El desastre anunciado que dejó Fiona en Puerto Rico

La posibilidad de que un nuevo fenómeno tropical devastara a Puerto Rico tras el catastrófico azote de María hace cinco años era una bomba de tiempo. Y estalló. A pesar de ser un huracán de categoría uno, Fiona causó en la isla estragos que acaso no debieron ser tan profundos ni duraderos.
Incluyen por lo menos 10 muertos, apagones generalizados que continúan una semana después y que se prolongarán y falta de agua potable para gran parte de la población. Se lo debemos a una combinación de factores, algunos de los cuales eran tan previsibles como evitables.
Cuando azota un huracán, la primera causa de las ruinas que deja es el huracán mismo. Fiona mostró desde el principio un comportamiento errático que hizo difícil predecir su fuerza, el lugar por donde ingresaría a Puerto Rico y, sobre todo, la cantidad de lluvia que depositaría. Sobre la isla cayeron entre 30 y 35 pulgadas de agua en pocos días, lo que provocó inundaciones que propiciaron accidentes mortales, la destrucción de puentes, carreteras y cosechas y daños catastróficos a poblaciones enteras.
Un segundo factor de la pobre preparación de Puerto Rico fue la trágica decisión del expresidente Donald Trump de retener miles de millones de dólares en asistencia para la reconstrucción de la isla después de María. La Agencia Federal para la Administración de Emergencias, FEMA, trabajó con efectividad en Puerto Rico durante las semanas que siguieron a ese terrible huracán. Pero luego la respuesta federal se estancó debido a una disputa política en el Congreso alimentada por la aversión de Trump a la isla.
El entonces presidente impuso onerosas restricciones a buena parte de la ayuda para la reconstrucción, alegando que los líderes puertorriqueños se la iban a robar o la iban a despilfarrar. Y la mayoría de esos líderes protestaron poco y tarde. Se sintieron intimidados por el talante vengativo de Trump. “El paso lento del desembolso (de fondos) ha mediatizado la recuperación de Puerto Rico”, advirtió ominosamente hace más de un año Rosanna Torres, directora de Center for a New Economy, un centro integrado por especialistas en la vacilante economía de la isla.
Más sobre Opinión
Poco después de que llegara a la presidencia, Joe Biden liberó la ayuda federal tal y como había prometido durante la campaña electoral. Pero entonces se notó muchísimo un tercer factor importante en la pobre preparación de Puerto Rico: el gobierno estatal se demoraba de forma temeraria en las labores de reconstrucción.
Invirtió $5 mil 300 millones, es decir, el 19 por ciento de los $28 mil millones de los fondos que FEMA había comprometido para los proyectos de recuperación. “El dinero se aprobó para promover la recuperación”, subrayó con preocupación el año pasado Stan Gimont, ex suddirector del Departamento de Viviendas y Desarrollo Urbano. Por eso vimos, durante el paso de Fiona, cómo sucumbieron a las crecidas de ríos algunos puentes metálicos que se habían colocado de manera temporal en espera de los definitivos. Por eso presenciamos también cómo LUMA, el consorcio canadiense norteamericano que provee electricidad a la isla, no estaba debidamente preparado para enfrentar la emergencia. Y algo parecido vimos en la actuación de la Autoridad de Agua y Alcantarillado de Puerto Rico, responsable del suministro de agua corriente.
La cuarta causa del desastre que Fiona dejó en la isla parece más sutil solo debido a la invencible ignorancia de millones de personas, incluyendo dirigentes políticos, en Estados Unidos: el cambio climático que desde hace años genera tormentas que cada vez traen mayores precipitaciones. El partido republicano entero actúa como si no creyese en la relación causa - efecto entre el calentamiento global y los desastres naturales. Es cierto que los científicos necesitan tiempo para establecer esa relación con exactitud. Pero, por regla general, coinciden en que el cambio climático ha aumentado los niveles del mar, lo que a su vez provoca marejadas ciclónicas cada vez más peligrosas y destructoras. En Puerto Rico, en la metrópoli estadounidense y en el mundo entero lo ignoramos a nuestro propio riesgo.
El resultado es que, cinco años después de María, Puerto Rico deberá recuperarse ahora no de uno sino de dos huracanes. La tarea no es imposible, desde luego. Pero innecesariamente se ha hecho mucho más difícil. Exigirá el trabajo coordinado y tenaz de los gobiernos federal y estatal. Y la heroica paciencia de todos los puertorriqueños.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.