George Jung: de socio a enemigo
Por Gerardo Reyes y Peniley Ramírez
El ex narcotraficante estadounidense George Jung se atravesó dos veces en la vida de Carlos Lehder, una para hacerlo rico en el trasiego de cocaína y otra para hundirlo con su testimonio en una corte de Estados Unidos. En las dos consiguió lo que se propuso.
Carlos Jung estaba sentado en la parte inferior de un camarote de uno de los grandes dormitorios de la cárcel de Danbury, en Connecticut. Sobre la cama había puesto una bolsa abultada en la que llevaba uniformes de preso, implementos de aseo y sábanas que había recibido horas antes al ingresar a la prisión. Afrontaba cargos de posesión y venta de marihuana.
Miraba alrededor para inspeccionar el entorno en el que tendría que vivir los próximos meses cuando un joven de unos 25 años con modales excepcionales de cortesa para los estándares de una cárcel, le puso conversación.
“¿Cómo está?, me llamo Carlos Lehder”, le dijo antes de confiarle que vivía en Nueva York, pero que su verdadero hogar estaba en Colombia. Ignorando las reglas de supervivencia de las cárceles, donde los presos no cuentan todo de entrada, Lehder le dijo que había sido arrestado por distribución de marihuana y robo de un automóvil, relata Bruce Porter en la biografía de Jung, Blow.
Con ese saludo en marzo de 1974, comenzó una amistad que cambió la historia del narcotráfico. Jung era el hombre que más sabía de importación, venta y distribución de marihuana en Estados Unidos. Lehder estaba convencido de que la cocaína era un negocio menos aparatoso y más lucrativo que la yerba alucinógena. El segundo convenció al primero en los meses siguientes y entre ambos iniciaron una empresa que inundó de cocaína por el aire a Estados Unidos. Todo esto en tiempos en los que el gran proveedor de la droga, Pablo Escobar, se limitaba a enviarla en pequeñas cantidades al interior del doble fondo de los equipajes de humildes pasajeros.
Antes de la existencia del binomio Jung-Lehder, la cocaína incautada en Estados Unidos se contaba en gramos. Con la irrupción de los amigos de prisión se empezó a registrar en kilos y toneladas.
“Esa colaboración cuando estaban en la cárcel fue la chispa de un nuevo movimiento, si se quiere, de cómo las drogas se iban a trasladar de Suramérica a Estados Unidos”, explicó a Univision Richard García, ex agente del FBI a cargo de Jung. “La operación se extendió ampliamente al punto de que el 80% de la cocaína que entraba al sur de la Florida venía de este método de transporte desarrollado por George y Carlos”, agregó.
Jung, hijo de un vendedor independiente de aceite para calentadores de invierno en suburbios de Boston, descendiente de un inmigrante holandés, se crió en un hogar de clase media sin agobios económicos hasta que su padre lo perdió casi todo en las apuestas de carreras de caballos. Su carácter hiperactivo cuando niño, por lo cual la madre tuvo que llevarlo al médico familiar, afectó su rendimiento académico. El médico recomendó ponerlo bajo un chorro de agua cada vez que estuviera frenético. Jung nunca fue un buen estudiante, lo que compensó con sus destacadas actuaciones en los equipos de futbol y beisbol del colegio.
Tuvo varios empleos, el más estable de ellos cargando ladrillos y gravilla en Weymouth. Tenía tal fortaleza, podía llevar en sus hombros una paca de 94 libras de cemento, que en la empresa le decían La Grúa. Comenzó a vender marihuana en su campus universitario, en Mississippi y pronto dejó los estudios para convertirse en traficante de marihuana. Ha contado en varias entrevistas que se inició en el negocio del trasiego a los 26 años, en 1968.
Jung tiene 78 años y le gusta que le llamen ‘Boston George’, en referencia a la ciudad donde nació. Inició su carrera criminal llevando de contrabando marihuana de México a Estados Unidos en pequeñas cantidades, primero a través de una novia que era sobrecargo, luego él mismo la transportaba desde las ciudades costeras mexicanas de Puerto Vallarta y Manzanillo, en Sinaloa, hasta Cape Cod, en Massachussets. Ha dicho que ama a México más que a Estados Unidos. En una conferencia en Nueva York en 2015, contó que había llegado a México sin contactos. “Eso fue bastante atrevido, porque tienes que conocer a las personas adecuadas. No teníamos conexiones en México y no podíamos hablar español”, dijo en una entrevista en 2018.
En un par de semanas, dijo en otra entrevista, consiguió un proveedor que le vendía un kilogramo de marihuana en 20 dólares. Luego, él podía revenderlos en unos 330 dólares en Estados Unidos. Aprendió a pilotar aviones privados y hacía escala regularmente en Puerto Rico. En otros viajes, llegaba a Estados Unidos con su carga desde las montañas de Durango, en México, y cruzaba la frontera de noche, a través de pasos fronterizos poco vigilados en un parque estatal en Nuevo México.
Jung también ha relatado que llevaba la droga al desierto de California en avión. Luego atravesaba el país en furgoneta hasta Amherst, Massachussets, donde la compra estaba garantizada, porque era una ciudad universitaria con un alto índice de jóvenes que consumían marihuana.
El periodista Bruce Porter, quien escribió un libro sobre Jung, relató que en aquellos días el joven traficante se intoxicó con tequila en una corrida de toros en Mazatlán, Sinaloa. Se enfermó bajo el sol abrasador de esa ciudad costera y vomitó sobre dos personas sentadas frente a él, que resultaron ser el alcalde de la ciudad y su esposa.
Jung descubrió pronto que debía entrenarse como piloto experto. Durante un mes, tomó más de 30 horas de instrucción como piloto en Santa Mónica, en California. “Después, ya había calificado para volar solo según las reglas de vuelo visual”, escribió Porter.
“Empezamos con aviones pequeños, solo podíamos traer 300 libras en cada viaje. Luego conseguimos aviones más grandes y comenzamos a traer mil libras”, dijo Jung años más tarde, en una entrevista.
Jung fue arrestado y liberado en México poco después, pero eso no lo detuvo. En 1974 este hombre alto, de piel muy blanca y cabello lacio, largo y rubio, que fuma constantemente, fue arrestado en Chicago por contrabandear 300 kilogramos de marihuana. Los trasladaron a la cárcel en Danbury, en Connecticut, la misma que años más tarde inspiraría la popular serie de televisión Orange is the new black. Allí conoció a Carlos Lehder, un compañero de celda colombiano que hablaba perfecto inglés y lo introdujo al millonario negocio de la cocaína.
El ‘Americano’
Lehder había sido arrestado en Miami en 1973, por posesión de marihuana y condenado a tres años de prisión. Llevaba ocho años viviendo en Estados Unidos; llegó desde Colombia, después de escapar de un estricto internado donde su padre lo recluyó tras la separación de su madre. El joven, colombiano de ascendencia alemana, había tenido empleos precarios en Nueva York y en Long Island. Antes de la condena por la marihuana, fue detenido por robar automóviles.
Cuando conoció a Jung en el penal de Danbury, Lehder aprendía con avidez de varios de otros presos sobre aeronavegación y finanzas, a cambio de clases de español. Ninguno de estos compañeros fue tan cercano a Lehder como Jung, según descubrió el periodista Porter, autor del libro Blow, que fue después convertido en una película biográfica sobre la vida de Jung, en 2001.
Lehder y Jung se hicieron amigos en abril de 1974, cuando los asignaron como habitantes de la misma celda en Danbury. En ese momento, la cocaína aún llegaba a Estados Unidos en pequeñas cantidades a través de “mulas”, personas que se tragaban la droga, o la escondían en sus cuerpos. Muchos de estos transportistas de droga terminaban presos, cuando eran descubiertos por las autoridades de Estados Unidos.
“George le contó sobre sus actividades en México, cuando traía marihuana y la vendía no solo en California sino también en la costa este. Carlos le habló de lo fácil que sería transportar cocaína en lugar de marihuana, debido al tamaño y volumen de las drogas”, dijo García a Univision.
En las largas horas de charlas en la celda, los planes de Jung y Lehder fueron tomando forma. “George le comentó que la mejor forma de transportar drogas era por avioneta”, dijo a Univision Mike Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la DEA. “Lehder concibió entonces la idea de utilizar avionetas para transportar la cocaína de Colombia a Estados Unidos. Era una forma más segura y rápida que lanchas, que podían ser interceptadas por los guardacostas de Estados Unidos”.
Durante el año siguiente, Jung y Lehder planearon como iniciar juntos un negocio de contrabando de cocaína, primero a través de Belice y luego directamente desde Colombia. Belice ofrecía dos ventajas: tenía un gobierno débil y no había allí un tratado de extradición con Estados Unidos. Cuando Jung salió de la cárcel en libertad bajo fianza, en 1975, se mantuvo en contacto con su amigo.
“Esa relación entre Jung y Lehder transformó el tráfico de drogas, no solo en Colombia, pero también en México, porque los carteles en México agarraron esa idea de transportar drogas por avionetas de Carlos y el cártel de Medellín”, dijo Vigil.
Dos años más tarde, Lehder fue deportado a Colombia, viajó a Canadá, cruzó a Estados Unidos caminando a través de un bosque canadiense y se instaló en Miami, con su esposa cubanoamericana, Yemel Nacel, y con Jung.
Comenzaron a operar desde Miami Beach con mulas, que enviaba Pablo Escobar desde Colombia, cargadas con paquetes de cocaína. Jung estrechaba lazos con los traficantes colombianos, quienes comenzaron a apodarlo ‘El Americano’, contó el periodista Guy Gugliotta en su libro Los reyes de la cocaína.
El sueño de Bahamas
El sueño de un puente aéreo de cocaína entre Colombia y Estados Unidos no se hizo realidad a través de Belice, como Jung y Lehder habían planeado en la cárcel, sino desde una pequeña isla de ocho millas de extensión en el medio del archipiélago de Bahamas, llamada Norman’s Cay. En 1978, cuenta el libro de Gugliotta, Lehder compró una casa y un terreno que abarcaba casi la mitad de la isla, por 190,000 dólares. Los pagó en efectivo, con una maleta de dólares.
Jung proveía el contacto para la compra de la droga en California y Lehder trataba con los traficantes en Colombia, especialmente con Fabio Ochoa y Pablo Escobar. Estos obtenían la materia prima de la coca en las selvas peruanas y la transformaban en cocaína en laboratorios clandestinos en zonas rurales de Colombia.
García explicó que la aeronave llegaba de Colombia a Norman's Cay, la cocaína se lanzaba al mar desde el avión y se trasladaba en lanchas rápidas u otros tipos de transporte en barco desde la isla, junto con el resto del tráfico turístico habitual de los fines de semana hacia el sur de la Florida, para así evitar una posible detección o sospecha que agentes aduanales o de alguna agencia sospecharan. Luego se distribuía y se vendía a otras personas, que la trasladaban a diferentes sitios de Estados Unidos para su venta.
“Este proceso de transporte y contrabando en Estados Unidos trajo una cantidad significativa de dinero a la organización, y tuvieron que lavarlo para poder utilizarlo para otras cosas”, dijo García. “La mayor parte del tiempo, el dinero se enviaba a cuentas bancarias en Panamá”.
El exagente explicó que el principal abastecedor de la organización era Pablo Escobar, y que Lehder más tarde formó parte del cartel de Medellín, junto con los Ochoa y los Rodríguez. “Básicamente estaban transportando las drogas a través de Norman’s Cay hacia Estados Unidos. Otras organizaciones que trataban con Pablo Escobar también lo estaban haciendo a través de México, y a través de la costa del Pacífico desde California. Pero la mayoría de estas cosas provenían del establecimiento de Pablo Escobar en Norman’s Cay”.
La ruta convirtió a Jung y Lehder en millonarios. Una escena de Blow, ya como película biográfica de Jung, lo muestra con Lehder en la casa en Bahamas. En la escena, ambos amigos están rodeados de tal cantidad de fajos de dólares que no tenían ya espacio en la habitación, la sala, el baño ni la cocina dónde colocar más billetes. Los biógrafos de Jung coinciden en que él mantuvo su dinero oculto en Panamá, para evitarse el trámite de lavar sus ganancias en Estados Unidos.
La cocaína era enviada hacia Norman’s Cay desde la Hacienda Nápoles, propiedad de Escobar, que tenía una pista de aterrizaje de aviones autorizada por el gobierno colombiano. Cuando se autorizó, el jefe de la Aeronáutica Civil de Colombia era Álvaro Uribe, quien a la postre sería presidente de ese país, según reportó el periodista de Univision Yezid Baquero.
“La pista era legal. Los aviones del narcotráfico salían desde bien atrás de la pista y se iban a vuelo rasante y no eran detectados por los radares”, dijo en una entrevista con Baquero en 2015 John Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, quien fue empleado de Escobar. “Es que en la época los radares no eran tan bravos y ahí se sacaba cocaína constantemente hacia Estados Unidos”.
Dos años después de que comenzara esta época de bonanza, la relación entre Jung y Lehder se fracturó. Lehder comenzó a tratar directamente con el comprador de droga en California, un estilista con numerosos contactos, y sacó a Jung del negocio, según le contó el traficante estadounidense a García, el exagente antidrogas. En el otoño de 1978, Jung viajó a Bahamas para confrontar a Lehder, pero su antiguo amigo lo recibió con dos guardaespaldas alemanes, le dijo que había terminado la relación de negocios entre ellos y lo echó de su isla. “Carlos básicamente sacó a Jung de la operación y comenzó a hacerlo por su cuenta”, relató García.
Gugliotta cuenta en su libro que Jung regresó a Estados Unidos y pagó 125 mil dólares a unos pandilleros para que asesinaran a Lehder, pero se arrepintió poco después. “George mencionó que pensó en tratar de hacer algo para ir tras Carlos, pero creo que se dio cuenta de que no tenía forma de hacerlo, ni la potencia en ese momento para hacer que eso sucediera”, dijo García a Univision. En 1980, Jung intentó nuevamente que volvieran a trabajar juntos, esta vez en una reunión en Colombia, pero Lehder lo rechazó.
Tras la ruptura con Lehder, ‘El Americano’ continuó como traficante de cocaína en menor escala, tratando directamente con Escobar. “George era un tipo de persona no violenta. Era un pensador. Tenía imaginación. Era un soñador”, dijo García.
En una conferencia, Jung dijo que la primera vez que se encontró con el líder del cártel de Medellín estaba asustado y se preguntó “¿qué hago aquí? Pero mantener esa relación rendiría sus frutos años más tarde, cuando Lehder fue aprehendido en Colombia y extraditado a Estados Unidos, cuando había caído de la gracia de Escobar y los otros líderes del cartel.
Un testigo estrella, arrepentido
Era 1987. Carlos Lehder había sido aprehendido en Colombia y trasladado a Florida para un proceso judicial que la prensa de Estados Unidos llamó “el juicio del siglo”. El agente Richard García recibió la encomienda de convencer a Jung de que testificara contra su exsocio colombiano.
Jung y García llevaban un tiempo ideando cómo El Americano podría colaborar en la captura de Lehder. Planearon que Jung saldría de la cárcel estadounidense donde estaba preso, otra vez por narcotráfico, y viajaría a Colombia para ofrecer a Lehder la compra de unos misiles. En una de las conversaciones de García con Jung, dijo el exagente, le ofreció proponerle a Lehder que le vendería un paquete de misiles Stinger en aguas internacionales, para atraer a Lehder fuera de Colombia. Jung en un inicio pensó que García estaba bromeando. Pero el agente hablaba muy en serio, según relató. Le ofreció que harían parecer que Jung había escapado de la cárcel y se encontraba prófugo. “Por lo tanto, a través de estos contactos que has hecho en la cárcel y otros lugares, te comunicas con Carlos y le ofreces venderle estos misiles Stinger, para atraerlo a un lugar”, contó García.
La reunión con Lehder para el intercambio del dinero y las armas, de acuerdo con el plan, debía ocurrir en altamar, donde sería arrestado por autoridades federales de Estados Unidos. “Estábamos planeando todo esto. George estaba entusiasmado. Creo que funcionaría’’, relato García. En medio de la planeación del operativo, Lehder fue arrestado y extraditado a Estados Unidos”. El plan de los misiles Stinger nunca se concretó. Varias fuentes aseguran que Escobar entregó a Lehder.
Entonces, la intervención de García con Jung se encaminó al juicio contra Lehder en Jacksonville. Jung le pidió permiso a Escobar para hacerlo, de acuerdo con García.
“George pudo obtener el permiso de Escobar para testificar... Escobar no quería que Lehder regresara a Colombia a causar más problemas”, explicó García. “Jung me dijo que Escobar quería que testificara contra Lehder”, agregó el exagente.
Así, Jung se convirtió en el testigo más dañino contra quien fuera su socio, en un juicio en el que Lehder fue condenado a cadena perpetua, más 135 años, en 1988. García relató que este juicio no frenó la actividad delictiva de Jung. Salió libre de prisión gracias al testimonio contra Lehder, pero en 1994 fue reaprehendido, ahora por el trasiego de más de 1,700 libras de cocaína en Kansas. Se declaró culpable y lo condenaron a 60 años de prisión, que luego le redujeron a 30, por acuerdos de colaboración judicial.
Jung solía decir que a los narcotraficantes no los cura la cárcel. “Los narcos no deben ser enviados a prisión, los deben tirar en centros de interrogación para alterar sus cerebros y modificar sus obsesiones”, le dijo Jung a su biógrafo.
Jung salió en libertad condicional en 2014, pero la violó al dar una conferencia sin permiso y fue apresado nuevamente. Dejó la cárcel en 2017, cuando ya había perdido el cariño de su hija, Sunshine Jung. García relató que Jung se mudó con su hija y su exesposa Mirta Jung a San Francisco al abandonar la prisión, pero el reencuentro duró poco. “Unos meses después tuvo que salir de ese lugar y estar solo”, dijo García. La hija declaró a un periódico que “no podía perdonar a su padre”.
Jung se divorció de Mirta y ahora vive con una novia. “Básicamente está disfrutando de la vida, finalmente está tratando de encontrar paz consigo mismo”, dijo García. En 2017, anunció que estaba en preparación una nueva docu-serie sobre su vida, llamada Boston George. Hoy Jung se dedica a participar en foros y entrevistas, para contar sus experiencias como narcotraficante y como el miembro estadounidense más conocido de una organización de trasiego de drogas latinoamericana.
En los siguientes años, cuando han mantenido una relación, el exagente García lo describe como un alcohólico, cocainómano e impaciente. “George es un adicto a la adrenalina. Le gusta la emoción del contrabando y el juego de lucha del gato y el ratón con las fuerzas del orden”, dijo García. En una conversación reciente, García aseguró que Jung le dijo que estaba arrepentido. “George no siempre es del tipo que admite que está equivocado. Y en realidad me dijo por primera vez que estaba arrepentido de lo que hizo. Dijo que lo sentía tres o cuatro veces. Nunca le había oído decir eso”.
*Margarita Rabin contribuyó con esta historia.
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