
Los padres no siempre estamos preparados para lidiar correctamente con un berrinche, enojo o exaltación de nuestros hijos.
La presión social, la desesperación y la falta de información pueden complicar aún más esos momentos y lo peor es que por una mala decisión podemos marcar a nuestros hijos por mucho tiempo o incluso de por vida, pues ellos son como esponjas y en sus primeras etapas cualquier vivencia se potencializa.
Y si tu hijo tiene algún trastorno en el desarrollo (TGD), como es mi caso, la situación es más difícil. Entonces, ¿qué podemos hacer?
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Mamá de un niño con TGD
Como madre tuve que pasar por varias etapas de trabajo propio y entendimiento de mi hijo, quien tiene un grado de autismo, para poder encontrar la mejor manera de corregirlo según su forma de ver las cosas.
Conforme conocí a mi hijo, me di cuenta de que él no relacionaba causa y efecto de la misma manera que un niño promedio, ni siquiera en los juegos o los premios, mucho menos en los castigos.
¿Un golpe? ¡Jamás! En primer lugar porque ya no estamos en esa época donde para nuestras abuelas era toda la información que conocían, donde asociábamos dolor con poder, poder con control y control con disciplina. Ahora, el poder intelectual es el que domina.
Si tienes un niño con TGD (trastorno generalizado del desarrollo) o TDG NE (trastorno generalizado del desarrollo no especificado), en especial con grados de autismo o Asperger, debes saber que su punto débil principalmente está en el aspecto cognitivo, es decir, la forma en cómo perciben el mundo y la información que les rodea.
Dale su espacio
Para nosotros como padres es de vital importancia entender que muchas de las rabietas de un niño con TGD no son como las de otros niños (una mezcla de manipulación temprana con frustración), sus cerebros funcionan de manera diferente y muchas veces ni siquiera ellos saben qué les sucede.
Por lo tanto, al momento de corregir una crisis o lo que identifiquemos como un comportamiento inadecuado, la mejor manera de hacerlo es dándoles su espacio.
Tal y como se lee: dale su espacio, su tiempo (sin perderlo de vista nunca) y notarás los resultados.
La primera vez que lo intenté tomé a mi hijo de la mano, aún pataleando, lo llevé a su cuarto y de forma tranquila le dije “necesitas estar solo, cálmate, respira y cuando estés listo me llamas”. Pensé que el llanto le duraría un rato, pero me asombró ver cómo casi de inmediato me buscó como si nada hubiera ocurrido.
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No lo sobreestimules
Los niños con TGD tienden a sobreestimularse de manera fácil e incluso las muestras excesivas de amor o felicidad pueden abrumarlos, por ello, muchas veces mientras más tratemos de hablarles y aplicar actos que en otros niños funcionarían, para ellos será peor la situación. Así que de verdad, dale sus 5 minutos, explícale que es por su bien, condúcelo con amor y literalmente nadie saldrá lastimado.
Ahora cada que mi hijo entra en crisis, él mismo toma mi mano para que lo conduzca a un espacio relajado y volver a controlar sus emociones; cuando encuentres el momento adecuado pregúntale qué siente o el porqué de su enojo, háblale de las consecuencias y tus razones por igual.
Los hijos necesitan de nosotros y los hijos con TDG aún más.
¿Tú cómo corriges el mal comportamiento de tus hijos?