tanto biológica como antropológicamente los seres humanos tendemos a la diversidad en parejas sexuales pero, más aún, que la evolución del ser humano lo ha llevado hacia una creciente multiplicidad.

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En su libro anterior, El mito de la monogamia, ya había abundado en el tema y demostrado a partir de argumentos antropológicos, fisiológicos, anatómicos y genéticos que no somos una especie fiel. Pero hay más novedades: si bien la poligamia es un tema muy abordado y discutido desde hace tiempo, la poliandria, es decir, la práctica en la que una mujer tiene sexo con varios hombres, parecía hasta hace poco cosa muy rara. Y resulta que no lo es tanto: la imagen del hombre promiscuo cuya esposa virtuosa lo espera en casa con la cena caliente no es tan real como quisieron hacernos creer. Si en muchos casos la poligamia (de polis= muchos, gamos= mujer) se ha institucionalizado, por ejemplo, entre grupos musulmanes y entre mormones, la poliandria ( andros= hombre) ha sido mucho más sutil, pero no por ello menos real.


Juegos de roles y modelos

Desde hace mucho tiempo se conocen sociedades en donde esta forma de organización es totalmente aceptada y habitual, comenta Barash en un artículo de Psychology Today. Por ejemplo, en los Himalayas, en las Islas Marquesas y en partes del Amazonas, el hecho de que varios hermanos se casen con la misma mujer asegura que la tierra no se divida. En zonas donde las zonas cultivables son escasas se entiende fácilmente la conveniencia de este arreglo. Pero también existen grupos que presentan casos de poliandria informal, es decir, en los que varios hombres tienen relaciones constantes con la misma mujer embarazada porque parten de la idea de “paternidad compartida”: al copular con ella durante la gestación, literalmente comparten la paternidad del hijo por nacer.

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Por otro lado, los antropólogos Katherine E. Starkweather, de la Universidad de Missouri, y Raymond Hames, de la Universidad de Nebraska, publicaron en la revista Human Nature una investigación en la que identifican 53 grupos humanos poliándricos que no pertenecen al área del Tíbet ni a las Islas Marquesas. En el estudio plantean que se presenta en todas las latitudes (desde el Ártico hasta los trópicos y el desierto) y que en general se identifica en sociedades igualitarias, es decir, con estructuras sociales relativamente simples, sin burocracia política ni organización social elaborada. Además, como al menos la mitad de esos grupos son cazadores-recolectores, al igual que nuestros ancestros, los investigadores plantean la probabilidad de que esta forma de organización social haya sido practicada en las primeras sociedades humanas.


Poliandria en la sombra

Es interesante analizar un poco más el planteamiento de base de por qué la poliandria ha vivido a la sombra. Hace siglos, el hombre fue intolerante a la idea de que “su” mujer tuviera sexo con otro u otros hombres por muchas razones, pero una de las principales tenía que ver con la propiedad: si ella era fecundada por otro, entonces el heredero de la tierra era el hijo de ese otro. En otras palabras, los hijos legítimos del “marido” perdían su herencia. Se entiende, entonces, que los varones no quisieran ni oír nombrar de un sistema de organización donde las mujeres tuvieran varias parejas sexuales.

Por otro lado, en las sociedades gobernadas por hombres, la sexualidad femenina no era vista como contraparte de la masculina sino tenía dos destinos: o se le subestimaba o se le exageraba. Es decir, la mujer no podía ser similar al hombre: o era una prostituta insaciable o una mujercita tierna sin deseo sexual. Así, no podía aspirar a tener los mismos “derechos” que un hombre, sino debía estar siempre sometida por él, como su esposa o como la prostituta a su servicio. Y a esto se suma la doble moral imperante incluso en nuestros días, según la cual a él se le aplaude que sea sexualmente aventurero mientras a ella se le denigra y juzga si tiene ese comportamiento. Pero si ella de pronto es vista como igual, entonces la cosa cambia.

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A lo largo de la historia de la humanidad y ahora mismo, de forma creciente, algunas condiciones favorecen el hecho de que la mujer sea más proclive a tener varias parejas sexuales, entre ellas, el deseo de novedad. He aquí algunas:

1. No está biológicamente hecha para ser fiel, para tener una sola pareja sexual, como sustenta Barash.

2. Puede haber un componente genético que empuja hacia la infidelidad: se trata del gen DRD4, que ayuda en la producción de la hormona dopamina, misma que el cerebro produce cuando siente placer. Según la doctora Anna Parsons, todos tenemos este gen, pero varía su tamaño de persona a persona. “Cuando es grande requiere más estímulo para liberar dopamina”, explica, “y se ha encontrado que esto tiene una relación directa con la mayor recurrencia en aventuras sexuales e infidelidad”. Y, claro, esto aplica por igual a ambos sexos.

3. Conforme la mujer es más independiente en lo económico es más propensa a tener varias parejas, señala un estudio del sitio Truth About Deception, además de añadir que cuando la mujer es infiel suele involucrarse emocionalmente, a diferencia de los hombres, entre los cuales es común la aventura de una sola noche.

Así que hoy en día, cuando la mujer alcanza cada vez mayor grado de autonomía económica y social, quizá la poliandria se vuelva más y más visible. ¿Y qué pasará en países como China, donde hay una clara desproporción entre el números de hombres y mujeres? Lo que no se discute es que si bien en Occidente hombres y mujeres estamos limitados por un contrato social (escrito o no) de fidelidad, por el otro lado vivimos a expensas de nuestra más profunda biología: polígama y poliándrica.


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