¿Cómo descubren los fósiles los expertos? (Jurassic Park estaba equivocado)
Los fósiles no son piezas fáciles de encontrar y un paleontólogo compartió los secretos para ser un cazador de dinosaurios exitoso.

Aunque los dinosaurios son criaturas fascinantes y Hollywood ha hecho ver la paleontología como una de las profesiones más emocionantes, en realidad también puede ser frustrante.
Hay ocasiones en que los investigadores pasan semanas excavando en un mismo lugar sin obtener resultados y hay que iniciar un nuevo proceso.

Por el contrario, existen cientos de historias en las que la suerte fue el factor determinante para encontrar desde un hueso hasta un espécimen completo. A veces ni siquiera son los paleontólogos quienes tienen el primer contacto con los fósiles.
Por ejemplo, en 2002, un cortador de mármol italiano encontró el esqueleto de una ballena de hace 40 millones de años mientras cortaba losa para uso arquitectónico.
También existe la historia de un monje que, durante un retiro para rezar solo en una cueva, encontró un trozo de mandíbula de una especie humana todavía no identificada.
En 2011, una excavación minera encontró por casualidad el fósil mejor conservado de la historia. Y, como esas historias, hay muchas otras maneras en que los fósiles han sido encontrados de maneras muy extrañas (o afortunadas).
Aunque la suerte juega un papel importante, no se debe dejar de lado el rigor científico y ahí es dónde entra el trabajo de los paleontólogos.
Los fósiles están ocultos en rocas sedimentarias; es decir, aquellas formadas de material arrastrado por agua, hielo o viento en un proceso de miles de años con diferentes reacciones químicas que ayudan a su preservación.
Las rocas ígneas, formadas por material fundido que después se enfrió, no pueden resguardar fósiles porque la temperatura durante su formación habría acabado con cualquier resto biológico.
De esta manera, los investigadores delimitan las zonas de la Tierra ricas en rocas sedimentarias para aumentar las posibilidades de encontrar un fósil.
A lo largo de la historia, algunas zonas sedimentarias han sido ocupadas por el desarrollo urbano y ahora los fósiles están enterrados bajo edificios o casas, lo cual dificulta la labor paleontológica.
Los investigadores saben cuáles son esas zonas porque pasan mucho tiempo estudiando los mapas geológicos de la Tierra para identificarlas.
Una vez que focalizaron la zona, obtienen registros de fósiles previos o del tipo de especímenes que quieren encontrar. Esto solo se logra con investigación previa de las zonas a explorar.
Algunos científicos se centran en el último periodo de vida de los dinosaurios y otros en la era temprana, por lo que no es lo mismo buscar fósiles de hace 65 millones de años que los de hace 250 millones.
De acuerdo con Hans-Dieter Sues, paleontólogo del Museo de Historia Natural Smithsoniano, no todas las zonas con rocas sedimentarias son ricas en fósiles y a veces las excavaciones no tienen resultados, incluso después de semanas.
Según el paleontólogo, no se requiere una formación estrictamente profesional para convertirse en un cazador de dinosaurios; sin embargo, es necesario tener habilidad para distinguir los fósiles en medio de las rocas.
Además de identificar las zonas en los mapas geológicos, los investigadores deben solicitar permiso a los dueños de los terrenos para explorar el lugar. Si estos no son otorgados, tampoco hay hallazgos de fósiles.
Una vez que son encontrados, los fósiles son sellados con pegamento y se envuelven en papel higiénico para enviarlo a algún laboratorio. En el caso de piezas de grandes, los paleontólogos utilizan capas de yeso parecidas a las que usan los médicos en huesos rotos.
No es una tarea fácil, pero los fósiles solo dependen de dos factores que usualmente tienen relación entre sí: la suerte y la investigación.
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