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Hacinamiento y violencia, una combinación letal: un motín en una cárcel brasileña termina con más de 50 reclusos muertos

3 Ene 2017 – 08:17 AM EST

A fines de 2014, un estudio determinó que la población carcelaria de Brasil era de casi 160 % respecto a la capacidad oficial y, presumiblemente, ese número ha ido en aumento desde entonces.

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La superpoblación de las cárceles es según la organización de derechos humanos Human Rights Watch “el problema más básico, y el más crónico” que azota al sistema penal en ese país, que además se ubica en el cuarto lugar en todo el mundo con la mayor cantidad de reclusos, solamente por detrás de Estados Unidos, China y Rusia.

Los poco más de 232.000 reclusos que había en el país en el año 2000 se convirtieron a comienzos de 2015 en más de 620.000.

(El notable documental 13th de Ava DuVernay, que se puede ver en Netflix, argumenta que en Estados Unidos el crecimiento de la población de las cárceles es una forma de perpetuar la esclavitud, ya que los principales perjudicados —apuntados o perseguidos, según sostiene la película— son los afroestadounidenses; si se acepta la hipótesis, cabría pensar en un fenómeno similar en Brasil, con una historia racial y de esclavitud igual de complicada y con un brutal aumento en la población carcelaria en las últimas décadas).

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Con esta tasa de crecimiento, las autoridades tuvieron cada vez más dificultades para controlar a los reclusos y las prisiones de máxima seguridad se convirtieron en algunos casos en un trágico oxímoron. La violencia fue escalando hasta llegar a niveles increíblemente salvajes, desplegados por sanguinarias bandas criminales que dominan las cárceles.

El ejemplo más reciente y más acabado de todo este problema en Brasil, comenzó este pasado domingo en el Centro Penitenciario Anisio Jobim, ubicado en Manaos, en el estado de Amazonas.

Enfrentamiento entre bandas

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El chispazo inicial fue ocasionado por una reyerta entre dos pandillas rivales que se disputan el control del tráfico de drogas en el lugar.

Un grupo de criminales intentó fugarse para crear una distracción en los oficiales de seguridad y permitir a miembros de su banda perpetrar un ataque sobre miembros de la banda rival.

Así, seis prisioneros fueron decapitados y arrojados hacia el exterior del patio de la prisión, por encima de las vallas perimetrales de seguridad.

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Mientras las autoridades de la prisión tomaban consciencia de lo que estaba sucediendo, el enfrentamiento se agudizó y las víctimas fatales comenzaron a acumularse. 

Diecisiete horas después de comenzado el motín, los oficiales pudieron volver a tomar control de la prisión, cuando la pandilla que lideraba la rebelión entregó sus armas y liberó ilesos a 12 policías que tenían de rehenes.

Los reclusos que tomaron de rehenes fueron en su mayoría asesinados y se estima que en total murieron alrededor de 60 prisioneros.

Las autoridades creen que durante el caos, además, alrededor de 300 reclusos se dieron a la fuga, pero todavía están intentando esclarecer la cifra.

La sobrepoblación y la seguridad

El Centro Penitenciario Anisio Jobim cuenta con una capacidad para 454 reclusos, pero albergaba a 1.224 hombres, según BBC.

Muchas de las prisiones más violentas de Brasil son, además de superpobladas, controladas de hecho por pandillas criminales, y este tipo de enfrentamientos entre bandas rivales no son infrecuentes.

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Según el secretario de seguridad del estado de Amazonas, Sergio Fontes, el enfrentamiento se dio entre la banda conocida como Familia del Norte (FDN), muy poderosa localmente, y la banda Primer Comando Capital (PCC), una de las más grandes de Brasil, originada en San Pablo.

“Durante las negociaciones para terminar el motín, los prisioneros que lo habían comenzado no tenían casi ningún pedido ni exigencia”, dijo Fontes, “simplemente pidieron no ser maltratados por los policías”.

Aparentemente, porque ya habían cumplido con su misión, que era la de asesinar a varios miembros de la banda rival y con esto enviar un mensaje.

Muchos de los criminales en estas violentas prisiones más remotas de Brasil, provienen de áreas urbanas de grandes ciudades como San Pablo y Río de Janeiro, pero son trasladados hasta allí con la intención de disociarlos de sus bandas. Evidentemente, la estrategia no está dando mucho resultado.

Este es el tercer violento motín carcelario en menos de tres meses en Brasil que termina trágicamente. En octubre pasado, 25 prisioneros murieron en una cárcel de Boa Vista, en el estado de Roraima, y otros 7 en una prisión juvenil en Caruaru, Pernambuco.

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Una estrategia que podría resultar más eficaz sería la de reducir el hacinamiento y mejorar las condiciones de reclusión, medidas que indefectiblemente se traducirían en una mayor seguridad para los reclusos y para los oficiales. 

Pero, evidentemente, una solución de este tipo es bastante más difícil e implicaría diversos cambios en el sistema penal que no todos los actores sociales y políticos están dispuestos a asumir.

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