Univision Noticias | Univision Investiga
Volver al especial

Rafael Orozco, el pajarero fiel

Por Gerardo Reyes y Yezid Baquero

Esta es la historia del hombre que cuidaba 32 pájaros, dos leones, dos cóndores y siete llamas para Carlos Lehder, uno de los traficantes pioneros del cartel de Medellín.

Rafael Orozco llegó a La Posada Alemana sin saber mucho sobre su dueño, Carlos Lehder, quien era en ese momento uno de los mayores traficantes de cocaína en el mundo. De 28 años y con un hijo de cuatro, Orozco buscaba un trabajo estable y lo encontró en la Posada, el mayor centro turístico en el Quindío, una región agrícola entonces poco desarrollada en el centro de Colombia.

Cuando Orozco consiguió empleo allí, comenzaba la década de 1980. Al hombre, ahora de 63 años, lo asignaron a cuidar la exótica colección de animales que Lehder tenía en su centro turístico. “Eran 32 clases de pájaros entre loros, dos llamas, dos leones, leona y el león, y los cóndores”, dijo Orozco en entrevista con Univision.

En ese momento, Lehder había regresado a Colombia desde Bahamas. Años antes, el traficante compró un terreno que abarcaba la mitad de Norman’s Cay, una isla en ese archipiélago caribeño. Desde allí creó un eficiente paso de cargamentos de cocaína hacia Estados Unidos. La droga salía en avión de Colombia, recargaba combustible en el Caribe y luego aterrizaba en algún punto de Florida, para abastecer al mercado estadounidense. Lehder volvió a su natal Armenia cuando debió cerrar el paso por Bahamas, ante las denuncias por sus tratos corruptos con el gobierno de ese país.

Orozco no conocía de todo esto, dijo a Univision. Su opinión de Lehder era que se trataba de un hombre muy ocupado, que se mantenía viajando y provocaba una revolución en su centro turístico cuando llegaba de repente, en su lujoso auto o en helicóptero, siempre acompañado de sus guardaespaldas.

El exempleado lo recuerda alto, siempre muy bien vestido, amable y buen patrón. Pronto, en La Posada Alemana comenzaron a llamar a Orozco ‘El Pajarero’. Le pagaban un buen sueldo y se encariñó con los animales, especialmente con dos leones, a quienes llamaron Capeto y Marta. Orozco dice que los alimentaba con leche, pan, chocolate y carne.

Lehder, dijo su exempleado, también vivía pendiente de su pequeño zoológico. “Cada que llegaba, él daba vuelta a todos sus animales. Estaba aquí y me preguntaba: ¿cómo vamos?”, dijo. En esa época, añadió El Pajarero, sus labores consistían en cuidar a los animales, mantener limpias las áreas donde habitaban y lavar el auto de Lehder, a quien sus empleados llamaban “doctor”. Regularmente, a Orozco también le encargaban llevar mandados a Elena Rivas, la madre de Lehder, que vivía enfrente del centro turístico. “Llévele estas cobijas allá a doña Elena, que ella las mandaba a que las lavaran a La Posada”, relató el exempleado. “Entonces yo pasaba y ella me decía: véngase y échese un tintico. Muy formal la señora”.

Aunque han pasado más de 30 años desde que dejó su trabajo en La Posada Alemana, El Pajarero puede recitar de memoria dónde estaba cada uno de sus animales. Cuando Univision le preguntó cómo era entonces aquel lugar, que ahora luce en ruinas, cerró los ojos y recordó. Había una jaula en forma de globo donde estaban los cóndores, otra donde albergaban 32 clases de pájaros, desde loros, hasta cacatúas y guacamayas, una más donde se ponían los leones para alimentarlos y limpiar las otras áreas.

En febrero de 1987, Lehder fue detenido en Colombia y extraditado a Florida, donde la justicia estadounidense lo condenó a cadena perpetua, más 135 años, por narcotráfico. Orozco dijo que eso marcó el final de La Posada. “Yo renuncié. Le dije al jefe de vigilancia que me dejara llevar un papagayo, que estaba muy pegado a mí. Me dijo que no y a los 15 días se murió el animalito”, relató Orozco.

Lehder fue presentado a la opinión pública en Colombia y Estados Unidos como un narcotraficante peligroso y violento. Orozco dice que no lo recuerda así como jefe. “Él era muy buena gente conmigo y con todos, La Posada era una alegría inmensa”, dijo. Lehder era conocido allí, según El Pajarero, por ser generoso con los vecinos, a quienes invitaba regularmente a almorzar, y por dar buenas propinas a sus empleados.

Su testimonio coincide con otros similares, de otros exempleados de La Posada, que el periodista de Univision Yezid Baquero encontró en la ciudad de Armenia. “¿Lo que más recuerdo? La formalidad y la forma de ser de él, porque él fue un amor, para el pueblo, para nosotros fue un amor él”, dijo El Pajarero.

Después de haber sido el centro turístico más importante de la región, La Posada cayó en la ruina tras la detención de Lehder. Después de un tiempo sin cobrar, los empleados terminaron renunciando. De 180 personas que laboraban allí, Orozco fue uno de los últimos siete que dejó su puesto. “Dolió mucho cuando pasó lo que pasó”, dijo.

Ahora, El Pajarero sigue viviendo en Armenia. Aunque es vecino de la Posada, evita pasar frente al centro turístico. Verlo en ruinas, dijo, le provoca mucha tristeza.

*Margarita Rabin contribuyó con este artículo.

Volver al especial