A los seres humanos nos resulta difícil aceptar los límites. Nuestro afán de conocimiento nos impulsa siempre a cruzar horizontes; sin embargo, la física nos ha mostrado una magnitud que no puede ser alcanzada experimentalmente: el cero absoluto. Este concepto refiere la temperatura más baja posible y significa, en teoría, la ausencia absoluta de calor. Su valor es cero grado o 0 K (-273° C / -459° F), en la escala de Kelvin.
Los primeros experimentos que sugirieron la existencia del cero absoluto fueron hechos con gases. Cuando se enfría un volumen fijo de algún gas, la presión disminuye con la temperatura. El experimento obviamente no puede ser realizado por debajo del punto de licuación del gas, pero se extrapolan valores experimentales de presión contra temperatura al cero absoluto. La temperatura a la cual la presión sería cero debe ser el cero absoluto.
Aunque el cero absoluto no puede ser alcanzado técnicamente, puede hacérsele una aproximación. Se requieren procedimientos especiales para lograr temperaturas tan bajas, llamadas criogénicas. Mediante criostatos —recipientes para mantener muy bajas las temperaturas— se puede producir helio líquido, que tiene un punto de ebullición de 4.2 K (-268° C / -452° F).
El sitio conocido más frío en la naturaleza es el espacio exterior, con 3 grados por encima del cero absoluto. La razón por la que no hay una temperatura menor se relaciona con el calor residual que dejó el Big Bang por todo el universo. Es una evidencia de que este fenómeno sucedió.
El concepto de cero absoluto tiene importantes repercusiones en las teorías científicas, su análisis es crucial para entender en profundidad distintas reacciones químicas y para el desarrollo de las hipótesis de la física cuántica.