Ian y Fiona nos dieron lecciones trágicas de cambio climático

La semana arranca con una visita breve pero potencialmente significativa del presidente Biden a Puerto Rico y la Florida, dos estados diezmados por los huracanes Fiona e Ian, respectivamente. Entre los dos, han causado más de 100 muertos y pérdidas billonarias.
Luego del doble azote, la prioridad sigue siendo salvar vidas y restablecer cierta normalidad en ambos lugares. Pero también va siendo hora de subrayar el rol que el cambio climático tuvo en estas catástrofes. Y de enfatizar la necesidad de buscar remedios a mediano y largo plazo para sus efectos devastadores, sin permitir que los prejuicios y la politiquería descarrilen el debate y la acción.
Muchas personas creen que el calentamiento global es una amenaza remota. Pero no lo es. Al contrario. Vemos a menudo sus efectos en los huracanes cada vez más potentes, duraderos y destructores. En las lluvias torrenciales y las inundaciones que estas causan. En las recurrentes olas de calor extremo. En los incendios forestales abundantes y destructivos. Y, paradójicamente, en las sequías.
Un antiguo principio físico dice que por cada grado adicional de calor en la escala Celsius (°C), el aire de la atmósfera puede acumular hasta 7% más agua. El primer estudio científico de Ian concluyó que el huracán entró al Golfo de México cuando este se encontraba 0.8 grados más caliente de lo normal. Esto hizo que sobre el suroeste de la Florida cayera 10% más lluvia de la previsible, según el análisis realizado en el laboratorio climático de la Universidad de Berkeley.
Las tormentas tropicales siempre han sido devastadoras. Está en su naturaleza el serlo. Pero lo que advierten los científicos del clima es que a esa naturaleza se ha añadido en las últimas décadas el calentamiento causado por distintos tipos de contaminación ambiental de la que somos responsables los seres humanos. La combinación ha engendrado auténticos monstruos cuyos nombres conocemos demasiado bien: Andrew (Florida), Harvey (Texas y Luisiana), Katrina (Cuba, Luisiana, Mississippi), María (Dominica, Saint Croix, Puerto Rico), Florence (Cabo Verde), Michael (Florida), Ida (Cuba, costa del Golfo de EEUU) e Ian (Cuba, Florida).
Si entendemos que el cambio climático fomenta huracanes monstruosos, podemos tomar medidas concretas para proteger vidas y propiedades. A corto y mediano plano, por ejemplo, se puede actualizar el código de construcción de todas las regiones vulnerables a estas tormentas que nos azotan con vientos cada vez más poderosos y lluvias cada vez más abundantes. Se estima que apenas el 30% de las viviendas y edificios comerciales de Estados Unidos se han construido mediante códigos actualizados para las condiciones climáticas del presente. En el suroeste de la Florida estamos viendo las consecuencias. Resistieron mucho mejor la furia de Ian aquellas edificaciones hechas a códigos adoptados después del Huracán Andrew en 1992. El gobierno del presidente Biden creó la Iniciativa Nacional para Mejorar los Códigos de Construcción, una estrategia federal que debería coordinarse con los gobiernos estatales y locales.
El pasado fin de semana consulté a dos contratistas de la Florida. Me aseguraron que es perfectamente posible, aunque costoso, renovar muchas viviendas antiguas – sus techos, ventanas, puertas y cercas - para protegerlas de vientos sostenidos de más de 140 millas por hora. A corto plazo, también se puede y se debe racionalizar el proceso de proteger edificaciones con seguros, especialmente para las inundaciones. En las zonas golpeadas por Ian los tenían apenas tres de cada 10 floridanos.
A largo plazo, es absolutamente esencial educar a la población sobre el cambio climático, tarea que debería comenzar en la enseñanza primaria y secundaria y continuar en la superior. El estudio serio de este fenómeno exige que sea independiente de las ideologías, la política y los partidos. Su objetivo debería ser promover el debate civilizado sobre el calentamiento global y enseñar a los ciudadanos a defender sus vidas y bienes. Un buen comienzo sería que cada residente de Estados Unidos, Puerto Rico y otros territorios estadounidenses aprenda a discernir si habita un apartamento, una casa y hasta una vivienda móvil cuyos códigos de construcción estén actualizados y resulten adecuados para las condiciones climáticas del lugar donde viven.
También a largo plazo, se puede calcular mejor si algunos territorios resultan demasiado vulnerables a las tormentas como para autorizar la construcción en ellos de viviendas y comercios. Algunos analistas son partidarios de plantear la discusión incluso sobre zonas como Sanibel y la Playa de Fort Myers, a los que Ian redujo a ruinas. Tengan o no razón, lo fundamental es que nuestros lideres, a todos los niveles de gobierno, entiendan que el tiempo de discutir la teoría del cambio climático paso, que sus efectos ya están entre nosotros y son devastadores y que si bien pudiera resultar demasiado tarde para revertir el fenómeno, no lo es para tomar medidas sensatas para protegernos de él. Ignorarlo seria una opción suicida.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.