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"No soy la próxima Usain Bolt o la próxima Michael Phelps. Soy la primera Simone Biles"

15 Ago 2016 – 12:15 PM EDT

Muchos tal vez no habían escuchado antes de los Juegos Olímpicos de Río 2016 el nombre de Simone Biles, pero la gimnasta estadounidense, una jovencita de 19 años de edad y 1.42 m de altura, viene convirtiéndose en la más destacada de su disciplina a nivel mundial desde hace un par de años.

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Antes de presentarse en estos Juegos Olímpicos, Simone Biles ya había sido tres veces campeona mundial y tres veces campeona nacional en la competencia general individual, además de otras tres veces campeona mundial en suelo y dos veces en viga de equilibrio.

Llevaba ganadas 14 medallas, 10 de ellas doradas, lo que la convirtió en la gimnasta femenina estadounidense más condecorada. Pero ninguna de esas medallas era olímpica. Hasta ahora. Era demasiado joven para ir a Londres en 2012, pero ahora está en Río 2016 y, con la magnitud global de este evento, finalmente todo el mundo está siendo cautivado por las habilidades y destrezas de esta pequeña pero emocionante atleta.

Ha sido llamada la Michael Jordan de la gimnasia artística. Pero las comparaciones no le gustan demasiado a Simone.

No solo porque significan una presión adicional, sino también porque su nombre ya tiene la fuerza suficiente como para sostenerse por sí mismo, gracias a todos los logros que ha alcanzado.

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Simone Biles ganó esta semana su primera medalla olímpica, pero compartida con el resto del equipo de gimnastas estadounidenses, que se alzaron con el primer lugar en la competencia general por equipos (Rusia y China se quedaron con las medallas de plata y bronce respectivamente).

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Pero este jueves, finalmente Biles obtuvo su medalla personal, en la competencia general individual, la disciplina que ya venía dominando a nivel mundial antes de los JJ.OO.

Fue una actuación impresionante.

Sumó un puntaje total de 62.198 entre el salto del caballete, las barras asimétricas, la barra de equilibrio y el ejercicio de suelo, obteniendo más de dos puntos de diferencia con la gimnasta que quedó en segundo lugar (su compañera de equipo, la estadounidense Aly Raisman), algo completamente atípico en una competencia en la que las décimas o centésimas de puntos suelen hacer la diferencia entre una medalla y otra.

Como si sus logros atléticos no fueran suficientes, su historia personal —que podría ser obra de un guionista de Hollywood efectista y poco inspirado, pero la realidad hace lamentablemente creíble—, no hacen más que magnificarlos.  A la edad de 3 años quedó al cuidado temporal de su abuelo materno y esposa, ya que su madre, que tenía problemas de drogas y alcohol, no podía cuidar de ella (ni de sus tres hermanos) y su padre estuvo siempre ausente. Eventualmente, la pareja la adoptó oficialmente a ella y a su hermana menor, pero sus otros dos hermanos fueron adoptados por el hermano de su abuelo.

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Fue durante un viaje organizado por la guardería a la que asistía a los 6 años, que se interesó por primera vez en la gimnasia, y un instructor le recomendó que siguiera con ello. Eventualmente, se inscribió en un programa público de gimnasia artística y comenzó a entrenar regularmente a los 8 años. 10 años después, llegó a Río 2016 e impactó a todo el mundo.

Tras su impresionante performance y su segunda medalla olímpica, las comparaciones volvieron a surgir. Su presencia en Río 2016 llevó a que muchos la compararan con atletas que antes fueron descollantes (o lo siguen siendo) en los Juegos Olímpicos, como Usain Bolt y Michael Phelps.

Al respecto, ella respondió:

—No soy la próxima Usain Bolt o la próxima Michael Phelps. Soy la primera Simone Biles.
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