La diáspora bolivariana

La cantidad de refugiados venezolanos que han huido de su país desde que se instaló la dictadura de Hugo Chávez, primero, y la de Maduro después, llegó a 7 millones 100 mil este mes. En la era moderna su éxodo solo se compara, numéricamente, al de los sirios que han escapado del despotismo y la violencia; y al de los cubanos a lo largo de más de seis décadas. Es la consecuencia de años de desgobierno. Y de la profunda desesperanza que eso causa a los venezolanos.
Algunos expertos consideran que la llamada “diáspora bolivariana” es la que más rápido o en menos tiempo se ha desarrollado en la historia de las Américas. Repaso un viejo informe de Naciones Unidas que advertía que, para fines de 2019, cinco millones de venezolanos abandonarían su tierra. Luego, otro estudio similar que aumentaba el pronóstico a seis millones para 2020. Eso significa que, en menos de dos años, millón cien mil venezolanos más se han marchado de su otrora próspero país.
Como antes los cubanos y los nicaragüenses, los venezolanos son víctimas de un delirante experimento seudo revolucionario que, so pretexto de redistribuir riquezas y fomentar la justicia social, creó de la noche a la mañana una Venezuela inhabitable. Abundan los estudios de la diáspora bolivariana. Y en todos, la mayoría de los encuestados dicen que huyeron de la falta de libertad, la criminalidad rampante, el perenne deterioro económico, la destrucción del tejido social y la falta de esperanza de que cambie el liderazgo de su país, el cual se ha atornillado en el poder mediante el fraude electoral, los abusos, la complicidad de otras dictaduras y la impotencia o indiferencia de las democracias.
Este último factor es cada vez más significativo e insostenible. Las democracias latinoamericanas, Estados Unidos y la Unión Europea están pagando un precio cada vez más alto por su incapacidad de fomentar la estabilidad política, social y económica en Venezuela, Cuba y varios países de Centroamérica. Parte de ese precio es que tienen que recibir un número cada vez mayor de fugitivos del despotismo y la miseria, algo para lo que en realidad no están preparadas. La afluencia imparable de refugiados drena los presupuestos gubernamentales, aumenta las tensiones sociales y exacerba las divisiones políticas.
Más sobre Opinión
Como respuesta, las naciones democráticas están recurriendo a medidas desesperadas de dudosa efectividad. Estados Unidos y México, por ejemplo, recién anunciaron un extraño acuerdo para autorizar el ingreso a territorio estadounidense de 24,000 venezolanos que encuentren patrocinadores. Pero el objetivo primordial es frenar la llegada de miles y miles a la frontera mexicana con Estados Unidos.
El acuerdo contempla la devolución inmediata de venezolanos que intenten cruzar sin cumplir los requisitos. Mas incluso aquellos que los cumplan solo obtendrían un permiso migratorio temporal. El fin de semana, el presidente mexicano, Andrés Manuel Lopez obrador, reveló que negocia otro acuerdo, esta vez con Venezuela. Los refugiados venezolanos ya podrían comenzar a cruzar los dedos.
En Estados Unidos, el país al que quisiera venir la mayoría, no siempre se les acoge y trata con humanidad. Recientemente vimos un lamentable ejemplo cuando el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, localizó a 48 venezolanos recién llegados a Texas y los voló a Martha’s Vineyard, Massachusetts, para enviar un mensaje político de repudio a la inmigración irregular. El drama personal y familiar de esos desdichados no figuró en los cálculos del político y quienes le ayudaron en esa torpe aventura.
Mientras Venezuela padezca una dictadura, el éxodo venezolano continuará. Lo intensificarán otros factores como la pandemia de coronavirus, la guerra de Putin en Ucrania y los imponderables que pudieran surgir. Por eso, los gobiernos democráticos deberían coordinar una estrategia para atender la fuga constante de venezolanos. El primer paso debería ser estudiarla a fondo para entenderla mejor. El segundo debería ser crear un enfoque regional para mejorar la forma en que países como Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México y Estados Unidos reciben a los refugiados. La idea es coordinar la asistencia para satisfacer las necesidades básicas de quienes protagonizan la estampida y buscarles, de forma ordenada, destinos que les permitan rehacer sus vidas y contribuir al bienestar de las comunidades que les acojan.
Los venezolanos en fuga reclaman nuestra solidaridad. Necesitan protección de traficantes humanos y funcionarios corruptos que los acechan durante su periplo por el extranjero; también de la discriminación y la xenofobia que a menudo los recibe en los destinos a los que llegan. Y necesitan atención médica, relocalización, trabajo y orientación en los lugares donde finalmente pueden radicarse.
La tarea es ingente. Y ni siquiera se limita a la necesidad de asistir a los venezolanos. A fines del año pasado, más de 89 millones de personas se habían visto desplazadas en todo el mundo por los conflictos violentos y los malos gobiernos. Una respuesta integral no resolverá un drama humanitario tan extraordinario. Pero llevaría alivio y esperanza a muchos de los que lo padecen.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial