
Volar siempre ha formado parte de la imaginación de los hombres. La raza humana ha soñado desde siempre con surcar los cielos y admirar el mundo desde lo alto. Por desgracia hoy, cuando la tecnología nos permite gozar de la seguridad y el confort de un vuelo transatlántico, el valor de volar se ha venido a menos.
Sin embargo, en algunos lugares, aún se sigue practicando una disciplina sin igual: el recorrer ciudades enteras desde lo alto en un globo aerostático. El sentir la brisa rozando nuestra cara, el aire de lo alto que jamás habremos de respirar, la adrenalina de sentirnos tan elevados que se une a la tranquilidad de sabernos tan fuera del alcance de las cosas que tanto nos preocupan y tanto nos aquejan.
Eso es la hacienda de Apulco, en Hidalgo, a 30 minutos de Tulancingo. Uno más de los secretos que México esconde y hacen de ese país, un destino que no deja de sorprendernos cada vez que lo visitamos.
La calidad gastronómica y el trato hogareño que recibe el turista son cualidades que destacan a este rincón del territorio mexicano. Si queremos aprovechar todos los encantos de este paisaje inigualable, debemos anticiparnos al sol y despertar con la mayor voluntad de dejarnos maravillar por una naturaleza que se desnuda ante nuestros ojos.
Paseos en globo aerostático que se complementan con cabalgatas, recorridos guiados, largas caminatas y tardes de pesca en la laguna, hacen que el contacto con la naturaleza se encuentre en cada punto de nuestro itinerario.

Vía | El Universal