¿Qué tan generoso eres? Quizás deberías hacerte revisar la amígdala

¿Tienes un amigo irritantemente tacaño? La próxima vez que te reúnas con él y haga toda clase de malabarismos para no compartir el pago de la cuenta, recomiéndale un buen médico, pero no vayas a confundirte y a sugerirle un otorrino. Tiene que ser un neurólogo, porque recientemente se ha descubierto que la generosidad o la falta de ella residen en la amígdala del cerebro.
Entre codos y mezquinos

Los hispanoparlantes en general les dicen tacaños, y más coloquialmente, agarrados. En Centroamérica y algunas partes de México los llaman codos, una sabrosa metáfora para indicar que ni golpeándolos en esa articulación del brazo, son capaces de abrir la mano cerrada. Para los venezolanos son pichirres.
Son esas personas que, según la RAE, escatiman excesivamente en el gasto, pero el diccionario no recoge en su definición todo lo pesados que pueden ser ocasionalmente esos amigos que todos tenemos con los que hay que tener las cosas claras desde antes de empezar a pedir para pagar al final.
Pues bien, a partir de ahora tendríamos que ser un poco más tolerantes con los cicateros y roñosos, ya que al parecer esa conducta proviene de una « mal formación» (¿o una «bien formación»?) cerebral.
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Cumbres de la tacañería
En 1973 fue secuestrado un nieto de Jean Paul Getty. El multimillonario estadounidense solo se avino a pagar el rescate solicitado después que recibió una de las orejas del chico. Aunque Getty justificó su conducta diciendo que pagar sin regatear era poner en riesgo a sus otros 13 nietos, muchos atribuyeron la demora a su tacañería. Quizá Getty ya había sido escarmentado por sus 5 matrimonios.
Pero el pináculo de la cicatería, según el Libro Guinness de Récords, es para una dama estadounidense de nombre Hetty Green (1834 – 1916), en su momento la mujer más rica del mundo, apodada «La bruja de Wall Street». Ni siquiera los saldos de enero eran atractivos para Hetty, quien lavaba su único vestido solo en el ruedo para ahorrar detergente.
Su hijo Edward sufrió la amputación de una pierna que se le gangrenó, porque la avara se negó a pagar una consulta médica a tiempo. Murió octogenaria de un ACV tras discutir con su única criada, seguramente por causa de un pequeño derroche doméstico. Edward se desquitó de tanta maldad y privaciones, malbaratando buena parte de la herencia con extravagancia.
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Cicateros famosos sin tener la culpa
Se dice que Madonna, Mariah Carey y Britney Spears son agarradas, quizá no tanto como Hetty Green, pero sí lo suficiente como para encabezar los ránkings del espectáculo en cuanto a tacañería. Tiger Woods y Sean Peen han destacado en dos campos bien distintos, el golf y la actuación, pero al parecer coinciden en que prefieren una patada en el bajo vientre a dejar una propina.
Por el otro extremo, a Paul Newman, Mel Gibson, Brad Pitt y Angelina Jolie se les tiene por personas muy desprendidas. La resposabilidad de tanta avaricia o generosidad sería un pequeño cuerpo situado en el cerebro, si hay que creerle a un estudio de lo más serio, realizado recientemente por un equipo de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, dirigido por el doctor Michael Platt.
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Los tacaños lo que necesitan es más amor
Conocemos muy bien a las amígdalas o adenoides, aunque solo sea por las molestias que ocasionan. Menos conocida es la amígdala cerebral, un cuerpo neuronal situado en el lóbulo temporal, que ha sido vinculado a las reacciones emocionales, particularmente al miedo.
El estudio tomó un grupo de monos macacos y lo sometió a una serie de experimentos estimulando o inhibiendo conductas dadivosas, midiendo simultáneamente la actividad cerebral de los primates. Sorprendentemente, los científicos observaron que la actividad neuronal de la amígdala cerebral de los macacos se disparaba en los momentos de generosidad, tanto en el que daba, como en el que recibía.
Los monos también fueron sometidos a inyecciones de oxitocina. Bajó los efectos de la llamada « hormona del amor» los primates se exaltaron aún más. Los donantes, más que desprendidos, se tornaron dispendiosos, mientras que los receptores cayeron en éxtasis, no se sabe sí por amor o por agradecimiento.
¡Nunca hubiéramos pensado que la tacañería podría ser curable solo con un poco de amor!
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