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Bohemian Rhapsody: una banda épica, un ícono gay del rock, y la película más conservadora posible

Publicado 14 Feb 2019 – 01:49 PM EST | Actualizado 15 Feb 2019 – 09:34 AM EST
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Para ser sobre el músico extravagante, impetuoso e inclasificable que lideraba una banda célebre por sus impresionantes conciertos, Bohemian Rhapsody es una película bastante pacata, timorata, casi indignantemente conservadora.

Ya se saben ahora las razones por las que Sacha Baron Cohen, que iba a interpretar a Freddie Mercury originalmente, abandonó la producción argumentando «diferencias creativas»: el actor quería hacer una película R-rated (para adultos) sin tapujos ni reservas, cargada de drogas y sexo y rock'n'roll; los miembros de la banda involucrados en la producción, Brian May y Roger Taylor, querían una película más amable y para toda la familia, enfocada en la historia de la banda.

La segunda opción ganó, no solo porque May y Taylor (guardianes del legado de Queen) tienen el derecho a decidir cómo quieren que sea su película sino también por la naturaleza misma de Hollywood y sus intenciones comerciales.

La primera película era, tal vez, sobre la persona detrás del mito, sobre lo humano —es decir sobre lo complejo, contradictorio o difícil— en alguien que se convirtió en leyenda. Una más polémica. En realidad nunca lo sabremos realmente.

La otra, una reproducción y una glorificación del mito en torno a Queen y Freddie Mercury. Esta es Bohemian Rhapsody.

El arte como acto de magia

La eliminación o suavización de los aspectos más polémicos y ásperos en torno a Freddie Mercury, y a las circunstancias que rodeaban el ser una muy exitosa banda de rock en los 70 y 80, es solamente uno de los aspectos que hacen de Bohemian Rhapsody una biopic musical sin alma, predecible, formulaica y emocionalmente extorsiva, aunque todo esto quede oculto detrás de las canciones y las secuencias musicales.

En su preocupación por reproducir el mito, la película parte de algunos axiomas contenidos en él, difícilmente discutibles. A saber: que Freddie Mercury era un artista excepcional, un cantante virtuoso e inigualable y un versado compositor, y que Queen fue una máquina de crear hits enormemente populares, una banda que dominó como ninguna otra el rock de estadio y multitudes.

Todo eso ya viene dado y aceptado. Es una mitología que no corresponde desentrañar.

No hay desarrollo dramático sino una sucesión de logros que corroboran esas tesis. No sabemos qué convirtió a Freddie en ese artista (canta bien por sus dientes, nos dicen, nada más), ni por qué Queen conecta con el público. Las canciones, todos esos hits rápidamente reconocibles, surgen porque sí, desligados de los artistas y sus circunstancias, de manera casual y repentina. No hay proceso ni esfuerzo creativo (salvo por la grabación de las canciones, que es donde el público del cine puede disfrutar y reconocer las canciones).

Componer esta música tan popular es algo que simplemente le sucede a los genios inspirados. La melodía de «Bohemian Rhapsody» es casualmente parafraseada en el piano temprano en la película. «Esto va a servir para algo» dice Freddie.

Las canciones no son un proceso arduo ni una expresión que traduce o cifra en la música las preocupaciones, miedos, obsesiones, traumas o secretos de sus creadores, y si lo son es solo superficialmente: obviamente que la canción «Love of My life» tiene una destinataria.

De aquí se desprende otra visión de la película: la popularidad concede a Queen y a Freddie Mercury una grandeza artística que no se puede cuestionar. No es cuestión de gustos. Al que no le gusta Queen, o se atreve a cuestionar mínimamente cualquier aspecto de su música, está fatalmente equivocado.

La película ridiculiza, de un modo malintencionado, a los críticos que, en el momento de salió la canción «Bohemian Rhapsody», la consideraron aburrida o pretenciosa, sobreponiendo, al clamor popular que generó la canción, las citas de esos críticos en la pantalla.

Miren estos estúpidos que no supieron apreciar la grandeza, dice la película, con la superioridad que otorga el juzgarlos desde un futuro en el que la banda y esa canción en particular ya están dentro de un canon artístico completamente aceptado y extendido. Su perfección artística es casi científica.

Aparece eventualmente un grotesco ejecutivo de una discográfica, un personaje ficticio pero inspirado en las reacciones reales que tuvo la canción «Bohemian Rhapsody», que es interpretado por Mike Myers y da lugar a un gran chiste respecto a la famosa escena de Wayne’s World («ningún joven va a ir en su coche agitando sus cabezas con esta canción» dice el productor), uno de los pocos momentos en que el guion parece tener algo de vida más allá de replicar al pie de la letra el desarrollo dramático de una biopic musical.

Pero este personaje también se alza como una figura villanesca, ridícula y estúpida, por no apreciar la futura popularidad de la canción.

«No hay tiempo para perdedores» canta después Freddie Mercury en «We Are the Champions», en el clímax de la película, durante el histórico concierto del Live Aid en Wembley, y en ese preciso momento que canta esa frase, la película muestra a este ejecutivo sentado amargamente en su despacho, lamentando haber rechazado a la mejor banda de rock de la historia.

Ese concierto de 1985 ha sido considerado por unanimidad el mejor concierto de rock de la historia. Es una etiqueta inútil, que sirve a las publicaciones de rock que así lo han estipulado, pero es una consideración más de marketing que artística. No porque ese show no haya sido histórico o memorable, inolvidable para los que estaban allí, sino porque ver un concierto de rock en vivo no es una experiencia objetiva ni clasificable en términos absolutos.

Pero esta visión dogmática de la música y el arte se refleja en la película, en la que el talento no es muy diferente de un superpoder en esas películas de superhéroes que ha hecho el mismo Bryan Singer.

El superpoder de Freddie Mercury es cantar bien y junto a sus sidekicks componer canciones que luego serán coreadas por una multitud enardecida. Como todo superhéroe, Freddie tiene una debilidad: es homosexual y le gustan las fiestas.

Ascenso y caída del héroe

Su relación de profundo y verdadero amor, de paz y tranquilidad, con propuesta de matrimonio incluida, es con Mary Austin ( Lucy Boynton), el eje emocional de la película. Este afecto por Mary está basado en los hechos reales y en declaraciones de Freddie (aunque nunca hubo matrimonio), pero la película retrata esta relación de un modo idílico, emocionante y genuino, mientras que hay algo sórdido y oscuro cuando se asume homosexual y se involucra en lo que llamaríamos un ambiente gay.

También se entiende que esto sucedió realmente: que Freddie contrajo VIH por sus aventuras sexuales en un tiempo en que esto podía ser peligroso, pero Bohemian Rhapsody muestra esas aventuras, esas fiestas extravagantes llenas de sexo y drogas y promiscuidad (aunque nunca lo vemos consumir ni tener sexo, todo esto está pudorosamente sugerido), con personajes abyectos que solo quieren aprovecharse de su fama, como el ámbito culpable de habernos quitado a nuestro héroe.

Sostiene la película que Freddie en realidad se involucra en todo esto porque se odia a sí mismo (¿por ser famoso?¿por ser gay?). Esto es literalmente lo que le dice Jim Hutton, el hombre que más tarde sería la pareja estable de Freddie en sus últimos años de vida.

«Búscame cuando te aprendas a querer a ti mismo», le dice.

Jim Hutton no es un personaje en la película como lo es Mary Austin, no tiene historia ni personalidad. Aparece solamente una vez antes de convertirse mágicamente en el enamorado de Freddie. Y es que funciona meramente como un símbolo: representa el cambio de Freddie, su redención, su crecimiento personal.

Cuando vuelve a buscarlo sabemos que Freddie decidió quererse a sí mismo, y ¿cómo se prueba esto? Pues no tendrá más sexo casual y parejas múltiples. Tendrá una sola pareja, la que rápidamente le presenta a sus padres, asumiendo explícitamente ante ellos —religiosos y conservadores— por primera vez su homosexualidad.

Es un presunto triunfo del amor, pero todo está enturbiado por las circunstancias de su motivación (Freddie ya sabía de su enfermedad terminal) y por el hecho de que la película no establece ninguna relación entre ambos, no sabemos por qué se enamoraron, si apenas se vieron una vez.

El aura de Queen y Freddie Mercury

La popularidad que tuvo Bohemian Rhapsody (una de las más taquilleras del año, y la más taquillera de todos los tiempos del género biopic), y también sus mejores momentos, se explican sencillamente por aspectos que no son inherentes a ella si no a su objeto: Freddie Mercury, Queen, sus canciones y su popularidad.

Las secuencias musicales son emocionantes porque esas canciones ya forman parte de nuestra memoria emocional, porque Rami Malek hace una imitación casi perfecta de Freddie Mercury y porque algunos de los momentos más icónicos de la banda, incluyendo «el mejor concierto de la historia del rock», son recreados fiel y épicamente.

Walter Benjamin, en su ensayo más famoso, habló del aura de una obra de arte como esa cosa irrepetible, única, esa autenticidad que no se puede replicar por más fiel que sea la reproducción de la obra original. Si Queen y Freddie Mercury tienen un aura irrepetible, ésta reside en sus conciertos en vivo.

Pese a todo, Bohemian Rhapsody sedujo al público y hasta a la Academia, otorgando al menos por un rato una ilusión que todo el mundo quería albergar: la de la experiencia de ver a Queen en vivo, de estar allí, de vivir ese momento en el que Queen era la banda más grande del mundo y 70.000 personas coreaban sus canciones.

Es una experiencia irrepetible, pero Bohemian Rhapsody permite aproximarse, aún a costas de quitarle vida y filo a todo y a todos lo que hicieron posible aquella experiencia original.

Calificación de Bohemian Rhapsody: 3/10.

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