El radicalismo mexicoamericano frente a Trump y las deportaciones

LOS ÁNGELES, California.- Los herederos de Aztlán y los abanderados de los Nican Tlaca representan algunas de las posiciones más radicales frente a la doctrina de las deportaciones, los discursos antinmigrante de Donald Trump, y en general el statu quo cultural, político y religioso de Estados Unidos, un territorio que se consideran legítimamente propio porque -explican- sus antecesores aztecas y mayas ya lo habitaban antes de que llegaran los europeos con el cristianismo, hablando español, inglés y francés.
Grupos como Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán (MEChA), Boinas Café, Movimiento Mexica, Unión del Barrio, y otros más apegados al anarquismo se han dejado notar en las protestas recientes contra mítines políticos en California, entre ellos de Trump, en los que se vivieron momentos de tensión y actos vandálicos.
Los más extremistas no solo rechazan la situación actual, se niegan a ser reconocidos como hispanos, latinos o latinoamericanos, indios, mestizos o a ser denominados "la raza", por considerar que son nombres acuñados por una ideología que defiende "la supremacía blanca", según Movimiento Mexica.
“Cuando Trump habla de ilegales y criminales debería estar refiriéndose a sus ancestros europeos que llegaron aquí”, mencionó Nelyollotl Toltecatl, codirector del Movimiento Mexica en Los Ángeles, en una entrevista con Univision Los Ángeles.
“Sí, pueden decir que somos radicales, extremistas, pero el verdadero extremismo es que se queden callados, y aunque nosotros no expresáramos esto, de cualquier manera ‘Los Trumps’ van a seguir con su postura de querer echarnos de nuestra propia casa”, manifestó Toltecatl, que asegura que el propósito de su grupo es ofrecer información histórica.
En una línea parecida se encuentra MEChA, que sí abraza conceptos como "raza" y "chicanos", pero aspira a la autodeterminación de los pueblos indígenas, incluido gran parte del sur y el oeste de EEUU (de Texas a California), una zona que vinculan con el legado de los aztecas y que se conoce como Aztlán.
La "reconquista" de identidad
El empeño de Unión del Barrio tiene más que ver con el mantenimiento de la identidad cultural de los inmigrantes en EEUU frente al visión anglosajona y blanca del país.
“Cuando uno va a una protesta con la bandera de su país lo hace con orgullo por sus raíces y su cultura, es lo que nos hace ser mejor personas, la suma de culturas y tradiciones, por eso en lo personal no veo como un conflicto que se muestre la bandera en la protestas”, comentó Martín Terrones, integrante de Unión del Barrio, que se refirió a esa lucha como “reconquista”.
Dijo que el uso de la bandera de otros países es para enviar el mensaje sobre la diversidad de Estados Unidos y que quienes critican eso lo hacen disfrazados de un falso patriotismo.
“Si amo la bandera de mi país no significa que no ame a Estados Unidos”, agregó Terrones. “Es como hablar español, porque hay algunos que quieren que sólo hablemos en inglés”.
Más leña al fuego
Para Octavio Pescador, catedrático de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), entre los discursos extremistas de los indigenistas y los conservadores estadounidenses los que salen perjudicados son los indocumentados.
En las protestas a favor de una reforma migratoria o contra las ideas de Trump, dijo Pescador, siempre habrá infiltrados y provocadores que buscarán desprestigiar el movimiento.
Además de los anarquistas antisistema, explicó el académico de UCLA, hay quienes se cubren el rostro con pañuelos o máscaras para vandalizar, que son personas que no tienen nada que ganar o perder porque tienen estatus migratorio regular o son nacidos en este país, pero que afectan el movimiento al provocar destrozos o quemar la bandera de Estados Unidos, relató a Univision.
“Con sus acciones le echan más gasolina al fuego”, agregó. “Por eso las posiciones radicales siempre perjudican una causa y al radicalizar alimentas a los radicales del otro lado”.
Jorge Mario Cabrera, portavoz de CHIRLA, una de las principales organizaciones que ha encabezado las movilizaciones proinmigrantes, reiteró que los extremos nunca han sido un punto saludable para llegar a un diálogo.
“Hay que entender que Estados Unidos es una nación de inmigrantes, quienes llegan a trabajar y a formar parte de la fibra de esta nación. No podemos negar nuestros antecedentes culturales, pero cuando no estamos dispuestos a establecer un diálogo, nos negamos esa oportunidad de un futuro mejor”.
En fuego cruzado
Y en ese fuego cruzado de discursos están personas como José Ucelo, uno de los 11 millones de indocumentados que Donald Trump ha dicho que quiere expulsar del país, un guatemalteco que no entiende mucho de política y tampoco está muy enterado de esa lucha ideológica de los mexicoamericanos.
Asegura que desde que llegó de Centroamérica hace ya 15 años se ha dedicado a trabajar, ya sea en construcción, jardinería, limpieza o mudanzas, en lo que sea que le llegue como jornalero que se para en una esquina o afuera de un Home Depot.
“Yo soy indocumentado y a mucha honra”, dice José. “Porque me ando ganando el sagrado alimento de mi familia honradamente”.
Al considerar que le parece absurdo que Trump quiera echarlos del país, le lanzó una pregunta: ¿Quién va a hacer los trabajos que hacemos nosotros? Porque en los trabajos que yo he hecho nunca he visto a un güero”, declaró.
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