Si tienes un pequeño de cerca de tres años, tus oídos estarán agotados de escuchar, casi permanentemente, desde que te levantas hasta que te acuestas, el típico por qué. Si lo quieres llevar a la cama, te mira y te pregunta por qué. Si le dices que es hora de bañarse, te mira y te dice por qué. Si le dices que ahora no puede comer un caramelo, te mira y te dice por qué. Siempre por qué.
Al principio, dabas con una inconmensurable paciencia toda la argumentación del caso. pero los por qué se fueron multiplicando como bellos conejitos blancos, al tiempo que tu paciencia y tu saliva disminuían.
Por eso, hoy me apiado de ti y te cuento cómo lidiar con la edad de los por qué.
Te damos un aliciente: no existe una madre en todo el mundo que no haya sobrevivido a esta etapa de sus hijos.

Lo que significa el por qué de los niños
A pesar de que parezca contradictorio, el por qué de los niños entre los dos y los cuatro años, nada tiene que ver con la búsqueda de información. Los niños de esa edad utilizan el por qué como una forma de protesta, es la forma que tienen de decirte que lo que le estás proponiendo le disgusta o no está de acuerdo. También los pequeños, que serán pequeños, pero muy creativos, lo utilizan para retrasar el momento de hacer lo que les pides que hagan.
Más allá de la razón por la que tu hijo establezca el por qué como una forma de comunicación contigo, debes entender que en realidad eso no es lo importante; él hará todo lo posible para medirte y obtener lo que desea.

Qué podemos hacer los padres frente a los por qué
Muchas veces gastamos energías extras tratando de hacerles entender a nuestros pequeños los beneficios de nuestras decisiones o pedidos, pero habrá momentos en los que no puedas convencer a tu hijo de que el mundo es cómo tú lo ves. El niño seguirá tras su objetivo y le costará renunciar a lo que realmente quiere.
Por eso, una de las primeras cosas que puedes hacer es contestar el primer por qué a lo que le pides y los siguientes cien, ignorarlos, ya que tu repuesta será siempre la misma. Siempre con calma y paciencia, dile que lo que le estás diciendo no es un debate, es simplemente una orden.
Reconócele sus sentimientos, como por ejemplo; "Sé que no quieres ir a la cama, pero tu cuerpo necesita reponer energías para que mañana podamos volver a jugar".
No importa qué batalla se establezca, ni el agotamiento que te produzcan sus quejas, argumentos e incluso rabietas; no cedas, puede parecer la solución más fácil en el momento, pero estás sentando un precedente que no te ayudará en el futuro.
Encuentra en EntrePadres más consejos acerca de la educación de nuestros hijos.