
Esta vez fue Lucía la víctima del violento machismo que condujo a dos hombres a cometer el peor crimen y tortura que se puede perpetuar en contra de una mujer. Pero Lucía no fue ni la primera ni la última que tendrá que responder por esta profunda injusticia que sufre todo el género femenino.
Ante esta situación, el escritor argentino Hernán Casciari reaccionó con la misma responsabilidad con la que debería responder cualquier otro ciudadano y en lugar de perder su tiempo culpando a abstracciones tan genéricas como "las políticas de estado", se hizo cargo.
¿Quieres hacerte cargo tu también? Repasemos las palabras de Casciari...
«¿Cómo es posible, nena? ¡Él es el hombre de la casa!»
El problema no está en quién lo hace sino en creer que solo la mujer es la única responsable de las tareas del hogar. Aunque parezca un detalle nimio, esta es otra manifestación de desigualdad de género. Como personas libres que somos, ni la mujer debería estar a disposición del hombre ni el hombre a disposición de la mujer: los dos tenemos la capacidad de ser autosuficientes y valernos por nuestros propios medios.

«Estoy en contra de todo tipo de violencia»
Casciari hizo lo que muchos hacemos: unirnos a la causa pero a medias, en teoría. Es muy simple afirmar que estamos en contra de la violencia; repudiar y condenar la violencia es una tarea muy sencilla, pero a este tipo de palabras se las lleva el viento... Para que esto no suceda, debemos adoptar una postura firme que se manifieste en cada uno de nuestros actos.
Son muchos años de ser un imbécil que se creía gracioso...
Decirle a un hombre que llora como una mujer también es ser machista, ¿acaso llorar no es un acto esencialmente humano? Sí, tal vez muestre un signo de vulnerabilidad, pero ¿por qué atribuir esa vulnerabilidad al género femenino? Sí, físicamente tal vez no seamos tan fuertes, pero emocionalmente no debería haber límites ni distinciones y todos deberíamos tener permitido llorar y expresar lo que sentimos.
Mi único hashtag sincero es #MeHagoCargo
Es momento de darse cuenta de que no hay que esperar a que ocurran hechos violentos para luchar en contra de esta desigualdad, porque este está presente en actos mucho más simples y cotidianos que en una violación o asesinato.
Y la batalla no se gana si nos fraccionamos, sino que lo más importante es aquí es reflexionar sobre la importancia que tiene nuestra unión, la de hombres y mujeres, como sociedad. Solo así podremos finalmente hacernos cargo.
Al fin y al cabo todos somos flores de un mismo jardín...