adolescencia

Problemas comunes de los adolescentes

9 Mar 2013 – 06:00 AM EST

"Mami, ¿Mica ya es una adolescente?", lanzó la pregunta mi hija menor, de la nada, como si fuera un mago sacando una paloma blanca de la galera mágica. Me quedé suspendida en el aire, pensando la respuesta, porque sabía que habría una réplica. "Se podría decir que está entrando en esa etapa.", le repondí. "Ah, porque yo voy a ser adolescente cuando tenga 11 años", vaticinó. La besé y me reí.

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"Espero que crezcas un poco más despacio", le dije, y para mis adentros pensaba, que necesitaba que creciera más despacio para disfrutarla así como la disfrutaba, pudiéndola abrazar sin frenos; para que me necesitara, para que me siguiera pidiendo que la llevara a la cama y la arropara.Y además necesitaba reponerme del vértigo, tal cual montaña rusa, que produce ser madre de un hijo adolescente. Por eso, hoy EntrePadres descubre los problemas comunes de los adolescentes en todas las latitudes.

Tres características principales de los adolescentes

Charlene Gianetti y Margaret Sagarese, autoras de libro Los años de la montaña rusa, han logrado detectar tres temas en común de los que se quejan los padres de preadolescentes y adolescentes: la distracción, la desorganización y el desinterés.

Estos se producen por los cambios hormonales y sociales a los que se enfrentan los jóvenes y que muchas veces los toma por sopresa, no sólo a ellos, sino a nosotros como padres también.

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Qué hacer con la distracción

Los adolescentes pueden pasar de estar inquietos a mostrarse taciturnos, como si soñaran despiertos, y el avance tecnológico de los últimos tiempos, no los ayuda mucho: celulares, iPod, notebook, computadoras; circuitos que comunican, muchas veces sin comunicar, al alcance de la mano las 24 horas del día.

Lo importante es que como padres estemos atentos a que la distracción que sufre nuestro hijo sea sólo una "cosa de la edad", y no represente un impedimento para su progreso académico.

Si notas que presenta dificultades para la comprensión de las instrucciones escritas y orales; si presenta problemas con la memorización de los contenidos escolares; si constantemente se le escapan los detalles, entonces deberás tomar algún tipo de medida, como la consulta con un profesional por ejemplo, para contener y corregir estos comportamientos.

Qué hacer con la desorganización

Si tu hijo adolescente constantemente olvida las cosas o las pierde; subestima el tiempo necesario para cumplir con sus tareas, entonces necesitará de tí para que lo ayudes a organizarse.

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Ayúdalo a que aprenda a hacer listas de las cosas que debe hacer; también estimúlalo a que pegue cartelitos recordando las cosas con las que debe cumplir y los plazos, y sobre todo, enséñale a tu hijo a establecer prioridades.

Qué hacer con el desinterés

Es típico que el adolescente se muestre poco interesado por lo que transcurre más allá de la puerta de su habitación. Lo importante es diferenciar entre el "desinterés normal" y el "desinterés preocupante".

Para esto, lo mejor es seguir nuestro instinto de padres; ofreciéndole nuevos intereses para que recuperen el entusiasmo por el entorno y mostrarnos nosotros mismos entusiasmados con lo que ellos tienen para ofrecer y enseñar al mundo.

Me vuelve a la cabeza la pregunta de mi hija menor, "Mami, ¿Mica ya es adolescente?". Sí, ya es una adolescente, la descubro cuando preserva su intimidad, cerrando la puerta de su habitación; la descubro en sus tacos de siete centímetros; la descubro cuando me aconseja cómo vestirme; la descubro cuando cuida a su hermana menor, aunque sea a regañadientes. La descubro en su seguridad y en su vulnerabilidad; la descubro en lo profundo de sus ojos azules, abiertos, expectantes, por momentos ausentes, mientras escucha con los auriculares a su ídola, Miley Cyrus.

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La descubro y descubrirla es amarla, amarla profundamente, a pesar de la rebeldía, de las contestaciones por momentos, de los portazos; porque ella, al igual que yo estamos empezando a transitar juntas eso que se llama adolescencia, y que para los padres significa soltar los hijos, aunque los retengamos con las puntas de nuestros dedos.

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