Una de las piezas artísticas más famosas del mundo, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, no sólo ha cautivado a los espectadores por su belleza, sino que también por el misterio escondido en su ambigua sonrisa. Ésta es visible en algunas ocasiones, mientras que en otras se oculta tras una boca inexpresiva.
Varios investigadores han estudiado este secreto, concluyendo que la sonrisa es más visible si la vemos perifericamente, y que si se modifica la posición de la nariz de Mona Lisa, también existen influencias en la percepción de la sonrisa. Luis Martinez Otero y Diego Alonso Pablos del Instituto de Neurociencias de Alicante, España, agregan argumentos para entenderla.
Los investigadores han experimentado con voluntarios para conocer diferentes aspectos de la sonrisa en diversas circunstancias. Por ejemplo, hicieron que los voluntarios la apreciaran a diversas distancias, con luz y en oscuridad, etc. Los resultados fueron muy variados.
Martínez Otero y Alonso Pablos concluyen que ello se debe a que nuestros ojos envían diferentes señales a nuestro cerebro al ver un objeto particular. Diferentes células de la retina transmiten distintos tipos de información o canales a nuestro cerebro. Por ejemplo, estos canales envían información diferente sobre el tamaño de un objeto, claridad, brillo y locación en el campo visual.
Por lo tanto, existen numerosos factores relativos para percibir la sonrisa de Mona Lisa o no. A veces está seria, a veces ríe y a veces hace las dos cosas. La respuesta está en nuestras retinas.