La condición, que afecta a miles de niños en EEUU, consiste básicamente en un desorden de sangrado que impide la buena coagulación y que el paciente pueda controlar el flujo de sangre. La pediatra Nidra Rodríguez, de UT Health, explica que los padres deben estar pendientes a moretones sin explicación o a sangrados recurrentes, pues podrían ser síntomas de este trastorno.

Recibir el diagnóstico de hemofilia puede ser perturbador para madres y padres: precisamente son los más chicos quienes están más propensos a hacerse heridas o tener accidentes que causen hemorragias y su cuerpo no podrá detenerlas naturalmente. Pero la enfermedad no debe ser motivo de angustias si se siguen las indicaciones del médico tratante al pie de la letra.

Hasta mediados del siglo XX tener este mal congénito significaba llevar una vida con limitaciones y secuelas que podían llegar a ser graves. Hoy es posible una existencia plena y saludable, la clave está en comprender la naturaleza de la enfermedad y seguir el tratamiento adecuado.

La hemofilia generalmente es hereditaria, lo cual quiere decir que se transmite de padres a hijos a través de los genes de los padres.

Las personas que tienen hemofilia no logran sanar las heridas con facilidad porque su sangre carece de un factor de coagulación.

Es una afección hemorrágica hereditaria que hace que la sangre no coagule de manera adecuada. En Estados Unidos se registran cerca de 400 nuevos casos al año. Conoce de qué se trata esta afección que afecta a 1 de cada 5,000 bebés varones y qué perspectivas de tratamiento existen, según datos del CDC.