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Sin ganas de vivir: el extraño y desalentador síndrome que los niños refugiados padecen

8 Abr 2017 – 01:00 PM EDT

Respiran. Están vivos. Pero, en cierta manera, también están muertos. Tumbados en la cama presentan signos de vida. Un médico los mueve y no responden. Si bien están «acá», no lo están. Un estado que puede durar meses, incluso años. Estoy hablando de los refugiados y una extraña enfermedad que los ataca. La uppgivenhetssyndrom. No solo es extraña por su nombre, sus síntomas también son poco conocidos y desalentadores.

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Los refugiados no solo tienen que abandonar su hogar y su territorio, también tienen que luchar por la aceptación en otro país. Y cuando desde esos países se les da un «no», solo queda desolación. Es en esos momentos cuando los niños más sufren: ya no tienen hogar y tampoco un lugar donde caer parados, ¿qué sentido tiene seguir viviendo? Pero no deciden morir, simplemente caen en un profundo pozo, en una enfermedad extraña que parece no tener fin.

La uppgivenhetssyndrom

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Georgi es refugiado en Suecia. Sus excompañeros de colegio lo definían como enérgico, divertido, feliz, buena persona, amable, astuto, según se expresó en The New Yorker. Su familia fue rechazada por segunda vez en ese país. Eso lo angustió mucho. Pero siguió enfocándose en la escuela.

Un compañero de hockey, de Afganistán, fue deportado. Y en se momento todo pareció cambiar en Georgi. Todo se agravó cuando a fines de 2015, desde Suecia le comunicaron a la familia que debían salir inmediatamente de ese país.

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Georgi leyó la carta. La soltó y se fue a acostar. Se sintió mal y sintió como todo su cuerpo se aflojaba. Con el correr de los días dejó de responder a ciertos estímulos. No murió pero tampoco había signos de vida en él. Al poco tiempo, un médico lo diagnosticó con uppgivenhetssyndrom, comúnmente conocida como el síndrome de renuncia. Los que lo sufren no presentan ningún tipo de debilidad física ni neurológica, simplemente pierde la voluntad de vivir. «Es una forma de protegerse», explicó a la revista el médico Hultcrantz.

¿Cuál es la cura?

Aunque parezca extraño, la única cura que se encuentra es recibir la aprobación para quedarse en el país, en este caso en Suecia. Si bien no mejoran de un día para el otro, desde que la noticia llega a la familia, poco a poco empiezan a reaccionar, a moverse, a comer. Hasta que finalmente vuelven a la vida.

Los refugiados cargan con el peso de tener que irse de su hogar y de su país. Además, se enfrentan a la clausura de fronteras. No tienen lugar a donde ir y, lamentablemente, quienes más sufren son los niños.

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