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El líder que fue George Floyd en su barrio

Por PATRICIA CLAREMBAUX, ANDREA PATIÑO CONTRERAS Y FEDERICA NARANCIO
25 de mayo de 2021
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En Cuney Homes, el complejo de viviendas de bajos recursos donde creció, el más antiguo de Houston, lo recuerdan como alguien que motivó a sus amigos y allegados a usar la música o el deporte como medios para dejar la pobreza. Su asesinato hace un año a manos de un policía en Minneapolis se ha convertido en el motor de una lucha nacional contra el racismo sistémico. Ahora hay murales con su rostro allí y en cualquier ciudad de Estados Unidos; claman que las vidas y los derechos de los negros importan.

Cinco amigos armaron maletas el 25 de mayo de 2020 y emprendieron camino de Houston a Minneapolis. Tenían en sus celulares un video viral con una escena de abuso policial tan extremo que ninguno de ellos había vivido. Conocían a la víctima: George Floyd. Había sido asesinado por un oficial que lo comprimió durante casi nueve minutos contra el pavimento pese a que repetía: “No puedo respirar”.

El grupo, en el que iba el reconocido rapero Cal Wayne, uno de sus grandes amigos, manejó 22 horas para llegar a la tienda Cup Foods de la avenida Chicago con la calle 38 a preguntar por qué ‘Big Floyd’, como lo llaman, había acabado muerto en ese punto. “No quería verlo en la televisión, no quería escucharlo ahí, quería ir a ver qué pasó, así que nos fuimos”.

Cuando llegaron hallaron una ciudad con calles revueltas, manifestantes por doquier, estaciones de policía ardiendo en fuego. Lo recuerdan como una película. El asesinato de su amigo —un hombre negro de 46 años— tras una denuncia por un billete falso, comenzaba a despertar a un país entero que no quería escuchar un “no puedo respirar” más, como el de Floyd.

Ha pasado un año desde ese momento. Derek Chauvin, el agente que sembró su rodilla en el cuello de Floyd por 9 minutos y 29 segundos, fue declarado culpable de asesinato y escuchará su sentencia el 25 de junio. A tres policías más que participaron y no frenaron el abuso, les espera un juicio que comienza el 23 de agosto. Para algunos, se está haciendo justicia. Para otros, el camino aún está empezando a labrarse.

El complejo de viviendas al suroeste de Houston en el que creció Floyd, Cuney Homes, se ha encargado de mantener vivo su recuerdo. En los alrededores hay al menos cinco murales pintados con la cara de ‘Big Floyd’. Y su rostro y nombre están tatuados en las piernas, espaldas y brazos de muchos de sus residentes. Sus amigos y vecinos hablan del líder que fue. Aunque muchos ya no vivan en sus apartamentos, todos vuelven a Cuney Homes.

George Floyd ayudó a Tiffany Cofield a entender la violencia en las calles. En 2015 ella era maestra en una secundaria, la Hope Academy Charter School, apenas a una milla y media de distancia de Cuney Homes.

Third Ward, la zona que contiene a esta comunidad y a esa escuela, tuvo en 2016 una tasa de crímenes violentos tres veces más alta que la de todo Houston (1,026 por cada 100,000 habitantes). En los pasillos de la secundaria se replicaban las disputas callejeras: estudiantes de pandillas rivales se daban palizas casi a diario.

“Llegamos a un punto en el que difícilmente se veían clases sin que hubiera una pelea (...) No sabía manejarlo ni por qué había esa tensión”, dice Cofield. Un estudiante le recomendó pedir ayuda a un tal ‘Big Floyd’.

“¿Quién es ‘Big Floyd’ y por qué tengo que hablar con él?”, le preguntó. “Ellos me respondían: ‘En serio, señorita Cofield. ‘Big Floyd’ puede ayudarla’”. Lo pensó un par de días hasta que lo llamó.

"(Floyd) Estaba en el drive thru de un Wendy’s y me dijo que me acercara a su comunidad (...) Para ser honesta, yo estaba nerviosa, asustada. Vivo en el área de Third Ward pero nunca me había movido a ese lado que es tan conocido por la violencia, las drogas, la pobreza. Así que cuando me dijo que me acercara, pensé: ‘¿Quién le dice a alguien que vaya a la peor zona de la ciudad?’”

El mural se encuentra en Holman street, a dos minutos de Cuney Homes. Lo pintaron en esa pared porque está justo frente a la esquina en la que Floyd solía sentarse por las tardes con otros lugareños. Foto: Federica Narancio / Univision.

El mundo de Cofield era muy diferente al de Floyd: ella creció en un hogar con sus dos padres bajo el mismo techo, ambos con varios diplomas universitarios y empleos bien remunerados; fue a escuelas en Houston con más recursos y programas deportivos. También se graduó de Comunicaciones, Cultura y Medios en Howard University, en Washington DC; y luego estudió Pedagogía para trabajar como maestra en la escuela de su papá, la Hope Academy.

Tiffany Cofield era amiga de George Floyd y también de LaTonya, una de sus hermanas mayores. Dice que ambos eran “realmente claustrofóbicos”. LaTonya, por ejemplo, no viaja en aviones sino en carro y tampoco se sube en ascensores. George no toleraba los espacios pequeños. Si iba a hacer un viaje largo, lo hacía en carro y al volante.

Cuando conversaron esa tarde en la Cadillac SRX negra de Cofield, frente a la casa de la madre de Floyd, cerca de Cuney Homes, aquellas brechas no importaron. Tenían un interés común: frenar las rencillas diarias entre estudiantes para que pudieran asistir a sus clases. Él le explicó por qué algunos de esos jóvenes, residentes en su comunidad, eran tan “agresivos o estaban tan molestos”.

“Había mucha historia pasada entre estos estudiantes que yo no sabía, como hermanos o primos asesinados por sus rivales”, recuerda Cofield. “Me dijo que había un par de esos estudiantes, cuyos padres estaban encarcelados, que tenían problemas legales; que la abuela de uno de ellos, quien lo criaba, era diabética; me dijo que posiblemente podían faltar a la escuela porque además tenían hijos, aunque ellos mismos tenían apenas 15 años”.

Tiffany Cofield era amiga de George Floyd y también de LaTonya, una de sus hermanas mayores. Dice que ambos eran “realmente claustrofóbicos”. LaTonya, por ejemplo, no viaja en aviones sino en carro y tampoco se sube en ascensores. George no toleraba los espacios pequeños. Si iba a hacer un viaje largo, lo hacía en carro y al volante.

La conversación duró casi cuatro horas. Se despidieron con la oferta de Floyd de participar en los juegos de baloncesto con estos jóvenes y en varios proyectos comunitarios. “George tuvo un rol fundamental al ayudarme a llegar a estos muchachos porque ni soy hombre ni soy padre, así que no sabía cómo acercarme a ellos frente a temas que no entiendo. No crecí en Cuney Homes, así que no conocía las dinámicas”.

Ese día también fue el inicio de su amistad. Cofield cuenta que tras conversaciones y negociaciones de Floyd con estos jóvenes, las trifulcas se redujeron. Ella misma siente que desde entonces fue más sencillo acercarse a los estudiantes e incluso abogar por ellos.

“Me ayudó a validar lo que les decía, porque yo iba a sus comunidades, al proyecto, al barrio, con ellos, con ‘Big Floyd’. Les dio una perspectiva diferente sobre mi interés por ayudarlos a pesar de dónde venía”.

Cofield cree que Floyd, “como líder”, le tendió la mano porque vio algo de sí mismo en esos jóvenes: “Sintió que les podía dar algo de esperanzas, algo de posibilidades, y convencerlos de la idea de que pueden ser mucho más de lo que les brinda su entorno; que pueden ser más que vendedores de droga o criminales; que pueden ser algo más que solo residentes de Cuney Homes”.

En el caso de Floyd, lidió con varios arrestos y adicciones. “Como era mayor, había vivido y pasado por diferentes retos, podía ver que aún así se puede tener un futuro y se pueden tomar decisiones para cambiarlo”.

En 1940, Cuney Homes se convirtió en el primer complejo de viviendas en alquiler para personas de bajos recursos construido por la Autoridad de Viviendas de Houston (HHA). Entonces —igual que ahora— la mayoría de sus residentes eran personas de color con bajos ingresos.

Jeffrey Lowe, profesor asociado de Planificación Urbana y Política Ambiental en la Texas Southern University e investigador en temas de equidad racial en materia de viviendas, explica que el proyecto representó una “oportunidad real” de arranque para afroestadounidenses que se movían desde zonas rurales a urbanas. Hacia los años 60, muchos de sus residentes comenzaron a mudarse a otras áreas de la ciudad y quienes quedaron en el complejo fueron aquellos con menos ingresos, nivel educativo y posibilidades de empleo.

Un grupo de señoras en un jardín de Cuney Homes en esta foto tomada en octubre de 1994. Earlie Hudnall/PDNB Gallery

“Realmente tenías una concentración de pobreza en la zona y las políticas públicas no apoyaron la erradicación de la segregación racial”, dice Lowe, ni siquiera después de que leyes como Jim Crow fueron erradicadas. Al mantener ese sistema, no se destinaron a barrios como Cuney Homes los mismos recursos que fueron invertidos en zonas predominantemente blancas para promover estructuras de desarrollo equitativo sin importar el color de piel de sus habitantes, explica.

Para reducir las brechas –según él– debería haber políticas para que cierto porcentaje de los empleados del centro médico de Houston —a casi cuatro millas de distancia— provenga de barrios de bajos recursos, como Cuney Homes. Dice además que la gentrificación que está ocurriendo en Third Ward —un distrito al sudeste del downtown donde está Cuney Homes y donde hay mansiones y hogares muy pobres— debería incluir entre 10% y 20% de viviendas de arriendo a un precio más accesible.

George Floyd abrió las puertas de Cuney Homes al pastor Patrick Ngwolo en 2014. Un extraño no puede entrar solo en esta comunidad. Se necesita un aliado y eso fue Floyd para él.

“Quería tener relaciones y sembrar raíces fuertes en Cuney Homes. No solo queríamos ayudar a la gente en su desarrollo espiritual, sino físico, emocional, educativo. Nada de eso hubiera sido posible si no hubiéramos tenido a alguien que dijera: ‘Estos chicos son cool, son buenos, no están aquí para investigarlos sino para ayudarlos’”.

Lo primero que organizaron fue un torneo de básquetbol. Floyd habló con los vecinos para pedirles que durante esas horas no hubiera altercados, pero también formó un equipo con varios de sus amigos y compitieron: “Como ellos jugaron, todo el mundo quería jugar”, recuerda Ngwolo. Y ganaron: “Vencieron a chicos de 20 años y él tenía unos 40”.

De ahí en adelante las puertas de Cuney Homes se abrieron de par en par, y Ngwolo y su equipo comenzaron a hacer servicios religiosos regularmente, a estrechar relaciones. Dice que se sentaron con madres y abuelas que les pedían ayuda cuando sus hijos dejaban de escucharlas. Cuenta que lograron ayudar a jóvenes para que salieran de la comunidad. Entre ellos, a uno de origen mexicano a quien apoyaron financieramente cuando les dijo que su sueño era estudiar: ahora es corredor de bolsa en Wall Street.

“Floyd era una figura esencial en su comunidad. Cuando él entraba en una habitación, todo el mundo sabía quién era. Siempre alentó a los jóvenes a que intentaran cosas nuevas y se movieran en la dirección correcta”.

Por eso Ngwolo considera que la historia de Floyd “es una historia de redención” y “sacrificio”, que se cuenta con su empeño por ayudar a cualquiera; con su intento de ir a college o su viaje de cientos de millas a Minnesota porque “verdaderamente quería hacer algo con su vida”, en su caso, obtener una licencia para conducir camiones. También incluye sus errores y los minutos en los que le suplicó a los cuatro policías de Minneapolis que lo dejaran respirar.

“Vivimos en el proceso de convertirnos en lo que divinamente se nos ha asignado. Tenemos un comienzo y un final y creo que su final fue mucho más grandioso que su comienzo”.

Las brechas de Cuney Homes

La proporción de graduados universitarios y con estudios superiores es mucho más baja

en Cuney Homes que en Houston o Harris.

 

7%

33%

32%

Área de

Cuney Homes

Houston

Condado

Harris

Aproximadamente, por cada

residentes mayores de 25 años con estudios superiores en Houston...

en la zona

de Cuney

Homes.

...hay

El ingreso per cápita anual en la zona de viviendas públicas de Cuney Homes es casi un quinto del de Houston o el condado Harris.

Área de Cuney Homes

$7,081

Houston

$32,521

Condado Harris

$32,765

La gran mayoría de las familias en

Cuney Homes tiene ingresos anuales

por debajo de los $50,0000. La mediana

por hogar ronda $11,600.

Fuente: Census Reporter. American Community Survey (2015-2019). Los datos del área de Cuney Homes corresponden a los del Bloque 1, Harris, TX. El margen de error para la

población con estudios superiores en el área es de +/-6.7% y para el ingreso per capita ±$1,297.

Las brechas de Cuney Homes

La proporción de graduados universitarios y con

estudios superiores es mucho más baja en

Cuney Homes que en Houston o el condado Harris.

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Área de

Cuney Homes

Houston

Condado

Harris

Aproximadamente, por cada

residentes mayores de 25 años con estudios superiores en Houston...

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de Cuney Homes.

El ingreso per cápita anual en la zona de viviendas públicas de Cuney Homes es casi un quinto del de Houston o el condado Harris.

Área de Cuney Homes

$7,081

Houston

$32,521

Condado Harris

$32,765

La gran mayoría de las familias en Cuney Homes tiene ingresos anuales por debajo de los $50,0000.

La mediana por hogar ronda $11,600.

Fuente: Census Reporter. American Community Survey (2015-2019).

Los datos del área de Cuney Homes corresponden a los del Bloque 1, Harris, TX. El margen de error para la población con estudios superiores en el área es de +/-6.7% y para el ingreso per capita ±$1,297.

Las brechas de Cuney Homes

La proporción de graduados universitarios y con estudios superiores es mucho más baja en Cuney Homes que en Houston o el condado Harris.

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Houston

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Área de

Cuney Homes

Aproximadamente, por cada

residentes mayores

de 25 años con estudios superiores en Houston...

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en la zona de Cuney Homes.

El ingreso per cápita anual en la zona de viviendas públicas de

Cuney Homes es casi un quinto del de Houston o el condado Harris.

Área de Cuney Homes

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Houston

$32,521

Condado Harris

$32,765

La gran mayoría de las familias en Cuney Homes tiene ingresos anuales

por debajo de los $50,0000. La mediana por hogar ronda $11,600.

Fuente: Census Reporter. American Community Survey (2015-2019). Los datos del área de Cuney Homes corresponden a los del Bloque 1, Harris, TX. El margen de error para la población con estudios superiores en el área es de +/-6.7% y para el ingreso per capita ±$1,297.

En una caminata de una hora se recorren las calles cercanas a Cuney Homes. Hay dos tiendas en las que se puede comprar comida, pero solo una, la Scott Food Mart, está abierta permanentemente. Su puerta es un punto de encuentro entre amigos. Allí van por salchichas, productos de limpieza, mezcla para panquecas, arroz, bebidas alcohólicas. También se puede pasar el rato sentado en sus máquinas con juegos de azar. A pie también se llega a la secundaria Yates y a la primaria Blackshear. Más allá hay un Wendy’s. El resto son casas, iglesias bautistas envejecidas y centros comunitarios.

Entre sus residentes hay quienes dicen que las únicas formas de salir de Cuney Homes son los deportes o la música. Algunos mencionan la venta de drogas. En su cancha siempre hay jóvenes picando y encestando el balón, y sus calles suelen ser el set de grabación de videos de raperos y hip-hoperos de la zona.

George Floyd fue la primera persona a la que Cal Wayne admiró. Fue su primer modelo a seguir, un hermano mayor, casi un padre. “Fue quien me enseñó desde la música hasta la vida (...) Me crió”, dice el rapero houstoniano. “No había nadie como él”.

Sus familias se conocieron en Cuney Homes y eran muy cercanas. Cuando la mamá de Wayne cayó en prisión, él y su hermano, de 12 y 11 años, fueron acogidos por la madre de Floyd, Cissy, como un par de hijos más. Así que muchos de sus grandes recuerdos de infancia quedaron en ese apartamento, el 31-D.

”En nuestro vecindario se vivía mucha violencia y había malas cosas ocurriendo. George fue la primera persona positiva que conocí”, dice Cal Wayne, que viste de rojo en esta foto de su adolescencia. Cortesía Cal Wayne

Mientras Floyd iba a la escuela y se destacaba casi en cualquier deporte, Wayne asegura que hizo lo necesario para mantener a su hermano: repartió periódicos, limpió el estacionamiento de algún Burger King de Houston y también hizo “cosas malas” que prefiere no mencionar. “Al ser el mayor, la mentalidad era de que tenía que ser el hombre de la casa. Me convertí en un hombre como a los 10 años. Estaba en las calles desde los 10 años (...) Mi niñez fue dura, éramos pobres”, asegura. “No hay nada que no haya visto en la calle, cualquier cosa en la que pienses, la he visto”.

”En nuestro vecindario se vivía mucha violencia y había malas cosas ocurriendo. George fue la primera persona positiva que conocí”, dice Cal Wayne, que viste de rojo en esta foto de su adolescencia. Cortesía Cal Wayne

A esa edad, el sueño de muchos niños es tener un juguete o parecerse a algún superhéroe. El de Wayne era muy diferente. En algún momento quiso ser astronauta o músico, pero no tenía tiempo para esas distracciones: “Mi sueño era no tener hambre. La pasamos muy duro. Creo que viví lo peor de lo peor (...) Mi meta era sobrevivir”.

De la familia de Wayne no queda nadie vivo. Ni sus padres, ni sus primos, ni su hermano. Murieron por disparos mientras él pagaba tres condenas diferentes que lo dejaron casi nueve años encerrado en prisión.

Toda su historia está en sus canciones. Como en ‘Welcome Me Back’ (‘Denme la bienvenida’), donde expresó cuánto había añorado salir en libertad. En el video, quienes lo reciben mientras él rapea son sus afectos: “No saben lo mucho que he rezado por esto”, dice con energía. Va caminando por las calles cercanas a Cuney Homes y lo abrazan, entre otros, LaTonya Floyd, Tiffany Cofield, el rapero Thae Tha Truth y Christopher Hutchins, uno de sus amigos entrañables y quien fue asesinado el 17 de mayo de 2021. También aparece el exjefe de la Policía de Houston, Art Acevedo. Lo grabaron en febrero de 2021, justo el día en que la secundaria Yates, donde estudió Floyd, permitió que pintaran un mural en su calle para honrarle.

“Si la gente cree que crecer en la pobreza y ser pobre te hace una mala persona o alguien molesto con la vida, se equivocan. Eso solo me hizo ambicioso, me motivó a querer ser más”.

Como era malo en los deportes, desde los siete años Wayne usó la música como vía de escape y cantó en la iglesia. A los 10 comenzó a rapear en la calle. Se hizo profesional mucho después, a los 26 años, cuando sacó su primer disco comercial. Ni siquiera estando en prisión dejó de componer las canciones que luego estarían en sus álbumes. Anotaba las letras en cuadernos, papeles, servilletas, en lo que tuviera a la mano en su celda o en los espacios comunes con otros reclusos.

“Floyd siempre me decía: ‘Hombre, tienes mucho talento’. La música era lo mío (...) Y cuando finalmente me escuchó, nunca se apartó de mi lado”. Cuenta que lo acompañó como parte de su equipo de seguridad en los conciertos, como fan detrás del escenario, en sus videos, dando el visto bueno a sus composiciones mientras estuvieron juntos en prisión —cuando Floyd fue encarcelado por robo agravado.

Cal Wayne es uno de los raperos más reconocidos en Third Ward y Houston. En 2012 grabó su primer álbum profesional. Desde entonces ha sacado seis más. Cortesía de JoBreaNeal

A Wayne la música le dio un respeto que había añorado. Ahora muchos jóvenes de Cuney Homes y del ‘ghetto’ lo ven con la misma admiración que él sentía por Floyd. “Yo quería cambiar, quería ser alguien. Ese era todo mi objetivo: ser alguien a quien mi vecindario pudiera respetar. Eso era todo para mí: quería ser una motivación para cualquiera que hubiera crecido igual que yo”.

Un grupo de niños de Cuney Homes fue llevado a una piscina por una vecina del complejo de viviendas para que se distrajeran. Entre ellos, Stephanie Torres cuando tenía 14 años, al centro vestida con una franela roja. Cortesía de Stephanie Torres Square

En Cuney Homes es común escuchar que entre vecinos se ayudan. Cuando alguien no tiene para comer, otros comparten su mesa; cuando un niño queda sin casa porque sus padres fueron encarcelados, otros lo acogen; muchos se aconsejan y refuerzan el valor de la música o el deporte como un medio para construir un futuro fuera de la pobreza.

La doctora Quianta Moore, experta en políticas de salud infantil del Instituto de Políticas Públicas Baker, asegura que Third Ward es una comunidad resiliente a pesar de los retos económicos que tienen los habitantes en zonas de escasos recursos.

En esta fotografía de Cuney Homes tomada en 1992, los vecinos esperan la llegada de un desfile anual organizado en el histórico barrio de Third Ward. Earlie Hudnall/PDNB Gallery

“Cualquier tipo de comportamiento prosocial es importante para mitigar otros factores como los bajos ingresos o algunas de las disparidades con empleo o inseguridad alimentaria”, explica. En esa dinámica también resalta al deporte. Con estructuras de apoyo —que van desde un padre, un mentor u organizaciones— los jóvenes pueden superar el mal desempeño académico y ser exitosos.

Para Moore, se debe contemplar una mayor inversión en las políticas públicas que se piensen para estas comunidades. Considera que una parte del American Rescue Plan propuesto por el presidente Joe Biden debería estar destinado a programas de apoyo social y psicológico para las escuelas y también para los papás. “No es fácil ser padre, pero es más difícil cuando eres una persona con bajos recursos, porque llevas a cuestas todo el estrés y la tensión de la inestabilidad en la vivienda, en la comida y en tu vida”.

George Floyd y Stephanie Torres Square tenían en común la pasión por el deporte. Con frecuencia se encontraban en la cancha de baloncesto de Cuney Homes. Se animaban mutuamente, pero además él le daba consejos a ella y a sus hermanas, como a tantos otros jóvenes del barrio.

Su dedicación a la pelota la ayudó a ganar becas para alcanzar un título universitario; ahora es directora de una secundaria de Houston.

Abajo, sosteniendo el balón, Stephanie Torres, acompañada por el resto de las jugadoras del equipo de baloncesto de la secundaria Yates, a una calle de Cuney Homes, donde estudió. Cortesía de Stephanie Torres Square.

La familia de Stephanie había llegado a Estados Unidos en los años ochenta, huyendo de la guerra civil en Nicaragua. Su migración los había llevado por barrios de Colorado y Florida hasta que terminaron en Texas. Cuando llegaron a Cuney Homes, Stephanie cursaba séptimo grado. Recuerda que no eran extraños en esa comunidad: a muchos de sus vecinos los habían conocido en albergues en los que habían dormido meses atrás.

Su papá, que le limitaba el tiempo en la cancha, duró poco bajo el mismo techo: fue encarcelado y después deportado. Así que la madre, que hasta entonces solo se había dedicado a atender actividades de la iglesia, quedó sola con cinco hijas que mantener y entró en estado de depresión y ansiedad.

Para cubrir la ausencia de la madre, a sus 12 años Stephanie se hizo pasar por adulta para trabajar en una compañía de limpieza y en varias floristerías. Cuenta que el entorno la ayudaba a no sentirse “tan pobre” porque “todo el mundo era pobre”. Pero no olvida que perdió, por ejemplo, una beca que recibió para hacer gimnasia porque no tenían carro; que dejó de anotarse en torneos de básquet porque no tenía cómo pagar la inscripción y que su familia nunca disfrutó de unas vacaciones.

“Lo más urgente para los jóvenes en Cuney Homes es la necesidad de comer, la necesidad de pagar la renta, la necesidad de pagar los 'biles' del momento. Eso hace que los estudiantes se preocupen más por buscar maneras de tener dinero”, lamenta Stephanie refiriéndose no solo a lo que ella vivió, sino también a lo que cree siguen viviendo muchos jóvenes en ese barrio. “Uno no puede invertir mucho tiempo en planear para el futuro”.

“Yo tenía que trabajar para comprar los uniformes de mis hermanas”, recuerda Stephanie Torres Square. Jeremiah O. Rhodes/Univision

Stephanie se marchó de Cuney Homes en 2003, cuando con la ayuda de la coordinadora de la secundaria Yates consiguió una beca y entró en la Universidad Sam Houston a estudiar Ciencias de la Computación. Siempre ha regresado al barrio. “Esta es mi familia, me da alegría (...) ‘Un techo, una familia’, eso es lo que Cuney Homes es para mí”, dice.

Jeremiah O. Rhodes/Univision
Este mural es el más emblemático pintado tras la muerte de George Floyd. Está en la pared de una tienda de comida, pero también frente a una de las casas en las que vivió con su madre.

Unos días después del asesinato de George Floyd, la comunidad decidió honrarlo con un mural que pintaron Sylvia y Álex Román, madre e hijo, en la pared lateral de la tienda de comida Scott Food Mart. Desde entonces se ha convertido en un punto de encuentro de Stephanie con sus viejos amigos, pero también en un lugar de tributo y respeto.

“Esto que le pasó a él, podría haber sido a cualquier persona. Fue tratado de una manera menor que un humano”, asegura. Stephanie se casó con un hombre de color de una familia de Third Ward. Tienen tres hijos varones: mellizos de 15 años y uno más de 13. Ella se empeña en que cada uno logre su sueño.

En sus conversaciones después de aquel 25 de mayo de 2020 les aconseja que si llegan a encontrarse con la policía en algún momento, traten de “sobrevivir la experiencia primero”. Después de eso, les dice, se peleará la injusticia.

El miedo de las comunidades negras a tener un encuentro con la policía es real: todos en algún momento han tenido en sus mesas o reuniones la conversación sobre qué hacer si son detenidos en una calle. La muerte de Floyd confirmó sus temores.

La web Mapping Police Violence tiene un registro de los abusos contra ciudadanos en Estados Unidos: 28% de los que murieron en manos de la policía en 2020 eran negros, pese a que representan apenas 13% de la población total. En sus estimaciones, las personas de color son tres veces más propensas que las blancas a ser víctimas de estos enfrentamientos fatales. Y en la mayoría de los casos, el hecho ocurre después de que fueron detenidos al manejar, para evaluar el estado mental de la persona, tras llamados por problemas domésticos o por reportes de ofensas leves.

George Floyd y Demetrius Lott se conocieron en 1996 en una fiesta callejera cuando ambos eran estudiantes de primer año y jugadores de fútbol americano de la Texas A&M University, en Kingsville. “Era un gigante muy gentil”, recuerda Lott. Desde ese momento fueron amigos.

Lott dice que cuando ‘Big Floyd’ se marchó para Minnesota perdieron el contacto. La siguiente noticia que tuvo de él se la dio al teléfono un compañero que tenían en común en la universidad: le mandó uno de los videos grabados ese 25 de mayo en la avenida Chicago de Minneapolis.

“Me sentí vulnerable, débil, en shock, con muchas emociones corriendo por mi cuerpo”, dice. “Me preguntaba qué había podido pasar. No pude trabajar el resto del día con eso en mi cabeza. Pasé el día viendo las noticias y tratando de pensar qué es lo que (George) había hecho y preguntándome si la policía realmente lo había matado. No merecía eso. Se me rompía el corazón al ver a alguien que yo conocía pasando por esa situación”.

Desde ese 25 de mayo de 2020, dice Lott, cambió algunas cosas en su rutina: está más atento cuando ve a un policía, mantiene los papeles del auto en la guantera, analiza mejor todo lo que hace cuando está en la calle. “Ese pudo haber sido mi hijo, pudo haber sido mi papá, mi hermano”.

El tema de los abusos policiales siempre ha estado en las reuniones entre amigos o familiares de Lott. Es tan común como amarrarse las trenzas de los zapatos, dice: “Es una conversación que tienes que tener, es desafortunada (...) El ser negro te hace sentir que estás en la mira y que siempre tienes que hacer más”. Él mismo asegura que ha sido orillado mientras maneja “muchas veces” y sin razón, “solo porque piensan que tienes algo malo”. Le ha pasado desde los 16 años, a pesar de venir de un hogar de clase media y de haberse mantenido siempre lejos de las drogas y otros problemas.

Demetrius Lott logró graduarse en la universidad en Educación Física y en Ciencias del Comportamiento Social. Andrea Patiño Contreras/Univision

Lott tiene un hijo de 23 años que estudia en la universidad. Siempre le aconseja que obedezca a todo lo que le pida la policía, sin resistirse: “Prefiero que lo lleven a prisión a tener que enterrarlo (...) ‘Ellos están buscando cualquier razón para dispararte, herirte o para pegarte el taser’, eso le digo todo el tiempo y él lo sabe”.

Para este houstoniano, la muerte de Floyd “cambió el mundo”, “desafortunadamente inspiró” y llevó a las comunidades blancas a conversar con los negros sobre la segregación racial en Estados Unidos. “Me siento esperanzado con el futuro. Creo que las cosas mejorarán. No creo que en este punto puedan ir peor”.

George Floyd era el mundo para LaTonya. Dice que de bebé brillaba; que disfrutaba cuando de niños jugaban a las escondidas o cuando la perseguía; que a sus cinco años, él ya golpeaba fuerte cualquier pelota. La familia dormía en el mismo sofá, en el mismo colchón, apiñados en el piso, donde cupieran todos juntos; cada uno tenía tres mudas de ropa que combinaba para que parecieran nuevas. Eran pobres.

George Floyd abrazado por su madre Cissy. Cortesía LaTonya Floyd

Ella se enorgullece al contar que, a pesar de todo, su hermano fue el primero de los Floyd que logró ir a la universidad gracias a su pasión por el deporte. Él les había prometido que sería conocido como rapero o jugador de baloncesto: “Él iba a sacar a la familia de la pobreza. (...) ‘No van a comer más sándwiches de banana’, nos dijo”.

George Floyd abrazado por su madre Cissy. Cortesía LaTonya Floyd

Floyd cumplió su promesa, asegura LaTonya, porque todos han hablado de él desde el 25 de mayo de 2020. Lo que lamenta es que haya sido “por la brutalidad de lo que pasó”.

Una semana antes de que Chauvin presionara a Floyd con su rodilla contra el pavimento hasta quitarle el aliento, LaTonya y George cantaron y se rieron mientras hablaban por teléfono. Cuando se veían en persona, en Cuney Homes o donde fuera, bailaban y cantaban, se sentaban en la calle a hablar, se burlaban uno del otro: “Éramos muy unidos”.

LaTonya Floyd da unas palabras durante el funeral de su hermano en la iglesia Fountain of Praise el 9 de junio de 2020 en Houston, Texas. Getty Images

Desde que George fue asesinado, LaTonya dice que no hay nada que pueda sacarla de esa tristeza: “No volveré a ser la misma”. Llora.

El 20 de abril de 2021, cuando el policía Derek Chauvin fue hallado culpable por el asesinato de su hermano, cuenta que casi se desmayó en plena sala del tribunal del condado de Hennepin al escuchar el veredicto de “culpable, culpable, culpable”. Sintió que se hacía justicia. Dolida, dice que hubiera querido ver la cara del oficial cuando salió del recinto esposado. Ninguna de las dos cosas le reconforta, pues nunca volverá a ver a su George.

LaTonya ha decidido mirar hacia adelante y no porque quiera sino porque, asegura, es lo que su hermano hubiera querido. Le alienta el movimiento que se ha creado.

“Ahora tenemos gente peleando por nosotros, hemos llegado muy lejos, es irreal. Los Floyd pelearemos por otras familias”.

Para ella, el movimiento que se creó apenas está comenzando. “Será un camino increíble, hacia allá vamos”.

Con frecuencia, LaTonya pierde las fuerzas. Para recargarse vuelve a Cuney Homes, donde quedaron tantos buenos recuerdos con su hermano George. Va todos los días. “Allá siento su presencia donde sea. Es el mejor sentimiento del mundo”.

CRÉDITOS

Producción: Patricia Clarembaux, Andrea Patiño Contreras,
Federica Narancio y Jeremiah O. Rhodes
Textos: Patricia Clarembaux
Edición de texto: José López
Video: Andrea Patiño Contreras, Federica Narancio y Jeremiah O. Rhodes
Edición de video: Andrea Patiño Contreras, Anna Clare Spelman y Federica Narancio
Foto: Andrea Patiño Contreras, Federica Narancio,
Jeremiah O. Rhodes y Patricia Clarembaux
Montaje: Javier Figueroa
Infografía y Gráficos: Ana Elena Azpúrua y Raúl Ávila
Redes sociales: Carolina Hurtado