Estados 'Desunidos' de América

Es el título de una novela que publicó Harry Turtledove hace 16 años. Y es la realidad actual de nuestro país. A medida que se acercan las elecciones de medio término, los síntomas de polarización se agudizan. El discurso y las amenazas entre los políticos y sus seguidores extremistas se vuelven cada vez más estridentes. Y todo eso es apenas un preludio de lo que podría ocurrir si en efecto los republicanos recuperan el control del Congreso. Por tradición, el partido de oposición reconquista por lo menos una de las dos cámaras legislativas durante el segundo año de gobierno del presidente de turno.
Los extremistas de izquierdas del Partido Demócrata parecen haberse tranquilizado un poco en las últimas semanas. Los apaciguaron ciertos logros legislativos del Presidente Biden, tales como la Ley para la Reducción de la Inflación – que francamente merecería un nombre más adecuado - la Ley del Pacto para mejorar la atención médica a los veteranos de las Fuerzas Armadas y las bipartidistas leyes sobre ciencias y superconductores y para mejorar la seguridad de nuestras comunidades ante la epidemia de violencia con armas. Pero el radicalismo de izquierdas permanece al acecho. Está pendiente, sobre todo, de cada decisión de un Biden del desconfían los radicales en su partido porque pretende gobernar desde el centro.
En cambio, el extremismo de derechas es estridente en su lenguaje y en sus acciones. Se ha adueñado de los medios de comunicación conservadores, donde persiste en desfigurar la realidad de las elecciones de 2020, insistiendo en que Biden se las robó con trampas a Donald Trump. También ha adoptado en distintos estados medidas draconianas para obstruir el voto de las minorías, sobre todo de la afroamericana. Ha asaltado el derecho de las mujeres a la libre elección sobre su cuerpo y sobre el aborto. Ha creado grupos de vigilantes que podrían intimidar a los votantes. Ha prohibido decenas de libros en escuelas públicas y privadas. Y ha criminalizado el lenguaje sobre personas y temas LGBTQ.
Republicanos moderados libran una lucha discreta para frenar el radicalismo en su partido. Pero hoy por hoy lo controlan los extremistas. Decenas de candidatos republicanos que niegan los resultados de las elecciones de 2020 ganaron las primarias. Y muchos tienen posibilidades de llegar al Congreso. Podrían controlar la Cámara de Representantes, donde su prioridad sería hacerle un vengativo juicio político a Biden. Es improbable que ese juicio prospere en el Senado, donde la ultraderecha no alcanzaría los 60 votos que necesita para condenar a Biden. Pero el proceso en sí crisparía aún más el ambiente político.
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Extremistas de derechas también promueven las milicias en los estados fronterizos, donde suelen amedrentar a los migrantes. Abogados y Activistas de derechos civiles exhortan al gobierno federal a parar esa intimidación. Pero el gobierno del presidente Biden no lo hace por miedo a generar conflictos como los que violentamente enfrentaron a las autoridades federales con milicias ultraderechistas en Waco y en Ruby Ridge en los años 90.
Anima a la ultraderecha el tradicional proyecto de mantener viva la ideología del suprematismo blanco cristiano – Christian white supremacy en inglés –, la cual inevitablemente choca con quienes promueven una sociedad multiétnica y laica en el país. La confrontación entre ambas visiones se refleja en la división entre estados rojos o republicanos y estados azules o demócratas, los cuales difieren cada vez más en estilos de vida y en valores.
Frente a este panorama perturbador, los políticos de ambos partidos tienen el deber de suavizar su discurso y revivir el debate civilizado sobre los retos que enfrenta Estados Unidos. Los demócratas deberían abstenerse de imitar las malas mañas de los republicanos extremistas. Me refiero, por ejemplo, al apoyo financiero que algunos dan a candidatos trumpistas bajo la presunción de que serán más vulnerables en noviembre. Se trata de una estrategia cínica que ni siquiera ofrece garantizas de éxito y que podría arrojar resultados contraproducentes.
Más allá de las elecciones intermedias, contribuiría a una sana convivencia el que ambos partidos incorporasen a sus filas a más miembros de minorías. Los demócratas han hecho un buen trabajo entre los afroamericanos. Veinticinco por ciento de sus candidatos en las actuales contiendas lo son. Pero el partido apenas tiene un 11 por ciento de aspirantes hispanos. Y hay indicios de que está perdiendo apoyo en esa comunidad.
Los republicanos hacen una labor cada vez más efectiva para atraer a los hispanos. Ocho por ciento de sus actuales candidatos son latinos. Y en diversos estados el GOP ha ampliado sus esfuerzos por conquistar votos hispanos. En cambio, solo siete por ciento de los aspirantes republicanos son afroamericanos. La diversidad étnica en los partidos no solo refleja la población del país. También distribuye mejor la influencia política y desalienta el extremismo.
En cuanto a los votantes, históricamente han sido los que en Estados Unidos han frenado las tendencias radicales hacia la derecha o hacia la izquierda. Lamentablemente, la polarización también afecta los electores a quienes cada vez se nos hace más difícil el reconocer a los políticos moderados. Suele ocurrir cuando los extremistas se adueñan del debate público y los líderes responsables escasean o desaparecen.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.