null: nullpx

El cuento que nos echamos

"Las historias que elegimos en las plataformas, que son una extensión exponencialmente multiplicada de lo que consumíamos en la televisión tradicional o en el cine, nos siembran una o varias formas de ver el mundo, tan compleja o simple como las encontremos, tan diversas o próximas como las escojamos".
Opinión
Periodista/especialista en narrativas de ficción y no ficción.
2022-07-22T17:14:27-04:00
Comparte
Default image alt
"Las redes sociales tienen normas para borrar fotografías publicadas sin consentimiento". Crédito: Getty Images

Dice Robert Mckee, uno de los grandes gurúes de la narrativa hollywoodense, que si hasta hace unas décadas las marcas que elegíamos (los partidos políticos, los carros, la ropa, los electrodomésticos) eran símbolos fundamentales con los que construíamos parte de nuestra identidad, hoy en día esa función la hacen, con mucho más preponderancia, las historias que consumimos.

Tiene razón Mckee... pero se queda corto.

Las historias que elegimos en las plataformas, que son una extensión exponencialmente multiplicada de lo que consumíamos en la televisión tradicional o en el cine, nos siembran una o varias formas de ver el mundo, tan compleja o simple como las encontremos, tan diversas o próximas como las escojamos.

Personajes, géneros, estéticas, diálogos, humores, resentimientos, mundos, optimismos, derrotismos, distopías, fatalidades, apreciación de la belleza, poesía: nuestro consumo actual de historias nos da tema de conversación, extiende nuestra personalidad y la complementa, habla de nosotros, nos abre determinadas puertas para armarnos una narrativa del mundo.

Pero la formación de la identidad a través del modo en que nos relatamos no acaba allí. Ni de lejos. En el lugar de trabajo y con la narrativa de nuestros jefes, en la familia y con la manera de enfrentarnos al hecho de vivir que nos dieron padres y parientes, en la escuela, con la visión que da cada maestro...

Las instituciones todas nos cuentan el país, el sentido de la vida, la manera en que enfrentamos los problemas, nos transmiten la cultura y el sentido del humor (a veces inexistente, lo cual es, siempre, un signo grave), los valores religiosos y/o históricos de la sociedad en la que vivimos.

Un presidente es un gran narrador de su tiempo.

En la medida en que esos cuentos son más abiertos, complejos, tolerantes, curiosos, entonces nuestra manera de armar el mundo será también más o menos abierta o cerrada, tolerante o intolerante, simple o compleja.

Pero la forma de contarnos no es definitiva, sino que se construye permanentemente. Tiene una base histórica pero se sucede día a día a través de los medios de comunicación, sobre todo, de las redes sociales, del discurso oficial, del discurso no oficial.

Por eso en las dictaduras, que buscan el poder absoluto y no alternativo, se preocupan tanto por controlar el cuento al que los ciudadanos tienen acceso, por lo que cierran medios, o los compran, o los censuran.

En la medida en la que tengamos menos capacidad para escoger el cuento de la vida que nos echamos, en la medida en que seamos menos libres para tener un cuento propio, en esa medida seremos menos individuos, menos capaces de innovar, de ejercer el poder de nuestra ciudadanía.

Por eso es importante que, frente a las redes, a la polarización, al discurso oficial, a los medios que defienden una parcialidad, encontremos nuestra libertad de hacernos nuestra propia, compleja y crítica historia. Cuando respondemos a una sola de las partes, usualmente, estamos echando el cuento de otro.

Y volviendo a la ficción, por donde comenzamos, el villano siempre tiene sus razones. A veces son inaceptables. Pero no todo el que nos adversa o adversamos es villano. O es un villano de razones inaceptables. También los héroes tienen sus intereses, y lo importante es que nosotros, recibiendo todos los cuentos que se pueden recibir en libertad, contemos también nuestra historia propia.

Los inmigrantes afrontamos grandes complejidades para echar nuestros cuentos. En primer lugar, tenemos el reto de echarlo, en una cultura que inicialmente es de la propiedad de quien tiene más tiempo acá, habla otro idioma y viene de otra historia. Luego, saber de la complejidad de la cultura de la que venimos y de la nueva, de nosotros y del prójimo, nos permitirá que en esa complejidad de contexto, nuestro cuento, simple y personal, sea más auténtico y valioso.

En contarnos, y contarnos bien, reside nuestra identidad, la percepción que tenemos del presente, y el destino que tendremos en el futuro.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

Comparte
RELACIONADOS:OpiniónPolíticaIdentidadLatinosReligión

Más contenido de tu interés