
El virus del herpes simple tipo 1, también conocido como HSV-1, es una infección que provoca herpes. Esta condición se transmite por vía oral y a través del contacto directo con la persona infectada. El HSV-1 tiene un nivel de contagio muy elevado y es muy común alrededor del mundo.
Es muy frecuente adquirir este virus durante la infancia y una vez que esto sucede se instala en el organismo para siempre. En casi todos los casos, la infección del HSV-1 se manifiesta con un herpes oral (úlceras alrededor de la boca, sobre los labios), pero en algunos casos también se puede instalar en el área genital o anal.
Síntomas

Al principio, esta infección no presenta casi síntomas y muchas personas cuando la contraen no lo notan de inmediato. Luego, la presencia del virus se manifiesta a través de dolorosas ampollas y úlceras adentro o alrededor de la boca y provocan ardor en esta zona previo a su aparición.
Una vez que la persona se infecta del virus, las úlceras y ampollas pueden aparecer esporádicamente, con una frecuencia que depende del organismo de cada persona.
El herpes genital que causa el HSV-1 provoca úlceras y ampollas en las zonas genitales, pero su frecuencia es menor.
¿Cómo se transmite?
La infección se transmite por vía oral cuando se tiene contacto directo con las ampollas, la saliva o superficies en contacto con la boca de la persona infectada.
La transmisión puede ocurrir cuando aún no hay presencia de ampollas o úlceras, pero el riesgo aumenta cuando hay un contacto con estas.
Prevención y tratamiento
Si bien el herpes puede contagiarse incluso cuando no presenta síntomas, las probabilidades de que ocurra un contagio son mayores si están presentes las ampollas.
Quienes padecen este virus deberían evitar todo tipo de contacto oral con otras personas. Es importante que no mantengan sexo oral para impedir que el herpes se transmita a los genitales de la pareja. Asimismo es fundamental evitar compartir objetos que hayan entrado en contacto directo con las zonas afectadas.
Las medicaciones más recomendadas y más efectivas son los antibióticos tales como el aciclovir y el famciclovir. A pesar de que no lo pueden curar porque se instala en el cuerpo para siempre, sí ayudan a reducir los síntomas y la frecuencia con que aparecen. Por tanto, no dudes en consultar a tu médico para que te recete el que mejor se ajuste a tus necesidades.