Apolo 7: cómo un simple catarro puede complicar una misión espacial
Todos sabemos que los astronautas deben estar en perfectas condiciones, y por eso pasan por muchas revisiones médicas y horas de ejercicio que garanticen su buena salud. Sin embargo, es fácil enfermarse, incluso para los que tienen un seguimiento estricto. La misión del Apolo 7 era importante, pero pocos se acuerdan de ella por los logros, sino por las complicaciones que tuvo durante el viaje.
El Apolo 7 cayó en las aguas oceánicas el 22 de octubre de 1968, luego de 11 días en el espacio. Era la primera misión luego del trágico incidente del Apolo 1 dónde murió toda la tripulación, con la esperanza de poner al hombre en la luna. El fallo del Apolo 7 fueron las tensiones internas y varios problemas consecutivos, incluido un catarro.
Casi en la luna

La misión tenía un camino fácil trazado, pero al mismo tiempo iba cargada de tecnologías y aparatos que midieran su posibilidad de llegar a la luna. Sextantes, radares, sistemas de navegación y sistema de control termal. Además, fueron los primeros en hacer una transmisión de televisión desde el espacio. Los tripulantes eran el comandante Wally Schirra, junto con Walt Cunningham y Donn Eisele.
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La tripulación no tuvo suerte, y los problemas iban creciendo con el tiempo. El comandante no consideraba que la transmisión televisiva fuera necesaria, dado que no se alcanzaba ninguna meta científica. Por otro lado, los tripulantes pensaban que la agenda estaba demasiado llena y para empeorar el asunto, todos se contagiaron con una fuerte gripe.
El catarro infernal
Estar enfermo en el espacio no es para nada igual a estarlo en la Tierra. Mientras aquí todo líquido en nuestra nariz tiende a caer, en el espacio la poca gravedad hace que se quede en su lugar. Además, estaban en una cabina presurizada, lo que llevaba a que cada vez que se sonaran la nariz, la presión hacía que sus oídos les dolieran y corrieran riesgo de que los tímpanos les estallaran.
Todo esto llevó a que el malhumor se acrecentara y comenzaran a pelearse entre ellos y con la torre de control. Schirra era un comandante algo desafiante y se llevaba mal con su tripulación. Además, se solicitó que uno de ellos estuviera despierto siempre para comunicarse con la NASA, algo que molestaba a todos. Mientras dormían, solo podían escuchar las voces de quien tenía que comunicar las actividades.
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La misión del Apolo 7 fue exitosa para la NASA, pero no para los astronautas. Luego de un trabajo tan complicado ninguno de ellos volvió al espacio, y solo Cunningham siguió trabajando en la NASA. Sin embargo, la información aportada probó que el hombre podía llegar a la Luna, dando los datos suficientes para el año entrante pisar suelo lunar.