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Guillermo Lehder: El padre de Lehder

Por GERARDO REYES

El joven ingeniero alemán Guillermo Lehder llegó a Colombia en 1927 pensando en que sería una breve parada turística y aventura en medio de un viaje sin calendario rumbo a Estados Unidos.

La escala duró 60 años.

Había desembarcado en el puerto de Buenaventura del Pacífico colombiano después de una travesía desde El Callao, Perú, donde trabajó en varias construcciones civiles. Planeaba conocer a Cuba y luego su destino soñado, Nueva York.

Con un amigo que lo acompañaba en el crucero decidió visitar a Cali. Al parecer se acomodó pronto a la ciudad y a través de contactos con la comunidad alemana consiguió trabajos en la construcción de un club social y un hotel.

Luego fue enviado hacer la obra negra de la estación del tren de la ciudad de Manizales y finalmente se quedó en Armenia, un pequeño pueblo al suroccidente de Colombia. “Le gustó ver las montañas y la nieve de los nevados del Ruiz y el Tolima’’ con un “clima agradable’’ y “un suelo fértil donde todo lo que se sembraba crecía grande y jugoso’’, afirma una biografía anónima de la familia.

Lehder se casó en esta ciudad con la colombiana Elena Rivas. Tuvo cuatro hijos, uno de ellos, Carlos Enrique, pionero del narcotráfico. Descrito como un hombre muy estricto y puntual ejecutor de todos los trabajos que se le encomendaron, Lehder vivió en Colombia años de bonanza y otros de persecución del gobierno de Estados Unidos por su nacionalidad. Los años de persecución dejaron huella en la personalidad de su hijo, según personas cercanas a la familia. “Trató de educarlos con disciplina militar permanentemente’’, explicó un pariente de la familia. “Pero Don Guillermo era una persona amable, muy educado’’, agregó.

Guillermo Lehder nació en Hamburgo en 1904 con un nombre que luego colombianizó. En Alemania se llamaba Kurt Wilhelm Rudolf Lehder de padre luterano y madre católica. Según la biografía familiar su padre Wilhelm fue periodista y editor del Die Welt, un periódico fundado por las fuerzas británicas que ocuparon Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, inspirado en The Times de Londres. Su madre Karoline murió cuando él tenía dos años.

Luego de terminar sus estudios de ingeniería, viajó a Curazao contratado por la Royal Dutch Shell Company para la ampliación de una refinería que la empresa holandesa operaba en la isla. De allí viajó a Perú donde participó en la construcción de las bodegas del puerto de Nuevo Samanco. Finalmente, se le atravesó Colombia.

Con sus primeros ahorros en Armenia le compró a un compatriota La Posada Alemana, un hostal frecuentado por políticos y funcionarios del gobierno, entre ellos Darío Echandía quien llegó a ser presidente del país. Echandía fue huésped de la posada durante dos años lo que forjó “una profunda amistad’’ con el ingeniero Lehder, agrega la biografía.

Con el mismo nombre de la posada de su padre, su hijo Carlos fundaría años después en las afueras de Armenia un complejo de cabañas de estilo alemán con una estatua de su ídolo John Lennon en el centro y un zoológico con leones y águilas.

Lehder padre acumuló una diversificada fortuna en Colombia: compró una fábrica de aceites vegetales; otra de bloques y prefabricados para la construcción con sucursal en Bogotá, tenía negocios de ganadería; fue contratado para la ampliación de una fábrica nacional de herramientas y jabones con sede en Armenia, y dirigió las obras de una fábrica pionera de Maizena donde además fue nombrado ingeniero principal. Se mantuvo en ese cargo durante 25 años.

Entre sus mejores amigos estaba Robert Sánchez, el gerente estadounidense de Maizena a quien le construyó su casa en Armenia.

Pero todo se le derrumbó al exitoso ingeniero durante la Segunda Guerra Mundial cuando el gobierno de Estados Unidos implantó en Colombia y otros países de América Latina, una política implacable de vigilancia y acoso de inmigrantes alemanes, italianos y japoneses. Por mínimas sospechas o indicios no sustentados de simpatía con El Eje, la embajada de Estados Unidos ordenaba al gobierno local que procediera a la expulsión o el arresto y embargo de todos los bienes de ciudadanos de ambos países, especialmente alemanes.

El gobierno colombiano conminó a los alemanes a abandonar de inmediato las ciudades costeras donde estuvieran viviendo por el temor de que se unieran a operaciones clandestinas para tomarse el Canal de Panamá, el punto estratégico más celosamente resguardado por Washington en la región.

“Serán internados los súbditos de Alemania’’, decía el titular de primera página del diario El Tiempo el viernes 31 de diciembre de 1943. La nota anunciaba que se prohibirían “las reuniones o clubes a los alemanes residentes del país’’. En Colombia vivían 3,800 alemanes

Guillermo Lehder fue puesto en la lista negra y sus bienes confiscados ante el asombro de quienes lo conocían. El ingeniero era quizás uno de los mejores amigos de Robert Sánchez el estadounidense más prominente de la región, gerente de la procesadora de harina de maíz que había sido adquirida por una multinacional gringa.

Lehder se salvó de no ser internado en campos de confinamiento a donde fueron a parar muchos de sus paisanos. Dicen que lo logró por su amistad con Echandía.

Los informes confidenciales del consulado norteamericano en Cali que reposan en los Archivos Nacionales de Washington, señalaban a Guillermo Lehder como integrante de un grupo nazi “rabiosamente antisemita’’ que abogaba por un gobierno totalitario en Colombia.

“Tengo el honor de informar que Guillermo (Whilhelm) Lehder, ciudadano alemán, es considerado un peligroso nazi por la policía colombiana’’, escribió el cónsul de Estados Unidos en Cali, Howard E. Bowman, en uno de varios informes enviados en 1943 al secretario de Estado de este país.

De acuerdo con los reportes consulares, se sospechaba que la Pensión Alemana era “un centro neurálgico del sistema de inteligencia nazi’’, frecuentado por “una selecta clientela partidaria del Eje’’.

La rama materna de Lehder Rivas no escapó a la vigilancia antinazi. En informes consulares del 18 de mayo y 17 de julio de 1943, se anunció que Guillermo Lehder se había comprometido en nupcias con Elena Rivas, hija del propietario de una joyería que estaba también bajo investigación del consulado norteamericano por la venta de prendedores con forma de esvástica.

Ninguno de estos informes aportaba pruebas. La familia siempre consideró que fue una campaña perversa de difamación. El ingeniero Lehder quedó prácticamente en la ruina. Luego se sabría que Alfonso López Michelsen hijo del presidente de Colombia, Alfonso López Pumarejo, quien gobernó durante la guerra mundial, se quedó con algunos de los bienes expropiados a los alemanes en un caso conocido como El Escándalo de la Handel.

Carlos Lehder nació cuatro años después del final de la Segunda Guerra Mundial. Nunca explicó en público el impacto que había tenido en su vida haber crecido escuchando historias de un padre arruinado por el gobierno de Estados Unidos.

De lo que no dejó dudas fue del odio a ese gobierno y su admiración por Hitler.

Quizás la ocasión en la que fue más explícito en el tema ocurrió durante una entrevista en 1987, desde un refugio en las selvas colombianas con las periodistas María Luisa Mejía y Cristina Navarro.

Ellas querían saber si el movimiento político que Lehder había fundado tenía influencia del nacional socialismo.

“Si las tesis del nacional socialismo han alimentado algunas de nuestras ideas, ha sido en una forma positiva’’, afirmó Lehder. “Y si esta oligarquía monárquica y el imperialismo le temen a Adolfo, pues entonces tocará disfrazarnos de Adolfo. Pero nosotros no nos vamos a dejar vender más al imperialismo, ni de aquí va a salir un solo colombiano más de Colombia’’, agregó al referirse al tratado de extradición.

Las periodistas insistieron en cómo podrían ser buenas las ideas de un hombre que mató a seis millones de judíos.

“Eso es básicamente lo que nosotros venimos aquí a discutir es la desinformación. Sabemos que en Alemania nunca existieron más de un millón de judíos, la mitad de la sangre que corre por mi cuerpo es alemana’’, explicó. “Y yo sí le digo con toda sinceridad de que Adolfo, con seis millones de soldados, eliminó veintiún millones de comunistas, sí, y eliminó diez millones de enemigos aliados. Adolfo es y será así hasta que alguien lo supere el guerrero más grande que ha tenido el mundo’’.

Guillermo siempre rechazó que su hijo se hubiera metido a narcotraficante.

“El no aceptaba las andanzas de Carlos’’, dijo un familiar de Lehder que pidió no ser identificado.

Simón Vélez arquitecto cercano a la familia explicó que Carlos le quiso arreglar una casa a su papá pero este se negó.

“Yo la diseñé y el señor no la recibió’’, explicó Vélez. Él quería buscar un acercamiento con su papá y no lo logró. Al papá no le interesó’’, agregó. “Era un alemán muy digno, ingeniero de ferrocarriles. No quería a Carlos. Cuando yo le diseñé una casa para él, el señor no la aceptó porque no le gustaba el dinero que estaba haciendo su hijo. Él tenía otros hijos con los que tenía mejor relación, pero con Carlos tenía una relación muy distante’’.

Jorge Eliecer Orozco, biógrafo de Carlos Lehder, agregó que cuando el narcotraficante “intentó ponerle un grupo de hombres para que lo escoltaran, don Guillermo Lehder lo rechazó de plano, le dijo no aceptar esa compañía de escoltas porque él no tenía por qué andar cuidado ni vigilado ni controlado por nadie, que se cuidara él, supimos que le dijo alguna vez’’.

Separado de su esposa Elena, Guillermo Lehder llevaba una vida de bajo perfil. Algunos no olvidan la imagen del ingeniero de seis pies a quien le decían Don Guillermo, caminando a la hora del almuerzo hacia su casa con saco y corbata por la calle principal de Armenia.

Murió a los 85 años y fue enterrado en un cementerio que él mismo construyó.

Un ensayo anónimo de la vida familiar afirma que cuando Sánchez, el antiguo gerente de Maizena, visitó a Lehder en la cárcel de Marion, Illinois, donde cumplía su condena le dijo: “su padre era un hombre grande en un pueblo pequeño’’.

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