Ryan Lochte es un gran nadador que tuvo la mala suerte de competir contra Michael Phelps en su carrera. Él, muy cándido, se refiere al tema asegurando que competir contra el mejor nadador de todos los tiempos, lo hace un mejor atleta. Lochte igual es medallista olímpico, tanto en Londres 2012 como en Río 2016. Pero Ryan no hizo titulares por sus logros deportivos, ni siquiera por unirse al club de los deportistas platinados.
No, Lochte hizo y sigue haciendo titulares por el llamado #LochteGate. Verán, Lochte y otros tres nadadores del Team USA: James Feigen, Jack Conger y Gunnar Bentz, se fueron de fiesta una noche mientras aún se encontraban en Río de Janeiro, pero luego de haber concluido sus actividades atléticas.
No sabemos exactamente cómo fue la fiesta o qué hicieron los nadadores. Lo que sabemos es que luego Ryan Lochte dijo que había sido víctima de criminales esa noche junto a sus compañeros. Según él, unos hombres vestidos de policías les amenazaron con armas de fuego y les robaron.
Esto, claro, causó un estupor internacional. Pero peor escándalo fue lo que se descubrió a raíz de esto. Yo no sé si Lochte pensó que su palabra iba a ser suficiente para que nadie dudara o investigara el caso. Tal vez pensó que los reportes de alta tasa de criminalidad en Río serían suficientes para que nadie diera otro vistazo al asunto.
Pero lo que es, realmente, es un claro caso de privilegio racial. Porque si Ryan Lochte fuera un hombre negro, otro gallo cantaría, como dicen en mi tierra. Por ejemplo, recordemos a Mike Brown, el joven de 18 años asesinado por un policía en Ferguson, Estados Unidos. La realidad es que los nadadores vandalizaron una estación de servicios en la que se detuvieron, presuntamente a utilizar el baño.
" Lamentablemente los nadadores han dicho una mentira tras otra", dijeron las autoridades brasileras. " Hemos podido determinar que no hubo asalto a mano armada". Lochte y sus amigos hicieron una parada en la estación de gasolina la madrugada del domingo, en un suburbio de Río, donde procedieron a romper la puerta del baño. El dueño de la estación de servicio explicó que los atletas estadounidenses vandalizaron su propiedad orinando en una de las paredes.
Un guardia de seguridad que se encontraba armado, llegó para confrontar a los intrusos. Las autoridades aseguran que al menos uno de los nadadores atacó físicamente al vigilante de seguridad. Eventualmente los atletas dieron 50 dólares en efectivo por los daños causados.
Pero luego de las declaraciones de Lochte, un juez emitió la orden de retirarle el pasaporte para poder interrogarlo sobre el caso. El problema es que Ryan ya estaba en Estados Unidos. No sus compañeros, quienes fueron detenidos para que dieran sus declaraciones sobre los hechos.
Ahí comenzaron a surgir datos que dejaban en evidencia las declaraciones de Lochte. Ryan es el único que mantiene su versión, bueno, la versión con la que decida quedarse, porque la ha cambiado un par de veces, pero él insiste en decir que fue víctima de una asalto.
Pero independientemente de conocer lo que realmente ocurrió aquella madrugada o lo que llevó a Lochte a mentir. Vamos a darle un vistazo al lenguaje y manejo de la situación. Porque si algo queda claro es que no solo existe una clara ventaja racial en cómo vemos y tratamos estos escándalos, sino que los medios y las instituciones juegan un papel fundamental.
Ya lo hemos visto, de hecho lo vemos todo el tiempo, lo que ocurre es que no nos damos cuenta. Especialmente si nuestra piel es más bien blanca. Un atentado en Francia provoca conmoción mediática global, una masacre en Irak apenas tiene titulares. No es que no tengamos razón en horrorizarnos de lo ocurrido en Francia o cualquier lugar de Europa o de la cultura occidental.
El problema es que nos presentan los horrores que ocurren en otras culturas con una apatía que nos desliga. Como si esa gente no fuera tan gente como el resto. Lo mismo ocurre con las personas negras. Y no, no es solo en Estados Unidos.
Las redes sociales no tardaron en señalar la hipocresía y el alarmante estado del privilegio del hombre blanco.
A Douglas ya la mencionábamos en una entrada anterior. Pero Gabby también fue objeto de críticas por no tener una actitud patriótica durante el himno estadounidense luego de ganar con las Final Five el oro por equipo. Léase que no se llevó la mano al corazón.
Tamir fue un chico de 12 años asesinado por la policía mientras jugaba en un parque con una pistola de juguete.
Y así es como Ryan Lochte se une a Hope Solo en la lista de villanos olímpicos. ¿Por qué Hope Solo? La portera del mejor equipo femenino de fútbol en la actualidad puso la nota antes de comenzar su actuación en Río y justo al terminarla. Primero colgando imágenes con burlas a la situación del zika en Brasil, lo que le valió una lluvia eterna de abucheos cada vez que tocaba el balón. Y al final siendo una mala perdedora y llamando a las suecas cobardes (por eliminarlas, supongo)
Es cierto que todos, todos, hasta los que no queremos, tenemos reacciones racistas como en automático. Nuestros prejuicios hacia los negros, árabes y asiáticos, incluso los propios latinos, es real (y espantoso). Pero el problema principal está en el racismo sistemático y el de los medios.
Las instituciones tienen una columna vertebral racista y machista, también homofóbica. Lo medios usan un lenguaje que es tan parcializado que ya ni nos damos cuenta de él.
Insisto en que los medios no tienen obligación de educar a nadie, pero tienen una responsabilidad importante, porque tienen un poder importante. Los medios masivos marcan la pauta de las conversaciones. Es importante cambiar eso, puede que parezca que no podemos hacer mucho, pero cada granito de arena ayuda. Manifestar incomodidad por esta tendencia, incluso en las redes sociales, es positivo. Siempre haciéndolo con racionalidad y sin caer en la trampa de los trolls, que sólo quieren arrastrarnos hasta su altura.
Tampoco se trata de estar en contra de los hombres blancos, se trata de justicia, respeto y objetividad, que es lo mínimo que deben mostrar las instituciones y los medios. Y en general lo mínimo a lo que debería aspirar cualquier ser humano decente.