La noticia concreta es la menos interesante, pero comencemos por ella. Recientemente la Universidad de Brigham Young le encargó al arqueólogo especializado en petroglifos James Harris el estudio de unos petroglifos encontrados en Israel, los cuales fueron sometidos a análisis exhaustivo por el arqueólogo y su equipo.
Estos símbolos resultaron ser un alfabeto antiguo pre-cananeo, el cual pudo se traducido utilizado viejos sistemas fonéticos hebreos. El sistema de símbolos parece tener 1700 años de antigüedad por datación lingüística, y concretamente los glifos encontrados narran una historia que tiene como objeto al Sol.
La importancia del hallazgo es normal, hasta que nos adentramos un poco en el contexto en el que el descubrimiento se ha producido. Este hallazgo es tan sólo una parte de un sistema simbólico que podría haberse extendido en el mundo entero sin dejar rastros aparentes, el cual rodea en un halo de misterios a este descubrimiento.
A fines de los noventa el arqueólogo amateur William McGlone descubrió una serie de símbolos similares en La Junta, Colorado, los cuales narraban la misma historia relativa al Sol. Es aquí donde se complican las cosas.
Zonas del globo donde se han producido estos misteriosos hallazgos.
El hallazgo parece ser de datación relativa aproximada, sólo que está literalmente situado al otro lado del globo. Es más, las cosas empeoran cuando prestamos atención a una cuantitativa dispersión de sistemas simbólicos similares que narran la misma historia y datados en el mismo lapso temporal, conformando un difuso horizonte arqueológico que no tiene explicación alguna.
Algo se relaciona en todo esto si observamos los hallazgos de forma aislada. Sin embargo, ¿qué es lo que los conecta? ¿Tal vez una civilización exinta? ¿la dispersión de un lenguaje que no ha sufrido cambios y que por lo tanto desafía las leyes lingüísticas? Las preguntas son muchas. Las respuestas, ninguna.
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