Lo que nos toca

Empecemos ahora. Quizás nos tome años y generaciones. Mientras nada cambie en el camino, asistiremos aún a muchas trágicas muertes. Pero si no empezamos ahora, no lo lograremos nunca.
Quizás nosotros por ser migrantes podemos ver lo que dentro de la cultura estadounidense se vuelve un punto ciego.
En el mundo de las narraciones de ficción —en la literatura y en la escritura de libretos— y en el periodismo, hay un lector/editor, que logra ver la historia como un bosque, con cierta distancia, y se da cuenta de bellezas, oportunidades, faltas o incongruencias que el escritor mismo no pudo apreciar, por ser el responsable de armar el tupido de árboles desde dentro del paisaje.
Así, los que vinimos de otras tierras a éstas podemos ver sus extraordinarias bondades, naturalizadas para quienes aquí nacieron, pero un enorme tesoro para quienes llegaron: libertades individuales, económicas, políticas, religiosas, sexuales, educación, oportunidades.
Así, en vía contraria, podemos ser muy útiles para señalar que lo que parece muy aceptado no es necesariamente cierto. Y en casos, como el de las armas, muy costoso. Tan costoso como la vida misma.
Son centenares de tiroteos absurdos que hemos visto en iglesias, escuelas, centros comerciales, conciertos. A algún lunático se le ocurre una idea depredadora y le basta con ir a una tienda cercana, apertrecharse de un arsenal y, sin mayores obstáculos, efectúa su locura.
Esta vez, además, para la comunidad latina la tragedia es especialmente dolorosa: Rodríguez, Mireles, Salguedo, Martínez. Los apellidos de las víctimas, en su gran mayoría niños de apenas siete u ocho años, son de procedencia hispana, que son quienes viven en este condado de apenas 16,000 personas.
La tragedia es tan conocida, que al dolor le sobrepone la frustración y la resignación: numerosísimos mensajes en las redes expresan la desesperanza que produce la incapacidad del estamento político e institucional del país para hacer algo que limite estas horribles matanzas.
Y es quizás en ese punto donde nos toca actuar. Divulgar, discutir. Nos tomará tiempo producir una transformación, pero si no empezamos ahora a producir las ideas que puedan cambiar la mentalidad colectiva que sirven los escenarios para estas matanzas, ¿qué haremos entonces? ¿No es precisamente porque se trata de un largo proceso que empezar a crear una consciencia distinta es más urgente?
Hay en el imaginario de creencias de la ciudadanía de Estados Unidos un número de falacias que quizás sean piedra angular para entender y transformar todo el estado de cosas que permiten que masacres como la de Texas ocurran y vuelvan a ocurrir como una fatalidad que parece inevitable, un duelo sin fondo, una deuda impagable con la locura.
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En primer lugar, la Constitución. El texto fundacional de este país inauguró una nueva era mundial de naciones al fragor de una república fundada alrededor del concepto de la libertad. En Estados Unidos se trata a la Constitución con honores, y razones no faltan. Gracias a la Constitución, por ejemplo, que es una institución inmaculada, el Golpe de Estado que el trumpismo intentó acometer el 6 de enero, finalmente no se dio, pues los mismos partidarios de Trump prefirieron defender las Constitución que estar en el poder.
Pero la Constitución fue concebida, escrita y enmendada en el siglo XVIII, en un mundo rural, en el que el Estado apenas aparecía como gran edificio de convivencia de leyes, no existían los derechos humanos, las armas eran rudimentarias (lo más sofisticado era un cañón), no había una industria armamentística capaz de producirlas para el transeúnte más pobre.
La idea de esa segunda enmienda constitucional responde a un mundo que no existe ya. En el mundo moderno, la seguridad pública es una atribución del Estado, de las policías. La utilización de la segunda enmienda como motivo para perpetuar la venta de armas es una mera excusa interesada.
Las constituciones se modernizan, se reinterpretan, porque los tiempos cambian, y el mundo avanza. Es algo que ha pasado infinidad de veces en Estados Unidos: la Corte Suprema define lo que no está o está desfasado en la Constitución. Ningún país podría funcionar con base en un documento creado hace dos siglos y medio.
En segundo lugar, hay una cadena de valores que la cultura popular le da a las armas que carece de fundamento y, por el contrario, las evidencias fácticas le contradicen. El estadounidense promedio le confiere a las armas valores que le asocian con la libertad, con el poder del individuo y con ser autogestionario, y la verdad es que no hay ningún estudio, caso, ni estadística que así lo demuestre.
Las armas hacen proliferar la muerte, la delincuencia, traen la violencia a la resolución de conflictos, no aumentan la seguridad, incrementan los homicidios en inocentes y producen matanzas como las que acabamos de ver.
No ha habido, como se dice en las teorías de conspiración, ningún intento de totalitarismo repelido con armas de civiles, nadie se ha liberado en Estados Unidos a través de las armas, ni hay relación alguna entre el poder que logran los ciudadanos en este país y la tenencia de armas. Es sólo b#$%sh*(t.
El mundo está repleto de evidencias de que cuando las armas salen de manos de los civiles, la violencia y la muerte de inocentes por homicidios innecesarios disminuye drásticamente. Pero es un tema que debe empezar a hablarse públicamente, sin pruritos, sin tabúes. Sin la amenaza de que quien lo considere traiciona la Constitución o renuncia a un privilegio.
La tendencia indiscriminada de armas no es sino un rasgo primitivo y debe ser, como cualquier otro, dirimido y transformado por la sociedad en su conjunto.
Quizás nos falten años o generaciones para lograrlo, pero iniciar la conversación es fundamental para abrir el camino.
Quizás sea a nosotros, los que vinimos de otro país, a quienes nos toque exponerlo sin el chantaje vacío del que son falsas premisas quienes piensan que tener armas o no les atribuye más o menos libertad, poder, privilegios o derechos.
Sólo muerte. Es lo único que las armas traen.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.