Un duro golpe al progreso hispano en Los Ángeles

Pasará tiempo antes de que la comunidad angelina se recupere política y emocionalmente del escándalo que protagonizan tres concejales y un líder sindical hispanos. A pocos días de las elecciones, se filtró una grabación en la que se escucha a los cuatro haciendo o celebrando declaraciones racistas y despectivas contra los afroamericanos, los oaxaqueños, los judíos, los armenios y los gays. Y su infame intercambio despide el tufo conspirativo característico de quienes temen perder el poder o compartirlo con miembros de otras de las diversas comunidades que integran un centro metropolitano tan cosmopolita como Los Ángeles.
El incidente es una reedición de la politiquería paranoica y trapera que ha caracterizado la lucha por el poder en Estados Unidos desde los inicios de la república. Lo que lo hace particularmente decepcionante es que sus cuatro protagonistas son tres concejales y un líder sindical hispanos, representantes de una comunidad que apenas recientemente conquistó poder político y que aún se halla numéricamente subrepresentada en el sur de California. Nury Martínez, Gil Cedillo, Kevin DeLeón y Ron Herrera traicionaron con su comportamiento frívolo e indigno la lucha por la justa representación hispana en su comunidad, incluyendo, irónicamente, su propia lucha personal de muchos años.
La conducta de los cuatro es, además, parte de un preocupante patrón que se observa entre dirigentes hispanos en distintas partes del país. Consiste en darle la espalda a la comunidad de la que provienen y que les ayudó a ganar relevancia, ignorando olímpicamente sus intereses, preocupaciones y bienestar en aras de obtener poder y atornillarse en él. Forman parte de ese patrón los políticos hispanos que apelan a la demagogia antinmigrante en Texas y la Florida, para dar tan solo un par de ejemplos. Abrazan esa causa y ese discurso contraproducentes para sus comunidades y para la nación ignorando su propia ascendencia como inmigrantes recientes, solo porque piensan que esa actitud les facilitará el camino a los puestos políticos que anhelan.
El antídoto para curar a nuestras comunidades de los malos políticos hispanos es el mismo que deben aplicar todas las comunidades. Comienza por informarnos debidamente como votantes sobre quiénes son los candidatos que reclaman nuestros votos, cuál es la formación que supuestamente los prepara para el servicio público y cuál su trayectoria en ese servicio. Donde hay malos votantes, es decir, votantes indiferentes o desinformados, no puede haber buenos políticos. Y los políticos malos invariablemente arrastran a sus comunidades al abismo, como están comprobando hoy los angelinos.
Nury Martínez renunció primero a la presidencia del concilio de Los Ángeles. Luego a su escaño de concejal. Ron Herrera dimitió como líder de la Federación de Trabajo de la ciudad. Y es enorme el clamor para que también abandonen sus puestos de concejales Gil Cedillo y Kevin de León. Sus veleidades como dirigentes han provocado una sensible pérdida neta en la representación hispana en Los Ángeles, donde los hispanos constituyen el 50% de la población total.
El escándalo político angelino encierra otra importante moraleja: incluso dirigentes con un historial de servicio público pueden intoxicarse con el poder y abusar de él. Suele sucederles a figuras relevantes de todas nuestras comunidades, inclusive a algunas que en el pasado fueron campeonas de la justicia social y racial. Cuando eso sucede, lo correcto es criticarles y retirarles el apoyo, como encomiablemente han hecho líderes de todos los grupos étnicos y partidos en el caso de los políticos angelinos que perdieron la brújula. Sus disculpas deben aceptarse. Pero no hasta el extremo de que conserven un liderazgo que malgastaron con sus malas acciones.
En el rechazo general al diálogo ofensivo y conspirativo de los tres concejales y el líder sindical se vislumbra un rayo de esperanza para los angelinos. Sugiere que la mayoría de los ciudadanos entiende el problema y exige que sus representantes electos sean más responsables y transparentes. Por eso debemos darle la bienvenida a la decisión de la fiscalía de Los Ángeles de investigar si la conversación grabada esconde algo tal vez más siniestro, como una conspiración para marginar, en el resideño de distritos electorales, a candidatos de otras comunidades étnicas.
Mientras tanto, es tan inescapable como dolorosa la conclusión de que, en su afán por apuntalar su poder, Martínez, Herrera, Cedillo y DeLeón pararon el reloj del progreso político y social de los hispanos en el sur de California. Ojalá que no sea por mucho tiempo.
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