Haciendo un poco de “ mea culpa” debo confesar que a veces olvido que la meteorología es una disciplina independiente. Gracias a su indisociable ligazón con la geografía muchas veces mis estereotipos me plantean la difícil tarea de considerarla una ciencia en sí misma, en un acto de total injusticia contra una ciencia que se ha ganado su territorio en buena ley, y que incluso cuenta con importantes personalidades que han contribuido notablemente a su desarrollo.
Por este infundado prejuicio también he pecado de no incluir a muchos meteorólogos en los homenajes que semanalmente realizamos a los científicos en esta columna de Grandes Científicos, y es por ello que es hora de homenajear a uno de los investigadores que se transformó en pilar de la meteorología de hoy: Jule Gregory Charney.
Comencemos introduciendo a Charney, quien obviamente no está en la plana de fama en la que podemos encontrar nombres como los de Einstein, Tesla, Bohr, Planck, etc.
Jule Gregory Charney nació el 1 de enero de 1917 en San Francisco, y falleció el 16 de junio de 1981 en Boston. Su formación se consolidó en la UCLA, donde terminó su máster y Ph.D. en 1946, doctorándose en ciencias físicas. En ellas Charney encontró las herramientas que le permitirían desarrollar su trabajo como meteorólogo, que desarrollaremos esquemáticamente a continuación.
En cuanto a los aportes de Charney a la meteorología uno de los más destacables fue su contribución a la predicción del clima a través de modelos matemáticos. Charney desarrolló una serie de ecuaciones (la Ecuación Quasi Geostrófica) que permitían analizar el comportamiento del clima en una atmósfera con características ideales. La atmósfera así entendida debe tener las siguientes características:
- No tener nubes ni fuentes de calor que incidan sobre ella;
- No debe existir rozamiento entre el aire y otras superficies (como la de la Tierra, por ejemplo);
- El viento y el geopotencial están relacionados de forma simple;
- Hay una relación simple entre la presión y la densidad del aire.
A través de sus estudios, Charney consiguió comprender el comportamiento climático y calcular a gran escala las ondas de Rossby, que son oscilaciones producidas por los fluídos geofísicos (los océanos y la atmósfera). Entendiendo el comportamiento de la atmósfera en condiciones ideales, Charney consiguió aproximarse al comportamiento del clima real (que por definición es muy difícil de predecir y está repleto de inexactitudes).
Más allá de estos importantes descubrimientos para la meteorología en sí misma, Charney se destacó por ser uno de los precursores en considerar al calentamiento global como un fenómeno por el que debíamos preocuparnos. En 1979, dos años antes de su muerte, Charney encabezó un grupo de estudio sobre el dióxido de carbono y clima para el National Research Council.
En el informe final que detalló el estado de la cuestión para ese entonces (lo puedes descargar aquí), el equipo concluía que:
La cuantificación de estos valores fue de por sí un gran avance para la época, pero además algo muy destacable es el hecho de que en 30 años estas estimaciones no se han visto modificadas si atendemos a las conclusiones de los informes predictivos en esta área de investigación.
Indudablemente la personalidad de Charney fue sustancial para la meteorología, y es gran responsable del desarrollo de esta área del conocimiento en el siglo XX.