7 perversos experimentos realizados por científicos realmente malvados
Cosas atroces intentadas en nombre de la ciencia, algunas con final más bien divertido.
1. Mujer embarazada de chimpancé

El sueño del biólogo soviético Ilya Ivanov era ver qué paría una mujer que hiciera un alumbramiento a partir de la esperma de un simio. Viajó a Francia, pero no encontró voluntarias que se dejaran inseminar. Se llevó algunos chimpancés a Moscú, pero para suerte de las mujeres rusas, el doctor murió antes de desarrollar su siniestro experimento.
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2. Cereales radiactivos

En los años 1940, la empresa Quaker Oats se propuso demostrar con un experimento que los nutrientes de sus cereales viajaban por todo el cuerpo. Reunió a 100 huérfanos, la mayoría discapacitados mentales, que fueron alimentados con avena mezclada con calcio y hierro radioactivo. En efecto, la radiación fluyó por todo el cuerpo de los desafortunados niños.
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3. Niños aislados
Los científicos primitivos querían saber si unos niños que crecieran totalmente aislados podían aprender un lenguaje. Un faraón egipcio ordenó un experimento hace 2700 años y tras un largo periodo de aislamiento, un bebé dijo algo parecido a « bekos» que significa «pan» en idioma frigio. El faraón decretó que el frigio era la lengua innata de los humanos.
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4. Los niños de Krasnogorsky
Nikolai Krasnogorsky fue un científico ruso, discípulo de Ivan Pavlov, que amplió a los niños los célebres experimentos de aquel con los perros y los reflejos condicionados. Krasnogorsky consiguió que los bebés salivaran con el timbre de una campana y recreó con los chicos los mismos experimentos de Pavlov para inducir a los perros a la ira violenta.
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5. Gonorrea infantil
En el siglo XIX se debatía sobre si la gonorrea podría propagarse como un germen. En 1895, el estadounidense Henry Heiman le inyectó a un niño de 4 años el agente infeccioso de la gonorrea solo para demostrar que era una enfermedad que podía desencadenarse a cualquier edad. Lo logró.
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6. Café venenoso
Cuando el café llegó a Suecia, se creía que era venenoso, hasta el punto de que estuvo prohibido por un tiempo. El rey Gustav III, convencido de la malignidad del café, perdonó la vida a dos condenados a muerte, a condición de que se sometieran a un experimento: uno bebería tres ollas de café al día y el otro tres de té, la bebida «buena». Lo único que se sabe después del experimento es que el bebedor de café le sobrevivió al bebedor de té y al mismo rey.
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7. Velocidad eléctrica
Fascinado con los experimentos de Franklin con la electricidad, el monje y físico francés del siglo XVIII, Jean-Antoine Nollet, se preguntaba qué tan rápido viajaría el fluido eléctrico. Reunió a los monjes de la comarca, haciendo una fila humana de un kilómetro de longitud, con los religiosos tomados de las manos. Cuando todos los monjes saltaron al mismo tiempo tras el golpe eléctrico, Nollet solo pudo anotar «viaja muy rápido».
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