En su primera aparición pública como mandatario electo de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro pronunció una decena de veces la palabra “libertad”, y dijo que se propone “liberar al país” y a la política exterior de las relaciones de “tipo ideológico”.
La red de mensajería móvil perteneciente a Facebook ha tenido un rol fundamental en los comicios que pueden llevar a la presidencia de Brasil al ultraderechista Jair Bolsonaro. Sin participar en debates televisivos ni hacer campaña en las calles, el excapitán del Ejército y su equipo han hecho de esta aplicación su pilar propagandístico para promover 'fake news'.
Casi la mitad de los electores -49 millones de brasileños- depositaron su confianza en un candidato de extrema derecha que ha hecho de la apología de la violencia su propia marca. Ahora deberá enfrentarse en la segunda vuelta a Fernando Haddad, el candidato del expresidente Lula Da Silva que tiene como reto intentar seducir a la centroderecha que desconfía del autoritarismo de Bolsonaro.
A pesar de las manifestaciones masivas en su contra, el candidato conocido por sus declaraciones racistas, homófobas y por ser un nostálgico de la dictadura, venció en la segunda vuelta de las elecciones con más del 55% de los votos al sustituto de Lula, Fernando Haddad. The Economist lo definió como “la última amenaza para América Latina”.
El expresidente ha designado como sustituto a Fernando Haddad que se enfrenta a unos comicios marcados por la violencia y por la extrema polarización del país.
La matanza, que se desató por ataques de un grupo criminal a comisarías y acabó generando lo que muchos consideran una venganza policial indiscriminada contra civiles, se produjo en Sao Paulo entre el 12 y el 26 de mayo de 2006.
La serie de Netflix sobre la operación Lava Jato presenta en ocho capítulos una de las investigaciones de corrupción más complejas que ha salpicado a políticos de todos los símbolos y acabó, entre otros, con el expresidente Lula en la cárcel. Pero la adaptación de la historia del director José Padilha generó una fuerte polémica en Brasil.
El misterioso asesinato de Matheus/a Passarelli, estudiante binario de 21 años, recuerda que Brasil es el país del mundo donde más personas de la comunidad LGBT mueren por violencia. La expectativa de vida de las personas transgénero brasileñas es de solo 35 años.
El 14 de marzo, la concejala y activista por los derechos humanos se convirtió en una estadística, la que dice que en Brasil una afrodescendiente tiene el doble de posibilidades de morir que una blanca. Su asesinato provocó manifestaciones en todo el país plagadas de mujeres que, como hizo ella en vida, salieron a las calles sin miedo.
El juez federal Sergio Moro decretó la prisión del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a 12 años de cárcel por corrupción. El expresidente tiene hasta las 5 de la tarde del viernes para entregarse en Curitiba. Su entrada en prisión simboliza la caída de una de las figuras más relevantes de la política contemporánea, en un país carcomido por la corrupción.
En apenas un mes, una concejala fue asesinada, el expresidente Lula sufrió un atentado y un juez del Supremo recibió amenazas contra su familia. El juicio que puede concretar esta semana la entrada de Lula da Silva en prisión aviva más el clima de odio que se respira en el gigante sudamericano.
Entre otras cosas, Jair Bolsonaro ha dicho que a los gays no se les quiere sino que se les aguanta, que sus hijos nunca saldrían con una negra, que hay que cerrar las fronteras para que no entren más venezolanos o que los militares tenían que haber matado más durante la dictadura. Según las encuestas, es el segundo en preferencia de voto tras Lula, a quien la justicia podría sacar de la carrera presidencial.
La corte suprema de Brasil autorizó que el presidente sea investigado en el marco de la Operación Lava Jato por el supuesto traspaso de 3.5 millones de dólares de la constructora Odebrecht al partido del mandatario, el PMBD.
La medida del presidente Michel Temer de poner al Ejército a cargo de la seguridad en Río de Janeiro ha generado preocupación en las comunidades más pobres del estado brasileño. En la última semana, un video de tres jóvenes con consejos para cuidarse de la policía ha sido compartido por decenas de miles de personas.
Después de que su condena fuera ratificada por un tribunal, el expresidente brasileño se enfrenta a dos escenarios poco esperanzadores a sus 73 años: podría entrar en la cárcel para cumplir una pena de 12 años y un mes y ver cómo se le escapa de las manos la oportunidad de recuperar la presidencia del país.